Lo que me preocupa no es que me hayas mentido, sino que a partir de ahora no pueda creerte". Esta cita de Friedrich Nietzsche, en el siglo XIX, es de plena vigencia hoy en día, cuando el debate sobre el uso legítimo y responsable de nuestros datos personales por parte de las tecnológicas está al rojo vivo. Dennis Naughten, ministro irlandés de Comunicaciones, Acción para el Clima y Medio Ambiente, lo resume así: "Hemos cometido errores en el pasado, por ejemplo en torno a la ingeniería genética y la alimentación, a la hora de transmitirle sus beneficios a la ciudadanía. Eso ha supuesto un gran freno para esta industria y para los desafíos de crecimiento poblacional que se avecinan. No podemos dejar que esto se repita de nuevo en torno al uso digital de los datos o el Internet de las Cosas". Apelación directa a la ética y la seguridad de los grandes actores, pero también a la labor educativa que todos los agentes de la cadena -desde el propio gobierno hasta los medios- hemos de hacer en estas lides.
En la misma línea se posiciona Roberto Viola, responsable de la agenda digital en la Comisión Europea. Durante su intervención en el Data Summit -celebrado esta semana en Ginebra-, el mandatario señaló que "necesitamos regular la propiedad y el intercambio de los datos porque si no somos responsables en este tema, toda la economía digital colapsaría". Por suerte para nosotros, Viola está convencido de que el reciente Reglamento General de Protección de Datos (GDPR, por sus siglas en inglés) es un buen exponente de cómo la regulación puede poner orden y sentido en ese punto medio virtuoso que buscaban los filósofos clásicos, que es la relación entre empresas y ciudadanos.
"Europa se está convirtiendo en el regulador de datos del mundo, convirtiendo el GDPR en un estándar global y siendo referentes en neutralidad de la Red", opina Viola. "Con ello, somos la única región en todo el mundo con una ley sólida en ambos aspectos y que ahora buscamos expandir a otras zonas, como Japón, con la que estamos negociando cómo integrar nuestras respectivas políticas de privacidad e intercambio de datos".
Este delgado equilibrio entre el uso racional de la información por parte de las compañías que hemos logrado en el Viejo Continente encuentra, no obstante, voces discrepantes, como la del profesor Christopher Millard, de la Queen Mary University of London. Partiendo de la misma base que sus colegas ("el dato no es el nuevo petróleo, sino la confianza"), este académico alerta de que el GDPR "puede suponer un freno para la innovación, especialmente para las pymes, las medtech o las fintech". En su opinión, «no es necesario crear un lote nuevo de leyes, sino adaptar las que ya hay al terreno digital» y hacerlo de forma que primen los casos de uso sobre la sobrerregulación.
En el encuentro también se dieron cita responsables de las principales compañías afectadas por el GDPR, en tanto que sus modelos de negocio dependen del uso intensivo de información digital. Ni Google, ni Facebook ni Microsoft se quisieron posicionar públicamente entorno a la idoneidad o las cortapisas que la regulación sobre privacidad puede suponer. Todas ellas afirman sentirse cómodas con dar el poder al usuario sobre su información y en establecer "relaciones de mutuo interés" que beneficie a ambas partes. Máxime cuando esa confianza es clave ante la pujanza del Internet de las Cosas o la inteligencia artificial, cuyo origen y final pasa por esos datos del usuario.
GDPR, la privacidad hecha ley
La Unión Europea tomó la delantera en la arena de la privacidad online este año con la entrada en vigor, el pasado 25 de mayo, del GDPR. La ambiciosa norma incluye temas como la privacidad por diseño, el derecho al olvido, la notificación de cualquier incidente que implique fugas de datos sensibles o el consentimiento expreso para el uso de información personal.
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