Había expectación por escuchar a Horacio Morell en el IBM Think Digital 2020. No en vano, se trata de la primera intervención en este foro anual del ahora presidente de IBM España, quien asumió el cargo este mismo año, tras haber dejado su vicepresidencia europea de Soluciones Industriales y Desarrollo de Negocio con el fin de sustituir en el cargo a Marta Martínez. Ella, a su vez, ha saltado a la dirección de la multinacional en la región de EMEA.
Además, el momento acompaña a esta expectación. La progresión de la nube como modelo de despliegue TIC por defecto o la incorporación de la inteligencia artificial en muchas capas de negocio convierten la actividad de IBM (así como su extensa cartera de clientes) en una de esas que hay que observar de cerca. Máxime cuando esta evolución desde los paradigmas tecnológicos más clásicos -no hablemos ya del mainframe que duerme bajo los pies del Gigante Azul- hacia los nuevos entornos no está siendo tan veloz como cabría esperar.
Frente a otros estudios mucho más optimistas, los números que manejan en IBM sobre la transformación digital de las empresas denotan lo mucho que queda por hacer en estas lides. Según sus cifras, el 80% de las cargas de trabajo aún están en sistemas tradicionales, coincidiendo además con aquellos procesos más cruciales para el funcionamiento de los negocios en cuestión. Igualmente, apenas el 14% de las compañías ha incorporado ya la inteligencia artificial de forma decidida en su seno y, todo ello, nos lleva a que apenas entre el 10% y el 30% de los datos se aprovechen.
Ante ello, la respuesta de Morell es clara: “Debemos apostar por la cloud híbrida, como el puente entre esos modelos del pasado y los del futuro; como un facilitador de la innovación en base a estándares abiertos que posibiliten el acceso a la economía colaborativa, la integración con ecosistemas de innovación y todo ello con el imperativo de la ciberseguridad”. Una reinvención en toda regla de su propuesta de valor en la que se nota, y así también lo ha mencionado el propio directivo, el influjo de la adquirida Red Hat, pilar fundamental en la plataforma que IBM puede ofrecer en este campo.
La segregación
Esta reinvención calma del Gigante Azul también tiene otra vertiente muy particular. Hace apenas unos días, la histórica compañía anunció su segregación en dos corporaciones, siguiendo el ejemplo de otras firmas en el pasado como la extinta HP y de otras segregaciones que la propia IBM ha realizado en el pasado.
Hay que recordar que esta enseña ya se deshizo de su negocio de redes de comunicaciones en los 90, de su unidad de ordenadores personales en los 2000 (en favor de la china Lenovo) y, más recientemente, desinvirtió en su negocio de semiconductores. La razón en todos estos casos, al igual que en el que nos ocupa ahora, es la misma: estos segmentos no eran parte “de la propuesta de valor integrada” de IBM.
Sin embargo, en esta ocasión el movimiento es quizás el de mayor calado de toda su historia, especialmente porque lo que IBM va a escindir es parte del corazón de lo que históricamente a definido a esta empresa: sus infraestructuras de TI heredadas. Hablamos de los negocios asociados a los grandes sistemas que desde hace lustros vienen sobreviviendo en toda clase de organizaciones y que constituyen un negocio muy estable (en mantenimiento, gestión y soporte) aunque con escaso potencial de crecimiento.
No en vano, la compañía que aglutine estos activos tras la separación -denominada provisionalmente ‘NewCo’- tendrá nada menos que 19.000 millones en ingresos anuales, con contratos sellados con el 75% de las empresas del Fortune 100 y alrededor de 90.000 empleados en todo el mundo. Son cifras mayores, que reflejan una apuesta ambiciosa y arriesgada por parte del nuevo mandamás del grupo, Arvind Krishna.
¿Qué le quedará a la futura IBM? Precisamente aquello en lo que Krishna más énfasis ha hecho en los últimos años, y que el discurso a escala nacional de Horacio Morell también recoge: las operaciones en la nube híbrida, la inteligencia artificial y la computación cuántica. Tres patas para una silla que, cada vez más, ve como su corporativo azul se va tiñendo del espíritu rojo de Red Hat, el proveedor de cloud ‘open source’ que IBM adquirió hace dos años por la espectacular cifra de 34.000 millones de dólares.