Los centros de datos consumen alrededor del 1% de toda la energía que se produce en el mundo, entre 200 y 250 TW/h (teravatios/hora), según la Agencia Internacional de la Energía (IEA, por sus siglas en inglés). Estas instalaciones son grandes demandantes de electricidad por su alta disponibilidad, el número creciente de operaciones de sus equipos informáticos y las peculiaridades de estas infraestructuras.
Como en el resto de industrias, entre los imperativos del sector figura reducir el consumo de esa energía y reducir las emisiones de carbono, recurriendo a fuentes menos contaminantes y más sostenibles.
El objetivo es conseguir la neutralidad climática en 2030, tal y como se comprometieron los integrantes de la iniciativa Climate Neutral Data Centers. Se adelantan así a la Unión Europa que ha establecido 2050 como la fecha para lograr ese equilibrio entre la emisión de los gases de efecto invernadero y su eliminación.
Biocombustible para grupos electrógenos
En esa carrera, casi a contrarreloj, ya es habitual que este tipo de instalaciones hagan uso de energías 100% renovables, tal y como constató D+I hace unos meses. Entonces, Digital Realty –que hasta diciembre operaba baja la enseña Interxion– confirmó que la energía que emplean en sus centros de datos en España procede de la “la hidráulica o la fotovoltaica”.
Su uso en sus tres centros de datos, ubicados en Madrid, evitó de 2019 a 2021 la emisión de 74.500 toneladas de CO2. Y no solo eso: “Desde enero de 2022 certificamos con blockchain el origen de esa energía y su recorrido hasta llegar al propio centro de datos”, aseguró su director general en nuestro país, Robert Assink. Sin embargo, sigue sin ser suficiente para alcanzar esa ansiada neutralidad.
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Conscientes de ello, en esta compañía llevan tiempo trabajando para que sus servicios tengan el mínimo impacto posible sobre el medioambiente. Así, hace unos meses firmaron un acuerdo con Acciona Energía para el suministro de más de 65 GW/h al año de energía renovable durante un periodo de 10 años. De esta forma evitan, según fuentes de la propia empresa, la emisión de otras 8.000 toneladas de CO2 anuales.
El último paso adelante es sustituir los actuales combustibles fósiles por el empleo de biocombustible para alimentar sus grupos electrógenos (equipos críticos que deben proporcionar un suministro de energía confiable en situaciones de corte de electricidad). Lo harán junto a Repsol en MAD3, el tercer centro de datos que Digital Realty empezó a operar en nuestro país en 2019.
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Este biocombustible está fabricado a partir de residuos y su uso “reduce hasta un 90% las emisiones de CO2 respecto al combustible convencional y un 33% la emisión de partículas, lo que disminuye ligeramente el consumo de combustible”, afirma Carlos Muñoz, Faciliy Manager de Digital Realty en España, en conversación con D+I.
Quien a su vez reconoce a este medio que encontrar un proveedor en España no les resultó fácil. “En el norte de Europa sí es habitual el empleo de este tipo de combustible renovable en diferentes instalaciones, pero no tanto en países más al sur”. La multinacional española les ofreció la solución que buscaban y, al mismo tiempo, con este proyecto la energética se introduce por primera vez en el negocio de los centros de datos.
Sustitución rápida
El empleo de este biocombustible es habitual en el transporte, sector en el que Repsol sí tiene una amplia experiencia. Su aplicación en los grupos electrógenos de MAD3 ha sido posible gracias a las investigaciones llevadas a cabo en su centro de innovación, Repsol Tech Lab, donde “se han analizado más de 40 tipos de residuos y tecnologías para producir estos combustibles renovables”, explica a D+I el gerente de Flotas de la compañía en nuestro país, José Luis García.
“Para desarrollarlos se han utilizado herramientas de diseño de producto y plantas piloto que simulan los procesos industriales. Así conseguimos que los complejos industriales evolucionen e incorporen nuevas tecnologías para poder utilizar estas materias primas alternativas, como aceites vegetales usados, grasas animales y residuos agrícolas y forestales que no se destinan a la alimentación, detalla.
Además de la reducción de emisiones, otra de las ventajas del empleo de este biocombustible es que no es necesario modificar los grupos electrógenos. “Permite una sustitución rápida y eficiente, sin necesidad de realizar costosas inversiones en nuevos equipos ni infraestructuras”, confirma García.
La parte menos positiva es que este producto es “entre el doble o el triple de caro que el estándar”, asegura Muñoz, pero sin dar una cifra más concreta. Un desembolso inicial que a la larga tendrá un retorno en forma de reducción de emisiones que contribuirán a alcanzar esa neutralidad climática que Europa pretende alcanzar en 2050.