Sin educación, el avance y desarrollo de nuestra sociedad es imposible. La UNESCO celebró ayer el Día Internacional de la Educación. Esta fecha reconoce su importancia como pilar fundamental de los países pero, también, la necesidad de proteger este derecho fundamental. Lamentablemente, no todas las personas tienen acceso a una educación de calidad. Sin ir más lejos, los últimos datos de esta entidad internacional señalan que un sexto de la población mundial de niños en edad escolar no está escolarizada.
Uno de esos niños fue, en la década de los 2000, William Kamkwamba, un chico que soñaba con construir un molino de viento para darle electricidad a su familia. William vivía con sus padres en una aldea de apenas cincuenta personas sin acceso a electricidad, en Malawi, uno de los países con el PIB más bajo del mundo. Una hambruna hizo que William se viera forzado a dejar la escuela y, cuando quiso volver, su familia no pudo afrontar el pago de la matrícula. Esto no le frenó en la idea de hacer realidad su sueño.
Tras no poder seguir con su educación en la escuela, William tuvo que recurrir a la biblioteca local para saciar sus ganas de conocimiento. Allí aprendió sobre el uso de la energía y con todo la información que recabó, diseñó y construyó el ansiado molino con todo el material que tenía a su alcance. Además, vislumbró la necesidad de añadirle un aspa más para darle al molino una mayor potencia. Tenía 14 años. Y se había convertido, sin saberlo, en un emprendedor nato.
¿Qué hubiera pasado entonces si William hubiera tenido todos los recursos a su alcance? ¿Si, además de su innato espíritu emprendedor, hubiera tenido acceso a una educación de calidad? La historia de William nos muestra que además de velar por la educación, también es nuestra responsabilidad dotar a todo el mundo de las herramientas necesarias para llevar a cabo sus sueños. Es un reflejo de que el emprendimiento innovador puede y debe ser un aliado de la educación, ayudando a proyectar nuevos horizontes de futuro.
Desde el Alto Comisionado para España Nación Emprendedora tenemos la certeza de que debemos poner al emprendimiento innovador al servicio de la educación. Y tenemos una visión clara del por qué y del cómo vamos a hacerlo.
En primer lugar, si la educación despierta vocaciones, el emprendimiento innovador debe ayudar a potenciar competencias. Así, todas las personas tendrán el acceso al conocimiento para desarrollar los empleos del futuro. Según el último informe del Foro Económico Mundial, hasta 2022 se crearán 133 millones de nuevos empleos y siete categorías profesionales serán las responsables de generar 6,1 millones de esas oportunidades laborales. Un ejemplo de este tipo de competencias están relacionadas con las carreras STEAM (ciencia, tecnología, ingeniería, mates, arte), ámbitos que se potencian desde el emprendimiento innovador. Un acercamiento de programas de emprendimiento e innovación en el ámbito educativo puede ser fundamental.
En segundo lugar, una vez que se tiene clara la vocación y se activa el mecanismo para conquistar ese sueño, se deben tener las herramientas para ponerlo en marcha. Y aquí hay que tener en cuenta una premisa: no todo el mundo tiene a su alcance los recursos necesarios. El nivel educativo es una de las principales barreras para salir de la pobreza. Por eso, debemos reforzar nuestro sistema educativo y darle a todas las personas, independientemente de su origen socioeconómico, las mismas oportunidades para acceder a una educación de calidad.
Esto es lo que se conseguirá con la nueva Ley de Educación, y también es algo en lo que trabajamos desde el Alto Comisionado. El emprendimiento innovador puede hacer que los sueños sean más grandes, pero para ello debemos crear un marco que tenga por objetivo velar por la igualdad. Por eso, en nuestro plan a largo plazo de hacer de España una Nación Emprendedora, queremos ir más allá de transformar las bases productivas del país a través del emprendimiento innovador y su colaboración con los sectores tractores del país. Queremos impulsar políticas inclusivas para no dejar a nadie atrás.
Por último, es importante poner al emprendimiento innovador al servicio de la educación porque ésta es una de las palancas de la productividad de los países. Invertir en educación nos permite mejorar la productividad de un país en el largo plazo. Lo que hacemos hoy se tornará en mejor talento en diez años y, por eso, invertir en educación es vital para tener un país innovador. Los entornos innovadores generados por en el emprendimiento deben acercarse a los ámbitos educativos para actuar como revulsivo y potenciar esta palanca.
Lo que hubiera pasado con William si hubiera tenido un entorno educativo propicio no lo sabremos nunca. Lo que sabemos es que fue un joven que, sin contar con una educación temprana, consiguió llegar muy lejos: Tras la construcción del primer molino que dio electricidad a su familia, construyó otro más grande para proveer agua a toda su comunidad. También sé que si todos los niños de su aldea hubieran tenido una educación de calidad, no solo habría sido él quien se hubiera convertido en ingeniero; todos los niños y niñas podrían haber tenido acceso a un futuro de prosperidad.
En definitiva, es necesario que nuestros jóvenes tengan todo el conocimiento, herramientas y oportunidades necesarias para que puedan desplegar todo su potencial. Para ello, es nuestra responsabilidad generar entornos propicios y construir un marco común de acercamiento entre la comunidad educativa y el sector del emprendimiento innovador.
Hagamos de este país un lugar en el que merezca la pena vivir. Actuemos hoy para la España del futuro. Hagamos de España la Nación Emprendedora con mayor impacto social de la historia.
Del 24 al 29 de enero se celebrará por primera vez en nuestro país la Semana de la Educación Emprendedora, iniciativa para acercar la comunidad educativa al emprendimiento innovador.
*** Francisco Polo es Alto Comisionado para España Nación Emprendedora