El sector aeroespacial está en ebullición. Este ámbito de la economía, que hasta hace no tanto estaba reservado a unas pocas y grandes compañías, representa ya el 9,3% del PIB industrial de nuestro país. La aparición de nuevos actores ha propiciado su rápido desarrollo, pero también el crecimiento de empresas que han ido escalando al tiempo que lo hacía esta industria en España.
“Hemos crecido invirtiendo nuestro beneficio y apostando por la I+D”, ratifica el director general del área de espacio de Arquimea, Ferrán Tejada. Lo hace durante una visita que realiza D+I – EL ESPAÑOL, junto a un reducido grupo de periodistas, a uno de los dos centros que esta compañía tiene en Torrejón de Ardoz.
Una localidad a las afueras de Madrid donde actores relevantes del sector aeroespacial español, como Indra o Airbus, ubican parte de sus instalaciones, y en la que también se localiza uno de los principales aeropuertos militares de nuestro país.
Una constelación de 250 satélites
En este municipio es donde Iberespacio, compañía especializada en sistemas de control térmico y estructuras para satélites, tenía la fábrica que ahora forma parte del grupo Arquimea. Una operación que se cerró por 19 millones de euros y con la que la empresa completa sus capacidades en toda la cadena de valor del sector espacial.
Capacidades que ha ampliado en los últimos dos años con otros movimientos estratégicos, como la compra de la estadounidense Ecliptic, experta en sistemas ópticos, sensores y aviónica espacial; y la inversión de 14 millones de euros en la startup israelí NSLComm, especializa en antenas desplegables para satélites.
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“Nuestro objetivo es convertirnos en un actor relevante de esta industria. Empezamos hace casi 20 años desarrollando y producción de componentes de microelectrónica, y ahora mismo somos capaces de cubrir todas las áreas”, afirma Tejada. Incluido el diseño y fabricación de satélites.
Precisamente para esto se están utilizando las instalaciones de 13.000 m² y varias salas blancas donde están diseñando una plataforma propia para el proyecto BeetleSat. Aspiran a crear constelación de 250 satélites para órbitas terrestres bajas (LEO, por sus siglas en inglés), a una distancia de la Tierra entre 160 km y 1.000 km.
Enlaces por radiofrecuencia
Estos satélites pertenecen a la categoría small sat, “con un cuerpo del tamaño de una lavadora y una envergadura de ocho metros”, detalla Francisco Álvarez, director de ingeniería de la compañía. “Todos ellos estarán conectados a través de antenas desplegables utilizando enlaces de radiofrecuencia, lo que significa que seremos de los primeros en establecer esa conexión utilizando únicamente infraestructura espacial”.
Para entenderlo mejor, Álvarez explica que proyectos como Starlink o OneWeb utilizan enlaces ópticos, es decir, su infraestructura es terrestre: “La señal rebota en antenas y puntos de conexión que están en Tierra para poder generar una red de comunicaciones. En nuestro caso, al usar enlaces de radiofrecuencia, reducimos el tamaño de los satélites y su coste”. Algo que consiguen gracias un desarrollo propio: las antenas con las que equipan a sus small sats.
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No es lo único que esta compañía madrileña diseña y fabrica. El satélite, que permitirá 1,5 kW de potencia máxima y podrá integrar cargas útiles de 40 kg, emplea para su despliegue actuadores capaces de soportar hasta 35 toneladas y cuenta con sistemas ópticos para la monitorización de la operativa, ambos también de Arquimea.
Sobre el avance del proyecto BeetleSat, desde la empresa confirman que el último hito alcanzado es el lanzamiento del ‘Satélite demo 2’ para comprobar, de momento, el funcionamiento de las comunicaciones del satélite a tierra. Está previsto el despliegue e inicio de operaciones para 2027.
De la microelectrónica al control térmico
Durante la visita a sus instalaciones de Torrejón de Ardoz, donde ya están empezando a fabricar estos satélites, Álvarez muestra el resto de equipos que conforman toda su cadena de valor, empezando por los componentes de microelectrónica con los que iniciaron su actividad en el año 2001. Año en que Diego Fernández, con experiencia en Airbus y en la fábrica de semiconductores ya desaparecida de AT&T, fundó la compañía.
Junto a los chips, actuadores y equipos óptimos, ahora también trabajan los sistemas de control térmico y paneles estructurales (incorporados tras la adquisición de Iberespacio), que permiten a los satélites operar en situaciones extremas de vacío, radiación y temperatura propiciando las condiciones óptimas para cada misión.
“Además de nosotros, sólo hay una empresa japonesa en todo el mundo capaz de realizar subconjuntos térmicos y paneles termo-estructurales completos”, asegura el director de sistemas térmicos y mecánicos, José Miguel Boix. Estos paneles de siete metros de largo, y a cuyo montaje asiste D+I- EL ESPAÑOL durante la visita, están recubiertos con aluminio o fibra de carbono.
Su estructura está formada por tubos de calor (heat pipes) que, gracias al uso de amoniaco, evaporadores y mantas térmicas, les permiten irradiar el exceso temperatura. Todo el proceso, incluido su diseño y montaje, se lleva a cabo en esta planta de producción.
Arquimea cuenta con una plantilla de 500 profesionales, colabora con empresas y agencia espaciales en 25 países, ha participado en misiones como Copernicus, Rover Persevernace, Rover Curiosity, James Webb y está involucrada en Artemis.
Con oficinas en Espala, Alemania, Estados Unidos y el sudeste asiático, el pasado ejercicio experimentó un crecimiento del 61% respecto al periodo anterior y tuvo unos ingresos de 116 millones euros. Unas cifras que la sitúan en buena posición para lograr su objetivo: ser un actor relevante en el sector espacial.