El sobrenombre de ‘planeta azul’ le viene a la Tierra porque algo más del 70% de su superficie está cubierta de océanos y mares. Estas masas de agua salada regulan el clima, generan la mitad del oxígeno que respiramos y absorben una cuarta parte de todas las emisiones de C02.
Sin embargo, la actividad humana está dañando un ecosistema que es fundamental para la vida. Uno de los diagnósticos más completos realizados hasta ahora sobre la salud del planeta arroja resultados desoladores: el 66% de la superficie oceánica está deteriorada y menos del 3% goza de protección, es decir, está libre de la mano del hombre.
Este informe de la Plataforma Intergubernamental Científico-normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES, por sus siglas en inglés) de la ONU apunta, entre otras consecuencias, al peligro de extinción en el que se encuentran un millón de especies animales y plantas.
Con el objetivo de mejorar la conservación de los océanos y comprender cuál es efecto de la contaminación sobre ellos, un equipo de científicos del Observatorio Lotofen-Vesteralen (LoVe), en Noruega, lleva trabajando desde hace diez años en recabar datos físicos, biológicos y químicos de la costa del norte del país.
La recopilación de estos datos se realiza al instante a través de una red de sensores que cubren más de 52 kilómetros y que se transmiten a través de cables submarinos de fibra óptica. En esta década han almacenado 100 terabytes (TB), un volumen difícil de analizar e interpretar con sistemas tradicionales: sólo 1TB permite guardar 6,5 millones de documentos.
Generar conocimiento y detectar errores
Para avanzar en sus investigaciones y generar conocimiento en el Observatorio LoVe han incorporado técnicas de inteligencia artificial. El objetivo es encontrar anomalías en grandes cantidades de datos sin procesar que serían casi imposibles de identificar mediante un análisis puramente humano.
Detrás, dándoles soporte tecnológico, está Amazon Web Services (AWS) que, en colaboración con los especialistas en aprendizaje automático (machine learning) de Capgemini, están sacando adelante el proyecto de desarrollo de los algoritmos capaces de procesar esa información y hacerlo en tiempo real.
“Esta colaboración ha proporcionado a los investigadores del LoVe la capacidad de supervisar y analizar datos en circunstancias extremas, identificar cómo los patrones de migración biomarina interactúan con diversas características de la vida submarina y cuantificar un número cada vez mayor de las dinámicas de estos ecosistemas”, describe a D+I el director de dispositivos de IA en AWS, Mike Miller.
Miller detalla que desde AWS han puesto a disposición de los ingenieros de Capgemini “servicios de almacenamiento (Amazon S3), computación (Amazon EC2) y aprendizaje automático para ayudar al desarrollo de los (Amazon SageMaker). De esta forma –continúa–, los ingenieros pueden centrarse en la extracción de información de los datos, en lugar de configurar la infraestructura o el complejo proceso de las cargas de trabajo”.
Los investigadores de LoVe todavía están revisando todos los resultados, pero ya tienen las primeras conclusiones: han descubierto patrones de mareas completamente nuevos, así como comportamientos de ballenas que no habían observado antes.
“El análisis de datos y la IA han acelerado nuestra investigación sobre los grandes desafíos de la sostenibilidad en la vida marina”, reconoce la máxima responsable del Instituto de Investigación Marina de Noruega, Sissel Rogne.
También han identificado que los datos que proporcionaban algunos sensores no eran correctos, ya que representaban mediciones del fondo oceánico cuando debían ser de la superficie. Gracias a este proyecto han podido corregir el error. El siguiente paso, ahora, es aplicar sus descubrimientos para que nuestro planeta no pierda su color azul.