A lo largo de mi carrera he tenido el placer de visitar muchísimos centros de datos, tal y como ha quedado plasmado en estas mismas hojas. Desde el CPD que Facebook tiene en los confines de la Tierra (también conocido como Lulea, en Suecia) hasta los centros de IBM en Silicon Valley, pasando por el 'data center' de Telefónica en Alcalá o los de 'pure colocation' de firmas como Interxion o la más centrada en redes Sarenet en el País Vasco.

Todos ellos comparten misma impresión de miles de racks con luces parpadeantes, kilómetros de cables y unas temperaturas gélidas acompañadas de un ruido no mucho mejor. Pero es dentro de estas instalaciones donde la revolución digital se hace realidad, por lo que su propia evolución ha de tenerse en cuenta como una tendencia en sí misma.

El despegue del Internet de las Cosas, la irrupción del streaming de contenidos o la progresiva interrelación de servicios cloud hacen obsoleta la idea tradicional de que cada empresa disponga de su propio centro de datos: aislado, centralizado y sin demasiadas capacidades de conectividad. Una persona entendida en el sector llega incluso a anticipar el fracaso de centros como el del BBVA («hicieron una fuerte apuesta que se quedó obsoleta al irse a cloud») o el de Telefónica («es un silo y con sólo conectividad de la propia Telefónica. No me extrañaría que no terminen de desplegar todas las fases del CPD e, incluso, que en un par de años cedan gran parte del espacio a la Universidad de Alcalá». Tiempo al tiempo.

La clave en estos tiempos parece pasar por esa interoperabilidad, colocación junto a otras compañías con las que crear comunidad y una dualidad entre centros de datos propios (en los que gestionar las aplicaciones críticas de la firma) con una serie de CPD descentralizados, que podríamos llamar de proximidad, pare hacer llegar los servicios al usuario final con la mínima latencia posible, algo elemental en un futuro mundo hiperconectado y con el streaming de contenidos en tiempo real en alza. Miremos el ejemplo de Amazon: siempre despliega uno o dos centros propios en cada país, pero después opta por instalaciones de terceros para completar su oferta. O Netflix, que usa CPD de terceros para la distribución local de sus contenidos.