En estos momentos el 90% de la población mundial cuenta con cobertura de banda ancha móvil. Sin embargo, la UIT (organismo de la ONU especializado en telecomunicaciones) recuerda que este dato no supone que todas las personas tengan acceso a la tecnología en igualdad de condiciones, lo que sigue siendo un freno para el desarrollo social y económico del planeta.
La tecnología ya se ha convertido en la base de cualquier tipo de actividad y, por lo tanto, en un factor clave para el avance de la humanidad. Cada uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible aprobados por Naciones Unidas en 2015, con tres metas básicas como son erradicar la pobreza, combatir la desigualdad y solucionar el cambio climático, tienen en la tecnología un acelerador común.
Así, la tecnología ha hecho posible el acceso a nuevos servicios financieros digitales, que permiten a muchas personas formar parte de la actividad económica. También facilita el acceso a la información, a servicios de la salud, a la educación, a oportunidades empresariales y laborales para la mujer, mejora la gestión de la energía y de los recursos naturales…
Un buen ejemplo del avance promovido por el sector de las telecomunicaciones es la banca móvil en el continente africano, donde hace más de una década Vodafone empezó a ofrecer servicios de banca digital, siendo después seguido por Orange con su propio planteamiento. Hoy en día, ese tipo de servicios móviles permiten a los residentes enviar y recibir dinero entre ellos, realizar pagos comerciales, acceder a créditos, beneficiarse de subsidios públicos y de servicios relacionados con la salud. Todo eso en un vasto continente que carece de una red de oficinas como las que conocemos en Europa.
Además de lo anterior, de acuerdo con el Ericsson Mobility Report, la aplicación de las tecnologías más innovadoras también podría ayudar a reducir los gases de efecto invernadero hasta un 15% en 2030, lo que supondría eliminar la huella de carbono actual de la Unión Europea y Estados Unidos.
Barreras que limitan el avance de las TIC
Las empresas del sector TIC han realizado una fuerte inversión en I+D+i para lograr democratizar la tecnología, logrando que las tendencias más avanzadas estén al alcance de una gran parte de la población, tanto en precio como facilidad de uso. Nadie puede poner en duda que la parte más positiva de la globalización, en la que todas las personas tienen acceso a la misma información y los mismos recursos para formarse, comunicarse, hacer negocios o cuidar de su salud y de su entorno, es hoy posible gracias al avance que ha experimentado la tecnología en los últimos veinte años, haciendo posible un progreso social y económico sin precedentes.
Sin embargo, a pesar de esta disponibilidad tecnológica, aún no está todo hecho. Una gran parte de la población mundial, hospitales o escuelas siguen sin tener acceso a estas herramientas, lo que les impide progresar y obtener los beneficios que proporcionan.
Para que estos avances se materialicen y comiencen a dar frutos concretos es necesario contar con el apoyo, principalmente, de los gobiernos, pero también de reguladores, asociaciones multisectoriales, organismos de normalización, empresas, inversores y universidades y ONGs, a fin de superar algunas barreras que ralentizan su progreso, tales como:
- Legislaciones restrictivas que no fomentan el uso, desarrollo e implantación de tecnologías y aplicaciones tanto a nivel de infraestructura como comercial y de usuario final.
- Falta de políticas de colaboración público-privada dirigidas a estimular la innovación y el crecimiento de las empresas.
- Interoperabilidad de las tecnologías, que se soluciona mediante el desarrollo y fomento de estándares, que además ofrecen protección ante distintos riesgos.
- Escasez de inversión en infraestructuras físicas preparadas para el uso de estas nuevas tecnologías. De nada sirve la disponibilidad de banda ancha móvil si escuelas, hospitales, organismos o empresas no están conectados.
- Falta de planes de apoyo a startups capaces de desarrollar aplicaciones focalizadas en las necesidades locales.
- Inexistencia de planes de formación sobre tecnología dirigidos tanto a usuarios como a profesionales con el objetivo de que puedan sacar todo el partido a las soluciones disponibles.
Muchos y muy variados son los centros de poder que tienen influencia a la hora de impulsar el proceso de transformación social a través de la adopción de las nuevas tecnologías, pero sin un marco legislativo adecuado que contemple medidas de apoyo financiero y fiscal, que agilice la asignación de espectro, que facilite la instalación de las infraestructuras físicas necesarias y que fomente la actividad de proveedores de servicios y desarrolladores de aplicaciones, ni empresas, ni organismos, ni personas van a ser capaces de aprovechar las oportunidades y beneficios que nos ofrecen las nuevas tecnologías.
Por otro lado, la puesta en marcha del Plan de Recuperación aprobado recientemente por la Unión Europea supone una oportunidad excelente para abordar los múltiples desafíos relacionados con el desarrollo sostenible. Se trata de 1,8 billones de euros dedicados, en gran medida, a la investigación, innovación, transición climática y digital, protección de la biodiversidad e igualdad de género.
La tecnología tiene un poder transformador, lo que la sitúa en el centro de todos los Objetivos de Desarrollo Sostenible publicados por la ONU, así como de los recogidos en el Plan de Recuperación de Europa. Para todos ellos la tecnología tiene una respuesta. Impulsando su implantación se promueve el progreso del mundo y la mejora en las condiciones de vida de la población. Por ello, debería dejar de considerarse como un bien comercial más para convertirse en un derecho fundamental de las personas.
*** Miguel Ángel García Matatoros es director general de Blue Telecom Consulting