Bendito acelerón el que ha dado la maldita pandemia al teletrabajo.
De forma forzada se ha abrazado una cultura con menos peso presencial y más basada en méritos que indiscutiblemente promueve y premia el talento.
Todo esto sin no pocos esfuerzos tecnológicos de organizaciones públicas y empresas para dotar a sus empleados de los medios y la seguridad necesaria, aunque la tecnología estaba ahí desde hace tiempo, para acceder desde fuera de las oficinas a los datos y las aplicaciones corporativas.
Nos pilló el toro sin las medidas adecuadas a tiempo y nos ha vuelto a pillar el toro en algo mucho más difícil de subsanar, de mucho más calado y sin nadie a quien echarle la culpa, porque no son las empresas, no son los organismos, somos nosotros, uno a uno …me refiero a la equivocada interpretación del concepto de la conciliación.
Así, después de años luchando por horarios y puestos de trabajos flexibles para ayudar a conciliar, se nos presenta la ocasión (maldita “ pandémica” ocasión) de que las inversiones se prioricen para dotar de tecnología y políticas de recursos humanos que hagan posible ese ansiado trabajo flexible. Pero volvemos a cometer el error que persiste desde hace décadas, el error que se comete cuando la mujer se incorpora al mercado laboral remunerado: creer que conciliar es cosa de mujeres.
Conciliar es cosa de personas; conciliar es compartir responsabilidades y ambiciones…conciliar no tiene género, es como el talento; por cierto, es un talento saber conciliar.
Los datos en Estados Unidos son abrumadores y mucho me temo que en España no diferimos mucho: desde que empezó la pandemia, una de cada cuatro mujeres considera dejar su trabajo porque se siente angustiada al tener que ocuparse de los hijos y las personas mayores a su cargo con más asiduidad e intensidad que antes, y esto les provoca niveles de ansiedad que les dificulta rendir en el trabajo. Es más, piensan que sería egoísta por su parte el no acometer sus responsabilidades familiares como se espera en un momento duro y deciden que su carrera profesional es un “lujo” dada la situación.
Yo nunca me hubiera planteado esto, pero bien cierto es que he tenido un entorno que, no exento de algunas presiones, me ha permitido dedicarme a ser madre, pareja y profesional.
Después de casi 30 años de carrera profesional veo distorsión en qué comporta la lucha por la igualdad de género en el entorno laboral. ¿Hemos avanzado? Definitivamente sí, pero seguimos desenfocando el tema.
Cargamos las tintas en la empresa; en la disparidad de salarios, en la posibilidad de teletrabajar bajo demanda... y cuando todo esto llega o empieza a llegar, nos damos cuenta de que el tema a resolver es mucho más profundo, es educacional. Y después de tantos siglos es casi de “pituitaria”, está grabadito en el inconsciente colectivo y, por supuesto, en el femenino en particular.
Lo bueno de que las soluciones empresariales y las políticas de recursos humanos estén presentes de una manera más evidente que hace años, es que claramente se pone de manifiesto que todo empieza y acaba en el individuo y en sus “bias”. Y que las “bias” o sesgos empiezan en la infancia.
Por eso hay que incidir en la educación y fomentar la ausencia de sesgos abriendo las oportunidades a niños y niñas por igual al mismo tiempo que infundirles el sentimiento y el compromiso familiar también por igual.
Y después de la infancia viene la adolescencia y la búsqueda de referentes en los que proyectarse, y aquí nos encontramos con un panorama desolador lleno de estereotipos masculinos y femeninos en redes sociales, películas, series, noticias …
Y todo esto va calando, y se van construyendo los modelos a los que aspirar y cuando una mujer decide acceder a una carrera profesional, inconscientemente, lleva en la mochila un montón de rémoras que se pone a si misma o que consiente que el entorno le ponga.
Después, una vez establecidas en el entorno laboral, las mujeres responden a las tensiones familiares asumiendo toda o gran parte de la carga en la mayoría de los casos …y como lo de “superWoman” es un personaje de comic y no existe …abandonan.
No hay que darle muchas más vueltas: hay que poner los medios. Pero los medios no son suficientes; hay que educar y estar alerta (no me gusta en exceso la palabra regulación) pero los contenidos que se publican en internet, televisión etc., deberían ser revisados .
Y en todo esto hay que poner en el centro, en el mismo centro que la mujer, al hombre.
Hace tiempo yo decía que los hombres tenían un papel fundamental en la búsqueda de una sociedad más paritaria, que eran uno de los motores principales; decía que tan importante era tener referentes femeninos como masculinos.
Gracias a todos los hombres que han luchado codo con codo con la mujer por un mundo más igualitario desde el punto de vista de género. Sin ellos, sin su compromiso profesional, sin su compromiso personal y sin su ejemplo en el día a día, no hubiéramos llegado donde estamos.
Y ahora para seguir progresando necesitamos a los niños.
Cuando doy charlas para animar a las niñas a cursar carreras STEM me pregunto por qué no asisten los niños también, no para animarlos (aunque tampoco estaría demás) sino para que entiendan a los retos que se enfrentan las niñas y empaticen con ellas, y así interioricen que un mundo igualitario es un mundo mejor y que ellos tendrán un papel fundamental en ese cambio.
Trabajemos juntos para avanzar juntos.
*** María José Talavera es directora general de Vmware España