La tribuna
Nuestros hogares son ‘cavernas de Platón 2.0’
Distinguir en pantallas digitales lo verdadero de lo falso y aprender a convivir con la inevitable incertidumbre
Nuestros hogares hoy, en el actual confinamiento, se han reconfigurado como ‘cavernas de Platón’, pero conectadas e invadidas por lo digital. Por eso les llamo ‘cavernas de Platón 2.0’ y porque, además, son unas ‘cavernas’ multidimensionales en las que se mezcla lo real y lo irreal (su representación digital); lo inteligible y lo sensible (emocional) con lo irracional y lo imaginado; desde fuera y desde dentro, además de estar todas interconectada entre sí.
Hay millones funcionado ahora en España e Italia y muchos más países en el mundo, con millones de familias confinadas en sus casas por orden gubernativa para evitar la expansión del coronavirus. Existe ahora mismo una auténtica continuidad de espacio topológico y distribuido de ´cavernas de Platón 2.0’ entre las que se establecen relaciones, por ejemplo, de convergencia, conectividad, continuidad, vecindad, todo ello con vínculos de carácter digital que se han multiplicado.
Solo una cifra. Según informan los gestores del Punto Neutro español de Internet ESPANIX, en solo 48 horas tras la declaración del Estado de Alarma, su tráfico de intercambio de datos se duplicó, pasando de 250 Gigabit/segundo a 500, manteniéndose en ese rango hasta hoy. Así que se da la paradoja que quienes están aislados físicamente en sus ‘cavernas 2.0’, al tiempo, están hiperconectados intensamente a internet, y también ligados virtualmente con otras ‘cavernas’ de la misma especie con las que comparten, rebotan o vuelcan múltiples representaciones digitales muy variadas, tanto de su interior como del exterior. Es decir que mediante esa conectividad de banda ancha también pueden emitir o compartir contenido digital hacia fuera según el modelo de-todos-a-todos, con las herramientas digitales sociales. Esto, obviamente, no existía en la alegoría platónica. La diferencia la señala la denominación ‘2.0’, pero aún hay más diferencias, como veremos.
Veamos la versión original de la Alegoría. El sabio filósofo Platón creó una descripción metafórica, al inicio del libro VII de su obra La República, usando la alegoría de la caverna. Una alegoría que parece haberse reencarnado en casi todos nuestros hogares durante el llamado enfática y disciplinariamente estado de alarma. Comenzaré relatando cómo describía el filósofo griego su alegoría y cuál era la función de esta metáfora en su pensamiento para poder mostrar, que se adapta como la mano al guante –o al revés- en nuestra experiencia cotidiana actual de este masivo aislamiento. Enclaustramiento, por cierto, que no solo está ocurriendo a personas y familias de nuestro país, sino de medio mundo, para tratar de protegerse de los peligros de la enfermedad infecciosa causada por el virus SARS-CoV-2.
Tal es la magnitud de esta pandemia global en el mundo ahora mismo, que hace que las que llamo ‘cavernas de Platón 2.0’ sean ahora mismo casi algo universal, ya que son un hecho físico en 185 países a los que ha llegado el Covid-19, de los 192 que tiene el mundo según la ONU.
Por supuesto, convertir un hogar en la citada caverna es algo muy variado, igual que la casuística física de casas y hogares e instalaciones es muy diversa en los países. Pero, para entendernos, según lo planteo hay, al menos, cientos de millones de esas ‘cavernas 2.0’ funcionando como tales ahora mismo. Lo cual es notable. Creo que ni siquiera Platón hubiera imaginado que algo así se haría real 2.400 años después de su vida, (él creo su obra La República en el 380 a.C. en la que incluyó su alegoría de la caverna).
Desde mi aislamiento por la pandemia global, pienso que si el antiguo sabio, –que siempre en vida se dedicó a enseñar con afán la búsqueda de la verdad y la virtud en la vida y, en esa obra en particular, sobre todo la mejor gobernanza–, viera ahora lo que está pasando en el mundo, creo que vería como algo deplorable el comportamiento de los gobernantes que ignoraron contumazmente los repetidos avisos de sabios, científicos y gente muy consciente que advirtieron que esto iba a ocurrir. Los ignoraron hasta el punto de que en todo lo que llevamos de siglo no prepararon en ningún país reserva estratégica alguna de sistemas de protección, para esta contingencia de enorme magnitud que estaba avisada.
La consecuencia, desgraciadamente, la estamos pagando muy cara en vidas humanas y también en forma de la debacle económica de empresas y puestos de trabajo que se nos viene encima. Mientras escribo estas líneas compruebo que el total de infectados en el mundo supera los tres millones (un millón en EEUU) y el número de fallecidos rebasa ampliamente los 217.000, (de los cuales 58.955 son de EEUU). Las cifras siguen creciendo. Y veo demasiadas coincidencias con el relato de Platón como para no pensar en ello.
El isomorfismo entre la alegoría de Platón y la ‘caverna 2.0’
Un isomorfismo, en su definición clásica, se refiere a dos estructuras entre las que puede haber cierta correspondencia biunívoca, y aunque se suele referir a estructuras naturales como las de cristales o las isomorfas de las matemáticas, el concepto también sirve para descripciones y significados e incluso de categorías, que sería el caso. Y, en sentido amplio, puedes llegar incluso a pensar en ello como una equivalencia de categorías, porque al igual que en la descripción original de Platón se combinan elementos del mundo sensible (el conocido a través de los sentidos) y el mundo inteligible e intangible (materia del puro conocimiento, lo que no siempre tiene que ver solo con el raciocinio), y también –en el caso que nos ocupa– con las emociones y los sentimientos, e incluso siendo heterodoxos con lo que llamamos los ‘estados’ de ánimo. En todos ellos está afectando esta pandemia a las personas.
En la versión 2.0 de la citada ‘caverna’, encarnada ahora mismo en nuestros hogares del confinamiento, se combina todo eso: la cavidad que nos acoge, a veces una casa amplia, a veces una pequeña, como pisos, o apartamentos y, en los casos más difíciles puede ocurrir que se articule en una sola habitación de confinamiento. Pero, prácticamente, todos los casos, habrá además de personas, pantallas digitales conectadas con el exterior.
Vayamos por partes. En la descripción platónica de la caverna, en síntesis, tal como Platón la describió, es algo así: se trataba de un espacio cavernoso en el que permanecen un grupo de hombres prisioneros desde su nacimiento, con cadenas que les inmovilizan por el cuello y las piernas, de manera que únicamente pueden mirar hacia la pared del fondo de la caverna sin poder nunca girar la cabeza para mirar a otro lado. Justo detrás de ellos, se encuentra un muro con un pasillo y seguidamente, y por orden de cercanía respecto de los hombres, una hoguera y la entrada de la cueva que la conecta con al exterior. Por el pasillo del muro circulan hombres (u ‘hombrecillos’, llamado incluso ‘duendes’, según alguna versión), portando todo tipo de objetos cuyas sombras, gracias a la iluminación de la hoguera, se proyectan en la pared que los prisioneros están obligados a ver frente a ellos. Estos hombres llevan encadenados tanto tiempo que ya conciben como ‘verdad’ las sombras de los objetos, es decir su proyección, que sería como una representación proyectada de dichos objetos. Debido a las circunstancias de su ‘prisión’ y por cómo es su posición e inmovilización, según Platón, se hallan condenados a tomar por ciertas únicamente, todas y cada una de las sombras proyectadas, ya que no pueden conocer ni han conocido nada del mundo real exterior ni de lo que acontece a sus espaldas.
La narración continúa contando lo que ocurriría si uno de estos hombres fuese liberado y obligado a volverse hacia la luz de la hoguera, o del exterior, contemplando, de este modo, una ‘nueva realidad’ para él. En un momento dado, uno de los hombres tras haber experimentado la situación común largo tiempo, es separado de los demás y obligado a encaminarse hacia el exterior de la caverna a través de una dura y escarpada subida. Y, de pronto, tiene acceso sensorial a una ‘nueva realidad exterior’ (hombres, árboles, paisajes, lagos, astros, etc. identificados con el mundo exterior, real, (e inteligible), o sea, como dice el filósofo, iluminado por “el Sol, la luz y lo que le es propio”, una metáfora que encarna la idea de ‘bien’, que se puede asociar en opinión del filósofo con la verdad, es decir, con lo que sucede verdaderamente en el mundo real. La alegoría acaba, en un último episodio cuando, al entrar de nuevo el prisionero a la caverna en donde intentará desatar y hacer subir a sus antiguos compañeros hacia la luz, Platón nos asegura que estos serían capaces de matarlo y que, efectivamente, lo harán cuando tengan oportunidad, lo que es una alusión al esfuerzo, mostrado con el ejemplo de Sócrates, quien por intentar ayudar a los hombres a llegar a conocer la verdad, fracasó y acabó siendo condenado a muerte.
Por supuesto, el corolario de asociar el bien con la verdad y la mentira con el mal se contradice en múltiples formas y cosas de nuestro actual mundo y sus pantallas, en las que lo real y lo irreal se confunden en esta Segunda Digitalización en la que estamos. Y asociar la mentira y lo falso con el mal en sus representaciones digitales no es siempre una asociación diáfana en el mundo global actual donde, se combinan recursos con múltiples usos y propósitos, y a enorme escala en ello.
Volviendo al relato platónico, imaginemos el isomorfismo de ver nuestros hogares reencarnados en una ‘caverna de Platón 2.0’. La cavidad, el espacio cavernoso de la alegoría, sería nuestro hogar. Las cadenas citadas que nos mantienen ‘sujetos’ en casa no son cadenas metálicas físicas, sino la obligatoriedad vinculante y legal del decreto del Gobierno de estado de alarma del 14 de marzo y la vigilancia de su cumplimento por las fuerzas del orden; y, obviamente, claro, el miedo por la seguridad de nuestras familias y por la nuestra también. El encierro, en nuestro caso actual, no es de por vida como el de los esclavos inmovilizados de la alegoría, sino que se supone que durará mientas esté vigente el decreto y sus ampliaciones de plazo legales y parlamentarios hasta el ansiado desescalado.
Y la proyección de luces y sombras (en el interior esta versión de la caverna 2.0) son proyecciones inversas, es decir, pantallas digitales. Y no están solo en la pared frente a los inmovilizados (televisor), sino también sobre las mesas (ordenador) o en las propias manos (nuestros teléfonos inteligentes) de los habitantes esparcidos por toda la ‘caverna 2.0’ de forma ergonómica. Es decir, que en la ‘caverna de Platón 2.0’, a diferencia de la alegoría platónica original, no hay una hoguera que proyecta luces o sombras creando un mundo artificial, sino son varias “hogueras digitales” capaces de proyectar luces, sombra y colores en muchos fragmentos de superficies luminosas, –individuales o compartidas o superpuestas–, seguramente tantas como habitantes de la caverna/casa. Estas ‘hogueras digitales’ proyectan sombras, luces y colores porque están conectadas al exterior, pero no nos las traen reales, sino en forma de representaciones digitales de elementos de la realidad física.
Así nos llegan a la ‘Caverna 2.0’, por ejemplo, las apariciones del profesor Simón y los dirigentes, compañeros suyos de plató televisivo; los noticiarios y avisos sobre el Covid-19, se supone. Pero también ficciones adictivas (series y/o Netflix, etc.). En esta versión 2.0 de la ‘caverna de Platón’ no está siempre claro que lo real y la verdad sean mejores, o más creíbles, que la mentira y la ficción, que a veces pueden ser incluso más verosímiles, aunque todas ellas, en cualquier caso, vienen en forma de representación digital de diversas realidades. Lo tomamos como un isomorfismo aunque muchas veces es una ‘realidad modificada’ intencionalmente que no se corresponde exactamente con la realidad física. Sería un isomorfismo imperfecto o incompleto.
La pregunta es si cuando salgamos, esta experiencia de percibir la realidad exterior a través de una representación digital e intencionalmente modificada, conservaremos la misma relación que teníamos con nuestra realidad objetiva circundante, o esta experiencia habrá la habrá modificado para siempre. Y, otra pregunta, es cuál será más decisiva para nuestras decisiones futuras. Ya se dice que gran parte de nuestra labor debería ser, a partir de ahora, en modo teletrabajo. Pero se han empezado a ver que esta inmersión total en la caverna 2.0 tiene sus efectos al respecto. Ya se habla de la ‘fatiga de Zoom’ en referencia a la sobreexposición a reuniones virtuales con esta herramienta de videoconferencia en grupo, que según la BBC, “drena nuestra energía” y según National Geographic “agota nuestro cerebro”.
Inesperadamente, la sobreexposición a las reuniones virtuales y a la hiperconectividad son mucho más exigentes de lo creíamos fisiológica y mentalmente. No salen ‘gratis’ a nuestro sistema cognitivo, y producen un cansancio específico que ya tiene nombre, además de ser un punto ‘adictiva’.
Los ‘duendecillos’ de la ‘caverna de Platón 2.0’
Pero lo más interesante para mí en todo esto son los llamados en el relato platónico ‘hombrecillos’ o ‘duendecillos’ de la caverna. Serían (usando la jerga de Echeverría), los tecno-duendecillos de la ‘caverna 2.0 de Platón’ que alimentan las visiones de los ‘prisioneros’. Estos, son distintos a los de la antigua analogía platónica, Primero porque sus ‘señales’ o mensajes nos llegan por medios tecnológicos digitales; segundo, porque no se encuentran físicamente dentro de la misma caverna, como los del relato original, sino muy lejos (en este sentido también serían ‘teleduendecillos’). Y son muchos compitiendo entre sí por imponer su relato, modificar los contenidos de nuestra percepción y la orientación de nuestro convencimiento.
Para imaginar cómo funcionan las proyecciones de la ‘hoguera digital’ en la ‘caverna 2.0’, la representación gráfica del mito de esta caverna que mejor me encaja es la del grabado de Jan Saenredam de 1604, porque, a espaldas de los inmovilizados prisioneros aparecen muchos personajes de diferente rango, todos interesados en qué mensajes e imágenes les llegan a los inmovilizados. Saenredam los representa como personajes de apariencia más o menos importantes representando una cadena de órdenes organizada intencionalmente. Así que lo que les llega a los prisioneros no son simplemente representaciones neutras de la realidad exterior sino mensajes, imágenes y visiones con propósitos específicos de generar estados de opinión, de creencias y también de entretenimiento para esta, podríamos llamarla, ‘clientela cautiva’ durante el confinamiento.
Lo que está ocurriendo en las múltiples ‘cavernas 2.0’ de Platón en un experimento social de facto sin precedentes en cuanto a la posible sustitución de la experiencia del mundo real por sus representaciones digitales, con personas de todas las edades, confinadas. Sabemos que, por su elaborada calidad, las representaciones digitales con que los tecno-duendecillos citados alimentan las pantallas de nuestras ‘cavernas de Platón 2.0’ provocan una extendida confusión entre lo real y lo irreal; entre verdad y mentira (deep fakes o falsedades profundas), porque son ya indistinguibles, para muchas personas, comenzando por niños y adolescentes, para los que la exposición a las pantallas en este confinamiento tiene rango de sobredosis.
Pensando en positivo quizá aprendan gracias a ella a distinguir en esas pantallas, omnipresentes en sus vidas, lo verdadero de lo falso, porque esa va a ser una de las habilidades esenciales para vivir en el mundo de la post pandemia global. Y la otra, obligatoria, va a ser aprender y adaptarse a convivir con la inevitable incertidumbre del mundo del futuro inmediato en el que apenas van a encontrar certezas. Prepararse para esas dos cosas serían dos buenas lecciones bien aprendidas en esta crisis del Covid-19.