¿Y si en vez de fabricar en la otra punta del mundo lo hacemos más cerca y reducimos el impacto del transporte en la contaminación? ¿Y si las empresas crean marcas y diseños, pero tienen fábricas locales o licencian la producción a fabricantes locales?
Todos sabemos que en la vida no es fácil encontrar el equilibrio, aunque es fundamental hacerlo. Cuando pienso en tecnología, me vienen a la cabeza situaciones como que encontrar el equilibrio entre los requisitos de negocio y de infraestructura es complicado. Elegir no es simple, pero si no lo hacemos bien, si nos dejamos llevar por las presiones y por las urgencias, tu organización se puede encontrar con un incremento de la deuda técnica y con la consecuente hipoteca de su futura agilidad.
Lo mismo ocurre con el equilibrio entre dónde se fabrican la mayoría de los bienes que consumimos o con las industrias que nuestros gobiernos consideran estratégicas. No nos podemos dejar llevar por presiones, urgencias y visiones cortoplacistas.
La pandemia que nos ha tocado vivir no ha hecho más que acentuar una tendencia imparable y, al mismo tiempo, nos ha hecho dar cuenta de los graves desequilibrios existentes. La tendencia imparable es la que da nombre a esta columna, la convergencia de la transformación digital y la búsqueda de un modelo de sociedad más responsable y sostenible; muchas veces identificado con la economía circular. Entre los graves desequilibrios está la falta de empresas líderes en varios sectores críticos para nuestra supervivencia durante los peores momentos de la crisis sanitaria, pero también en otros sectores que son críticos para nuestra recuperación económica, algo fundamental para la reconstrucción de nuestra sociedad.
Si lo analizamos todo en su conjunto veremos que hay empresas que iban como un tiro que de repente necesitan ayudas públicas para mantenerse a flote porque nadie puede sobrevivir a una crisis de oferta y demanda sin un músculo financiero brutal. Nos encontramos en una situación en la que hay que repatriar la fabricación de muchas cosas. Hay productos en los que tiene sentido lo del kilómetro cero, pero hay otros en los que nos deberemos “conformar” con que sea producido en la Unión Europea.
Creo que debemos replantearnos la fórmula que usamos para calcular el valor de las cosas que consumimos, hay que incluir variables como la huella de carbono, las condiciones laborales de todos los implicados en el proceso, los medios de transporte con los que ha llegado a nuestras manos… No es admisible que productos con un coste de producción ínfimo, vengan desde la otra punta del mundo llenando el planeta de plástico, por ejemplo.
La cuestión es que este nuevo cálculo del valor exige que las empresas productoras mejoren sus procesos y su competitividad y que transformen sus modelos productivos. Llevamos tiempo hablando de la industria 4.0, del efecto de los cobots, de la automatización, de la inteligencia artificial, del edge computing, de la realidad aumentada, el internet de las cosas industrial…; pero vemos que hay algunas fábricas súper punteras y muchas que todavía no han sido modernizadas. Es urgente acelerar para localizar la producción en nuestro continente.
Un dato para aquellos que tienen miedo de que el cambio destruya empleo, la Comisión Europea estima que la aplicación de la economía circular en la UE creará 700.000 puestos de trabajo y aumentará el PIB un 0,5% adicional de aquí a 2030. Lógicamente, muchos de estos puestos de trabajo serán distintos, lo que tenemos que hacer es formar y reciclar a nuestra fuerza laboral.
Llegados a este punto, quiero que ampliemos nuestras miras y que seamos muy ambiciosos, de lo contrario acabaremos siendo un continente de vacaciones. Yo quiero que nuestros hijos y que todas las generaciones de europeos venideras tengan un futuro brillante y eso exige que seamos líderes en sectores estratégicos. El viernes me pidieron mi opinión sobre lo que está pasando con Facebook en Australia, me preguntaban si Facebook, Google y el resto han acumulado demasiado poder.
La respuesta es bastante evidente, pero yo le daba la vuelta y les preguntaba cómo hemos llegado hasta una situación en la que no tenemos grandes campeones europeos. Estoy totalmente de acuerdo en potenciar el mundo del emprendimiento. Es fundamental nutrir el ecosistema empresarial desde abajo, pero también es fundamental acompañar a las empresas en su crecimiento. Debemos escalar a las mejores para ser referentes mundiales.
Esta imagen es sólo un ejemplo de cómo Europa está dejando pasar el tren de industrias clave para el futuro. No debemos olvidar que tener estas industrias, crearlas, requiere de una visión a largo plazo, de gobernantes con amplitud de miras que no sólo piensen en la duración de su mandato. Si lo analizamos fríamente, veremos que se nos llena la boca hablando del coche eléctrico, poniéndole fecha de caducidad al motor de combustión, pero no ponemos los cimientos necesarios para liderar esa industria.
En el mundo ahora mismo hay una gran preocupación por el diseño y la fabricación de semiconductores, de baterías… y de muchas más piezas básicas para tener un futuro exitoso.
No podemos depender de los fabricantes y de la fabricación de fuera, tenemos que ser más ambiciosos y mucho más ágiles para recuperar el tiempo perdido. Está claro que construir una fábrica, igual que transformarla radicalmente, no se consigue en dos días. Pero también está claro que en Europa tenemos mucho talento y que debemos aprovecharlo, en vez de exportarlo a zonas geográficas con visión estratégica. ¡Tenemos muchos Wallbox, muchas Alianza Valenciana de Baterías y muchos Power Electronic en potencia; “solo” tenemos que hacerlos crecer!