Los ciclos de lanzamiento de producto se han acortado tanto que una de las grandes demandas de los fabricantes a sus proveedores tecnológicos está siendo aumentar la capacidad de producción de sus plantas. Desde farmacéuticas hasta industrias agroalimentarias o del automóvil saben que cualquier innovación que lancen al mercado será imitada en cuestión de meses, de modo que necesitan lograr en los momentos iniciales el máximo alcance. Y eso es algo que la tecnología digital les permite, junto a la reducción de costes, gracias a la dilución de fronteras entre las áreas de información, ingeniería y operaciones (aunque las barreras culturales sean a veces, ay, mucho más difíciles de eliminar).

Ese proceso verá reforzada su posición, como uno de los grandes vectores de transformación de la economía, gracias al impulso que recibirá de la 5G. Que no os ciegue el discurso mainstream acerca de la 5G, a lo que hay que estar muy atentos, porque ahí está el meollo de la revolución, es a los nuevos casos de uso en el ámbito industrial y en la gestión de organizaciones complejas, como sanidad o logística. La economía en tiempo real.

Son enormes las esperanzas que se están poniendo, por ejemplo, en el slicing, la posibilidad de aislar, para determinados usos, tramos de la red interna de una compañía, con esa latencia prácticamente nula de la 5G, algo que no permite la normativa actual en el caso de las redes públicas debido al principio de neutralidad. Unida a la capacidad de computación en el edge, se vislumbran aplicaciones revolucionarias. No es extraño que sean, de hecho, las propias operadoras de telecomunicaciones las que estén tratando de posicionarse como proveedores en un tipo de actividad que no han conseguido sacar adelante en el espectro público.

La clave es si compañías como Telefónica, Orange o Vodafone conseguirán convencer de que son necesarias a un mercado tecnológico que ha dotado claramente a la 5G de entidad propia. Las grandes consultoras no la integran en su rama de telecomunicaciones, ni en sus laboratorios de industria 4.0, sino que le asignan un lugar específico. Y no son los únicos. 

¿Qué nos proporcionará más conectividad en el futuro: el móvil, el coche, la casa o el dispositivo de realidad virtual que usaremos en nuestro puesto de trabajo? ¿Cuántos de ellos necesitarán conectarse a una nube pública, a cuántos les bastará el edge? La industria está abandonando los esquemas de concentración vertical, que han liderado con comodidad los operadores de telecomunicaciones, y trabaja en conceptos transversales. Ahí el factor dominante es otro. 

Eugenio Mallol es director de INNOVADORES