Imaginen reconstruir un edificio industrial del siglo XIX para convertirlo en el epicentro de la innovación más disruptiva surgida en Barcelona. Imaginen que ese centro no solamente apueste por sus propios equipos de desarrollo, sino que sea abierto a empresas, partners técnicos y startups para plantar cara a retos como el cambio climático, la democratización de la conectividad a internet, el transporte del futuro o las ciudades inteligentes, con la energía como punta de lanza. Imaginen, por último, que entre los regios muros de esa nave se dé vida a tecnologías de vanguardia como el fog computing, internet de las cosas o inteligencia artificial.
Un ideal ante el que se hace la boca agua y que es una realidad en la Capital Condal, donde Cisco y el Ayuntamiento de Barcelona han convertido la antigua fábrica de Ca l’Alier en el último centro de coinnovación de la firma americana en el mundo, después de los ya inaugurados en Londres, Toronto, Rio de Janeiro, París, Berlín, Estambul, Milán, Dubai, Tokio, Singapur, Perth o Sidney.
"Todo el mundo quiere un centro de coinnovación, por lo que trabajamos intensamente con los equipos locales para diseñar estrategias concretas y poder crear proyectos que puedan escalarse entre los distintos centros", explica Alex Goryachev, director general de Estrategia en Innovación de Cisco. "Tenemos más de 2.500 partners con los que codesarrollamos soluciones, pero también queremos tener una relación continua con aceleradoras, universidades y clientes". Es el caso del Barcelona Supercomputing Center, por ejemplo.
En el interior de la nave, restaurada por completo desde sus cimientos, se sigue una estricta metodología de trabajo, diseñada originariamente por los colegas británicos, los pioneros de esta clase de centros. "Formamos parte de un programa de coinnovación global, en el que creamos bien pruebas de concepto, bien investigaciones conjuntas o incluimos los proyectos en nuestra red DevNet. También damos mentoring y ayudamos a comercializar los productos a través de toda nuestra capacidad comercial", detalla Goryachev. "Algunas cosas las ponemos en el mercado en seis meses, otros -como los trabajos con universidades- tardan algo más, a lo mejor hasta tres años".
Siguiendo la estela
La misión del centro de coinnovación es, como resulta obvio, trabajar en ideas rompedoras, con valor de negocio, a largo plazo y, además, que tengan un impacto social positivo. De hecho, si se hace un breve repaso a las iniciativas que han cobrado vida en otros lares, ese es el patrón que se repite una y otra vez: AI-SAFE (un sistema de acceso con inteligencia artificial para evitar que los obreros puedan trabajar sin llevar el casco de protección), 5G Rural First (que conecta con 5G desde vacas hasta las redes eléctricas para acelerar el desarrollo de la economía local), Smart Mobility Lab (que ha convertido 25 km en el centro de Londres en un laboratorio viviente para probar las infraestructuras necesarias para el coche autónomo), Connected Together (consistente en llevar acceso a internet gratis a zonas deprimidas de Reino Unido, pagando el coste con los ahorros obtenidos al mejorar la eficiencia de sus sociedades) o e-Flex (rompedora apuesta, que aprovecha las baterías de los coches eléctricos para devolver la energía sobrante a la red, generando un nuevo mercado de electricidad, mejorando el balanceo de la red y la eficiencia del sistema en su conjunto) son solo ejemplos vivos de todas estas premisas.
Pero podríamos seguir eternamente con el listado, hablando de iniciativas para dotar de conectividad a los trenes o cascos inteligentes (con GPS, WiFI, LTE, cámaras y microfónos, entre otras tecnologías).
Smart cities
En el caso de Barcelona, el foco del centro de coinnovación serán las ciudades inteligentes, un segmento en el que ya la empresa lleva investigando desde hace cinco años en la Capital Condal, aunque sin la estructura y el paraguas que otorga el nuevo centro de coinnovación. Un concepto muy amplio bajo el que se engloban tecnologías tan variopintas como el internet de las cosas y el fog computing (nebulización, si lo prefieren, llevando la capacidad de computación y comunicación al terreno, y no solo para unir estos elementos con un centro de datos o con un sistema cloud). Y siempre con la inteligencia artificial como extraordinario telón de fondo.
Precisamente sobre esa concepción de la computación como niebla, Cisco ya ha probado -junto a startups (Sensefields, PrismTech y PLAT.ONE), partners (Schneider Electric) o la Universidad Politécnica de Cataluña- una particular arquitectura de ciudad inteligente que permite consolidar y administrar toda la infraestructura, los datos y los servicios los sensores inteligentes de la urbe, desde la red hasta la nube. Una orquestación automatizada basada en IA que, junto a la detección dinámica de objetos, permite crear más valor y mejorar la eficiencia dentro de nuestras ciudades por medio de la tecnología.
Más allá de este proyecto, el más ambicioso de cuantos están cobrando vida en este resurrecto edificio, la firma norteamericana también ha puesto sus miras en otras áreas de interés de las smart cities. Es el caso de la búsqueda de nuevas fuentes de ingresos en los servicios públicos y la mejora de la prestación de éstos, tanto en el estacionamiento de vehículos como en la gestión de residuos, servicios basados en la ubicación en paradas de autobús, wifi público o la oferta de servicios gubernamentales remotos. También en todas estas parcelas, Cisco ha trabajado no sólo con el Ayuntamiento de Barcelona, sino también con socios tecnológicos como Streetline, Urbiotica o StreetLight.