Cualquiera que frecuente, presencial o virtualmente, los grandes eventos internacionales sobre innovación sabe que bastan los dedos de una mano para contar aquellos en los que tienen protagonismo los políticos locales. Al menos, el protagonismo que les otorgamos en España.

Impensable que el MIT Technology Review invite al alcalde de Boston o al gobernador de Massachusetts para bendecir y pronunciar las palabras de apertura en uno de sus foros. ¿El gobernador de Nevada en el CES? Sí, de visita con su mujer y su hija y de ponente en uno de los debates.

Porque los eventos que pretenden tener efecto transformador pelean por reunir al conocimiento de vanguardia, no al político de retaguardia. Ese fue el giro que realizó el World Economic Forum, cuando parecía abocado a ser una pasarela mediática, pura anécdota, y decidió convertirse en una palanca influyente (aunque siga pagando algunos peajes insalvables, claro).

Recientemente hemos asistido en España a dos eventos que han pecado de esa tendencia tan nuestra de quedarnos en las formas, en la superficie, para lo cual no hay nada mejor que invitar a altos cargos públicos y presidentes del Ibex. Ninguno de los dos pasará a la historia por movilizar absolutamente nada.

Se trata del Foro de la Toja y del South Summit. El primero, precedido de polémica por la ausencia de mujeres ponentes, sirvió para volver a escuchar a expresidentes del Gobierno (qué puede aportar Mariano Rajoy sobre el futuro de España) y poco más, de modo que el tema principal acabó siendo la continuidad o no de la Monarquía.

El segundo, con despliegue ministerial bajo palio, como corresponde, porque si no la cosa es que no tiene relevancia, otorgó al excelente actor y mejor persona, pero irrelevante desde el punto de vista de la innovación y el emprendimiento, Antonio Banderas, una hora de cámara en la ceremonia inaugural. Por no hablar de la conversación, con cuadro de Goya al fondo, entre María Benjumea y Ruiz de la Prada.

La broma no tendría más importancia si no fuera porque es el síntoma de una carencia: la sociedad no es capaz de percibir el potencial transformador que tiene la reunión de los principales agentes del ecosistema innovador en un foro. Y no lo hará mientras no se distinga lo principal de lo accesorio.

Es un error que cedamos a la tentación del espectáculo y el protocolo en los foros sobre innovación (en cuya organización, por cierto, tanto nos cuesta innovar), ese atajo no lleva a ningún sitio. Hay que dar prioridad al conocimiento en la frontera, dar un sentido de país, un futuro creíble.

Nada de eso se ha visto en La Toja y en el South Summit. Si no, lo que queda es puro marketing, publicidad vana. En términos políticos, el equivalente a crear un Consejo Consultivo para la Transformación Digital con 79 miembros (genios que son algunos).

Eugenio Mallol es director de INNOVADORES