Allá por 2018, la Unión Europea daba a conocer sus Directrices éticas para una IA confiable. En febrero de 2020, la Comisión Europea presentaba su Libro Blanco en Inteligencia Artificial, en el que se establecía la prioridad de esta tecnología en el planteamiento digital del Viejo Continente. Ya en ese documento se establecían, junto a otras medidas de fomento económico y adopción entre las pymes, algunos de los principios éticos que debían regular esta innovación.
Un año más tarde, en mayo de 2021, la misma institución daba a conocer su propuesta de reglamento para la inteligencia artificial, con la máxima de generar confianza en su adopción y la responsabilidad como bandera. Se prohibían, de hecho, soluciones como la puntuación social o la vigilancia biométrica masiva.
En la misma línea se posiciona la Estrategia Española de Inteligencia Artificial, introducida por Pedro Sánchez a finales de 2020 y que comprometía nada menos que 600 millones de euros para el devenir de esta revolución técnica. Y este mismo lunes 27 de abril se hará la puesta de largo en Bruselas del primer sandbox de inteligencia artificial en nuestro país.
Es obvio que Europa, España y gran parte del mundo tienen un gran interés en regular la inteligencia artificial, está implementando un marco legal competitivo sobre el acceso, el intercambio, el almacenamiento, el gobierno de datos, el desarrollo y, en definitiva, el uso de esta tecnología.
Un área que no escapa al interés de académicos y profesionales del sector, como Mónica Villas. Ingeniera industrial y MBA, exdirectiva de IBM, docente (Deusto, ESIC, Inmune), además de cofundadora de OdiseIA, uno de los dos 'think tanks' existentes en nuestro país que velan por un correcto desarrollo ético de la IA. Y, desde este mismo año, también coautora -en esta ocasión, acompañada de Javier Camacho Ibañez- de un interesante Manual de ética aplicada en inteligencia artificial (Anaya).
"Hace unos años comenzaron a salir los primeros principios éticos en inteligencia artificial y, a raíz de mi marcha de IBM, fundamos OdiseIA. Luego, junto otro compañero que conocía -Javier Camacho- llevaba mucho tiempo trabajando en ética y empezamos a colaborar en artículos y realizando un estudio para analizar qué estaban haciendo 22 empresas para operacionalizar estos principios... que nadie estaba empleando realmente", explica Villas a D+I.
De esas colaboraciones surge la idea del libro que ahora presentan, "una necesidad tanto en el mundo de la universidad, con gente muy técnica que sabe poco de ética, como de gente de ética que sabe poco de tecnología", según presume la docente.
De entre todos los principios que se han ido generando, tanto desde empresas como por parte de administraciones de toda índole, Mónica Villas y Javier Camacho optaron por centrarse sólo en cuatro de ellos: la explicabilidad, equidad, responsabilidad y privacidad. De Sócrates a cómo aplicar estos criterios éticos en algo tan novedoso y vanguardista como la inteligencia artificial; con foco claro en la gestión de sus riesgos y alguna que otra laguna todavía en cómo monitorizar todo este nuevo contexto.
"No hay duda de que la ética vende, porque los usuarios cada vez tenemos más poder. Los CIO y CEO deben saber lo que están haciendo y si sus procesos de selección o gestion de fraude, por ejemplo, están siendo éticos", detalla Villas. "Al final, un algoritmo lo diseña una persona y es también una persona la que elige las variables a tener en cuenta".
De Europa a China
En el libro, los autores analizan y desentrañan, desde una perspectiva técnica pero también humanista, esos cuatro principios con los que resumen o entienden fundamentados todos los que se han ido acuñando en la industria a lo largo de los últimos años. Un recorrido que trazan en este Manual y que tiene como epicentro de trabajo al Viejo Continente, convertido ya en un estandarte en esto de regular los avances tecnológicos.
Aunque, por suerte y como reconoce Mónica Villas, no estamos sólos en esta aventura.
"Hasta China, en marzo de este año, ha publicado algún documento para regular el reconocimiento facial. También en Estados Unidos estamos viendo un interés creciente en la vertiente ética de los algoritmos, se van dando pasos, como la creación de un repositorio de algoritmos", se enorgullece la docente. Hasta ahora era el Salvaje Oeste, el uso de los datos de forma indiscriminada para entrenar las inteligencias artificiales con respetos difusos a los derechos digitales más fundamentales.
"El 70% de las empresas de inteligencia artificial son estadounidenses, en China tienen algunas y en Europa tan sólo encontramos unas pocas startups. Por eso es tan relevante que se sumen a esta ola", añade Villas.
La pregunta última que surge, sin desvelar más del libro que está en plena fase de lanzamiento, redunda en el siempre complejo equilibrio entre fomentar una tecnología como la inteligencia artificial y controlar estos aspectos éticos que pueden ser vistos como un lastre en su desarrollo.
"Depende de cuánta regulación y de cuánta innovación. Solo estamos pidiendo algo más de explicabilidad, de saber por qué un algoritmo me ha dado un crédito o no. Es algo más de trabajo, sí, pero también tenemos la opción de elegir otro algoritmo", concluye Mónica Villas.