Es España independiente? En la esfera jurídica tiene cierto margen, es verdad, pese al enorme peso de la Unión Europea en nuestro ordenamiento. Pero en la esfera del conocimiento, ¿lo somos? Muy poco. Y si analizamos con rigor el impacto de la ciencia, la cultura y la tecnología en la configuración real de nuestras sociedades tendremos que admitir que los raíles tecnológicos y culturales sobre los que desarrollamos toda nuestra actividad proceden de forma muy significativa de terceros países.

Desde ese punto de vista, tenemos una enorme dependencia, somos compradores, nuestra balanza intelectual es negativa, somos un país sucursalista, subsidiario, deudor. Nos gusta engañarnos con las estadísticas de publicaciones científicas, y celebramos esas victorias. Pero nuestras grandes corporaciones del Ibex 35 enarbolan un par de decenas de patentes al año, mientras Huawei protege más desarrollos tecnológicos que toda la economía española junta. ¿Somos independientes en ese sentido? Poco.

Esa es la clase de independencia por la que interesaría movilizar a las masas. Esta semana, a un destacado representante de nuestra élite científica le ha sido imposible retener a una investigadora porque le habían ofrecido participar en un proyecto de investigación en el Norte de Europa financiado con ocho millones de euros por parte de una fundación. Hoy en día es imposible en España que un sólo proyecto de investigación reciba un millón de euros al año y muy difícil que obtenga algunos cientos de miles. Ni hay Gobierno, ni grandes corporaciones, ni fundaciones que quieran poner dinero de verdad por esa independencia. En ningún territorio del país. "Nos falta añadir un cero a todo", decía mi interlocutor.

Estos días hemos visto el estallido de una enorme energía transformadora en las calles de Cataluña. Una parte de esa energía ha derivado en una actitud violenta insoportable, inútil, furtiva, pero otra parte es genuina, compartamos o no el objetivo político que persigue. Reconozcámosla, adoptémosla como un activo e interpretémosla como un fenómeno reproducible en el resto del país.

La tarea del líder debería ser dirigir esa energía transformadora hacia ese otro tipo de independencia por la que vale la pena poner en marcha a nuestra sociedad, la independencia del conocimiento, la de la innovación basada en ciencia y tecnología. Encontrar la fórmula para concertar ese movimiento en todo el país, ofrecer a esa sociedad hastiada de sucursalismo, a esa juventud necesitada de protagonizar su propio futuro, la meta del liderazgo innovador debería diferenciar a los partidos en las próximas elecciones. ¿Alguien sabrá hacerlo?

EUGENIO MALLOL es director de INNOVADORES