Todo pasa por las empresas de tecnologías de información y comunicación, las TIC. Se trata de uno de esos sectores (probablemente el que más) obligado a surfear entre dos lógicas tan habitualmente dispares y asincrónicas como las de la empresa y la Administración. La mayoría de las compañías tecnológicas son, en efecto, y ponen mucho empeño en serlo cada vez más, poderosos contratistas del sector público, aunque normalmente cueste asociarlas con la política. Sus directivos en esa compleja actividad experimentan cada día en sus carnes el desgaste que eso supone. No resulta sencillo explicar a las cúpulas en Londres, Múnich, Tokio, Shenzhen, Shanghai, París, Tel Aviv, Hong Kong, Silicon Valley o Nueva York esto de que en España tienes que negociar con el Gobierno central y, también, con otros 17 autonómicos. ¿Sabéis bien a lo que me refiero, verdad?

Lo cual que, como sucede en otros ámbitos del negocio, se van perpetuando formas de hacer las cosas y relaciones, y pasan los años, y se crea una especie de statu quo. Hasta que, de repente, se encienden las luces. Lo que coloquialmente se conoce como 'levantar las alfombras'. ¿Quién iba a pensar que el PSOE perdería el poder en Andalucía? Las encuestas no lo pronosticaban con seguridad. Pero así ha sido. Llega un tal Juan Manuel Moreno Bonilla, nacido en Barcelona por cierto, y decide que quiere auditar a fondo las cuentas de la Administración. Y en el sector TIC algunos se tientan la ropa, porque cuatro décadas de socialismo es mucho tiempo y a ver qué va a salir. Toda auditoría se presenta como antídoto eficaz contra la falacia de la transparencia: un bosque de datos, sin señalizar, es el segundo mejor lugar para esconder un cadáver... tras la página 10 de Google, claro.

Sin el concurso de conocidos proveedores TIC no se hubiera podido siquiera intentar un referéndum como el del 1-O en Cataluña, así ha quedado reflejado en la instrucción judicial. Ni se moderniza la sanidad, ni la justicia, ni la educación. Aunque, en ocasiones, acaben confluyendo hasta seis proveedores TIC distintos en el mismo hospital, y acabemos haciendo un pan con unas tortas, ya que eso tampoco ayuda a reducir la confusión. 

No es una etapa fácil, en fin, para las sedes españolas de muchas compañías tecnológicas. Se alarga ya demasiado este periodo de tránsito, junto a la Administración, por las arenas movedizas de lo imprevisible. Y conforme emergen nuevas vías de negocio, otras se democratizan y pierden valor, de ahí que algunos gigantes digitales se vean obligados a recortar empleo, mientras buscan profesionales cualificados con habilidades nuevas. Quién dijo que ser TIC era fácil.

Eugenio Mallol es director de INNOVADORES