Una vida diferente, más libre, con ritmos distintos y con infraestructuras diferentes…. La crisis sanitaria generada por la COVID-19 ha vuelto la mirada de la población hacia las zonas rurales. Ante las limitaciones que se han impuesto a la vida en las grandes ciudades, el interés por las propiedades en poblaciones rurales se ha incrementado y la paralización de las actividades no esenciales ha puesto de manifiesto la importancia de la agricultura que ha retomado un protagonismo que se creía perdido.
Pero, ¿están las poblaciones rurales europeas preparadas para afrontar los retos que plantea la sociedad actual? ¿Qué hay que mejorar para que lo estén? Responder a esa pregunta ha sido el objetivo de un estudio desarrollado por investigadores de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM) en el marco del análisis europeo Smart Rural.
La importancia de este estudio radica en que permite observar, de manera fácilmente identificable, las principales deficiencias en el desarrollo de las zonas rurales y se constituye como un elemento clave para los poderes públicos de cara a la toma de decisiones que, para los expertos, deben ser multifactoriales y diferenciadas en función del Estado miembro.
“Nuestros resultados permiten concluir que es más recomendable un enfoque de descentralización y flexible, donde las políticas y la mejora se adapten a las particularidades de cada territorio y su contexto, favoreciendo áreas como la formación, empleo e inversión en I+D”, subraya Ana Rey-Alvite, investigadora UPM y una de las autoras de esta publicación.
“Las limitaciones que hemos sobrellevado en los últimos meses han hecho que las poblaciones rurales vuelvan a contemplarse como una opción válida por parte de muchas personas. No obstante, afrontar la vida en el campo implica necesariamente una modernización de sus estructuras, especialmente desde el punto de vista tecnológico, un ámbito en el que podemos observar muchas deficiencias en las poblaciones rurales europeas”, explica José María Fernández-Crehuet, investigador de la ETSI Industriales de la UPM y coautor de este artículo científico.
Estas limitaciones son claras: solo el 40% de las zonas rurales en Europa cuenta con banda ancha móvil y únicamente el 9% de su población cuenta con habilidades tecnológicas. Una realidad que dificulta mucho que desde ellas se pueda hacer frente a las necesidades de la vida actual y pone de manifiesto la necesidad de acometer un progreso basado en aportar inteligencia a dichas áreas principalmente desde el punto de vista tecnológico. De ahí que el proyecto europeo acuñe el nombre de Smart rural por contraposición al desarrollo de ciudades inteligentes o Smart cities.
Analizar el desarrollo
Tomando como base los datos de Eurostat, los investigadores analizaron el nivel de desarrollo de las poblaciones rurales europeas en base a cuatro tipos de variables: desarrollo del bienestar; desarrollo laboral e inversión en I+D+i; desarrollo tecnológico y desarrollo sostenible.
En el caso de España, los déficits son claros: suspendemos en desarrollo de internet en poblaciones rurales, donde nuestro nivel es “malo”; mientras que nuestros mejores resultados se sitúan en las áreas de salud percibida, nivel educativo, desarrollo sostenible e inversión privada en i+D en los que tenemos niveles considerados como “medio-bueno”.
El abandono escolar en zonas rurales, el desarrollo tecnológico, del bienestar o el uso de internet, son otros de los aspectos en los que España suspende con niveles considerados como “medio-malo”. A la vista de los datos, el desarrollo tecnológico es el punto en el que, de manera generalizada, se necesita mejorar en las zonas rurales de los 28 estados europeos. Y destaca especialmente el déficit en las conexiones de internet.
España, Bulgaria, Chipre, Lituania, Croacia y Letonia presentan los niveles más bajos de conexión a internet en sus zonas rurales, con un desarrollo calificado como “malo”; mientras que en Bélgica, Austria, Francia, Italia, Hungría, Portugal, Malta, Polonia, Rumanía, Eslovenia o Eslovaquia el nivel de desarrollo de internet es “medio-malo”. Solo Luxemburgo y los Países Bajos rozan el aprobado con un nivel de desarrollo “medio-bueno”.
Y sorprende que ningún país alcance el aprobado con un nivel “bueno” en esta categoría. De hecho, en todo el apartado de desarrollo tecnológico solo hay un resultado considerado como “bueno”: el de Dinamarca en “Uso de internet y habilidades tecnológicas” de sus habitantes rurales.
“Hemos observado casos de poblaciones rurales europeas en las que sus habitantes no han utilizado el ordenador en el último año”, explica Rey-Alvite, que señala que el suspenso es generalizado en este sentido.
En el resto de indicadores, las diferencias entre países son significativas, aunque los mejores resultados están en el desarrollo del bienestar, un ámbito en el que aprueban Bélgica, Austria, Luxemburgo, Países Bajos, Suecia y Eslovenia.