Estamos en plena recta final del curso, en ese momento del año en que las calles se visten con sus mejores galas y cuando las luces de Navidad traspasan fronteras de ilusión para los más pequeños de la casa. En el caso del tejido empresarial, este es el momento de hacer balance del año (incluyendo la siempre tediosa tarea de cerrar las cuentas del ejercicio) y comenzar a establecer prioridades y gestionar las expectativas del año que está a punto de comenzar.

En un principio, cabría pensar que el 2019 debería ser un buen año. IDC prevé un gasto en TIC de más de 47.500 millones de euros, solo en nuestro país. Se trata de un 1,7% más respecto a la inversión realizada este año (estimada en un origen en 41.600 millones de euros, cuando se predijo un crecimiento de apenas el 0,4% respecto a 2017).  Y, pese a estas buenas perspectivas a priori, las visiones de los directivos clave del sector tecnológico no son igual de optimistas.

Así ha quedado patente esta semana en las conversaciones informales que han mantenido algunas directoras generales de compañías de referencia como HP Inc. o Fujitsu. Tanto Helena Herrero como Ángeles Delgado coincidieron en diagnosticar la situación como "retadora", apelando a factores que sobrepasan la capacidad de control de la propia industria, desde la incertidumbre política hasta el contexto económico. Variables que afectan a todo el tejido productivo español pero que harán más complicado el camino de aquellas empresas que dependen sobremanera del sector público para sostener sus cuentas (en estos dos casos particulares, HP Inc. tiene un gran peso en ventas de equipos para el sector educativo, mientras que la Administración es el principal nicho de actividad de Fujitsu, con proyectos en prácticamente todas las Comunidades Autónomas y ayuntamientos del país).

Que la consolidación de la transformación digital esté en peligro por estos elementos ajenos resulta paradójico, ya que en juego no están solo los beneficios de las empresas del sector, sino el propio futuro de la economía española. Un terreno sobre el que no debería caber ningún juego partidista, lo que nos remite una vez más a la necesidad de un Pacto Digital que elimine estas incertidumbres de una vez.