El miércoles, cuando leí el titular, supe que sería la percha para hilar los contenidos de este resumen semanal de D+I (Disruptores e Innovadores). "España no tiene una historia de éxito en lo digital, ésta es nuestra oportunidad", rezaba el encabezamiento de la entrevista a Domingo Mirón, presidente de Accenture para España, Portugal e Israel y Chief Risk Officer global de la compañía.
La reflexión de Mirón combina una de cal y una de arena. Es una arenga a que aprovechemos el momento con una estrategia acertada y al mismo tiempo advierte de los riesgos y de repetir errores del pasado. Hemos sido muy buenos en la ejecución de infraestructuras, pero no en la transformación digital, viene a decir. A lo que me permito añadir, ni en la gestión de fondos europeos.
Cree que el reparto de fondos se debe concentrar en las iniciativas que puedan ser tractoras, desde la propia administración con la colaboración público-privada, a las grandes corporaciones, los consorcios o los clústers. Un reparto de cantidades mínimas a muchos repetiría errores del pasado. Pero sobre todo, su tesis hace especial hincapié en que sin la digitalización de la administración como gran cabeza tractora, esto "no funcionará".
La solución, en mi opinión, es crear un verdadero mercado de la tecnología. Donde unos pocos con capacidad tractora reciban ayudas para producirla y venderla, como indica el líder de Accenture, y las pymes en su mayoría no estén tanto en la producción, como en la compra mediante incentivos y en la co-creación con startups para sus necesidades a medida. La 'última milla de la tecnología'.
Cuando hay un reparto de fondos es siempre complejo no dejarse a nadie fuera, pero en la propia asignación está también parte de la clave del éxito. No volveremos a tener una oportunidad como ésta, la llegada de una lluvia ingente de millones para transformar la economía por completo.
El consenso político
Lograr esa transformación de las administraciones no va a ser fácil. De un lado porque supone un gran cambio en una burocracia que precisamente está acostumbrada a frenar el cambio. Y de otro, porque vivimos un momento político de máxima segmentación del voto a nivel nacional, autonómico y local. Ahí quienes debemos de tener cohesión somos los actores que estamos en este mercado, no debemos permitir que haya ni una sola disonancia política ni que estos temas se embarren.
De momento parece que el consenso es la palabra. El viernes leíamos en D+I una noticia de las que ayudan: El Senado aprueba con una gran mayoría y sin ningún voto en contra una moción para instar al Gobierno a desarrollar la Estrategia Nacional de Inteligencia Artificial (ENIA).
Y además del consenso, es necesaria la agilidad, sin que se pierda el objetivo regulatorio que requiere todo mercado. El jueves, Alfonso Muñoz, (último fichaje de la redacción de D+I), contaba el freno que pueden vivir los sistemas de reconocimiento facial. Un grupo de alrededor de 70 expertos y académicos ha enviado una carta al Gobierno solicitando la puesta en marcha de una comisión de investigación que estudie la necesidad de establecer una moratoria "urgente e imprescindible" en el uso de estos sistemas por parte de las empresas, tanto del sector privado como del público.
Su propuesta es que esta moratoria esté en vigor hasta que las Cortes Generales y las instituciones legislativas debatan "cuáles, de qué manera, en qué condiciones, con qué garantías y con qué objetivos".
Si la advertencia viene de especialistas se supone que tendrán motivos para el análisis. Pero en pleno desarrollo tecnológico abrir un debate de derechos fundamentales quizás no sea la mejor vía. Probablemente fuese más aconsejable hacer un trabajo de lobby previo entre partidos para consensuar una ley que establezca los límites en este ámbito. Y que parta de un consenso ya cerrado en la cocina de los pasillos del Congreso.
La política y la prudencia no pueden frenar el avance. Porque al día siguiente de conocer esa noticia, D+I contaba que Canarias ha implantado un sistema de biometría para fichar a las personas con medidas cautelares ante la Justicia. Es decir, pasar de tener que ir cada ciertos días al juzgado a firmar a ponerse ante un ordenador que confirma que la persona está donde tiene que estar.
Todo un ejemplo de avance para reducir la carga de trabajo de los funcionarios que además fomentará el uso, la creación y compra de tecnología.
¿Saldrá de ahí la historia de éxito?
La duda es si estas vías, más allá de ayudar a progresos puntuales, es el camino para lograr esa historia de éxito a la que se refería Domingo Mirón. Tenemos historias de éxito empresarial internacional en las antiguas empresas públicas que se privatizaron, en las constructoras y por supuesto en una con nombre propio, Inditex. Pero de momento no hay a la vista una en lo digital.
Quizás porque partimos de una visión muy local del mercado o porque no aprovechamos para este ámbito el resorte del idioma, lo más internacional que tenemos y tendremos. Pero, sobre todo, porque no distinguimos entre innovación y disrupción.
Probablemente primero haya que crear base. En la atracción del talento tenemos una ventaja que puede servir de palanca. Es una de las apuestas de Barcelona que esta semana ha celebrado su Startup Congress, donde se ha dejado clara la necesidad de la colaboración entre lo público y lo privado, la de vincular a las startups a las grandes empresas, la formación (a la que llegamos tarde, comentan) y la elección de los sectores apropiados para lograr la excelencia, la misma teoría de que el café para todos no lleva a proyectos de referencia.
En ese ejercicio de sentar las bases que otros ya tienen, sí hay muchos ejemplos interesantes. Pero todos en la "última milla digital", en la adaptación de tecnología ya desarrollada a sus necesidades. Leíamos el viernes en D+I los progresos del BBVA en el ámbito de la economía del comportamiento o conductual para hiperpersonalizar los mensajes a sus clientes.
En el turismo leíamos el jueves en estas páginas cómo la startup AR Visión están creando sistemas inmersivos para crear el efecto 'wow', es decir, mejorar la experiencia del cliente para diferenciar el turismo. Los emprendedores son de Granada, ciudad para hacer 'wow' sin necesidad de tecnologías. Pero en su combinación de entorno propicio, realidad aumentada y hoteles potenciales compradores de tecnología, han encontrado el nicho.
Un comprador de tecnología genera ecosistema, de ahí la importancia de tener multinacionales tractoras o casos de éxito digital para que creen red en su entorno.
Otro ejemplo de que en España estamos en esa fase de soluciones de última milla digital y de co-creación ya a más de dos bandas es la combinación del centro tecnológico vasco Tecnalia, la constructora castellonense Becsa y la startup Acustrain. D+I contaba el sábado que van a crear sistemas acústicos contra el ruido de los trenes en las ciudades más eficientes y con menos impacto visual.
¿Podrá salir esa historia de éxito de los consorcios de Next Generation? Lo que estamos observando son proyectos transformadores muy interesantes para el estado actual de esos clústers, más por la aplicación de tecnología que por la disrupción global que es lo que puede dar a un referente internacional.
Tres ejemplos claros son los que narrábamos el miércoles y el jueves. Telefónica se alía con Navantia para crear una red exclusiva de 5G que potencia el proyecto de astilleros 4.0 en el que ya combinan internet de las cosas (IoT), robótica, inteligencia artificial (IA), impresión 3D y realidad virtual, entre otras. O cómo el clúster marítimo de Cantabria apuesta por el hidrógeno como energía verde con un sistema de repostaje para fomentar su uso.
Y el tercer ejemplo es el más ambicioso, el de Ecomóvil23 que aspira a la renovación por completo de la cadena de valor del automóvil. Están implicadas empresas de 9 autonomías con 34 proyectos relacionados con las baterías eléctricas, la sensorización del vehículo, la fabricación de componentes, el diseño, el embalaje y los servicios. Quizás no surja de ahí esa ansiada historia de éxito, pero sí muchas de transformación.
De éxito como tal, llevan la aureola desde hace años los valencianos de Zeleros y su tren supersónico. Les conocí en sus inicios cuando eran estudiantes que aspiraban al reto de Elon Musk de crear el Hyperloop. Varios les sugerimos que debían pensar más allá del proyecto universitario para el dueño de Tesla, porque podrían no ganarlo (como así ocurrió). Su tecnología de levitación magnética se podría aplicar al tren o a otros destinos. Y así nacieron como empresa.
Esta semana D+I les hablaba de la maqueta con la que irán a la Expo de Dubái, que se presentó días atrás ante la presencia del ministro Pedro Duque y la consellera de Innovación Carolina Pascual. Y ahí, David Pistoni, el CEO de Zeleros, casi daba la respuesta a la pregunta que nos planteamos a raíz de las palabras del presidente de Accenture.
Distinguía entre la innovación incremental, la más cómoda para los inversores y las empresas, y la disruptiva. "Para que un país se posicione como líder necesita, también, una estrategia muy fuerte de innovación disruptiva, para anticiparse a lo que vendrá en los años venideros".
Zeleros es hoy el líder europeo en este medio supersónico, con aspiraciones reales de implantarse ya físicamente. ¿Es su tren supersónico la estrella del éxito digital español? Es posible. Luego para conseguir más historias deberíamos quizás repetir el ejemplo. Tener más Elon Musk que lancen retos muy disruptivos para crear una base de proyectos realmente ambiciosos.
Pero como de ricos y atrevidos como Musk no andamos muy sobrados, ¿podría ser la propia administración quien hiciese ese papel? ¿Pueden jugarse una parte de los fondos o los presupuestos en hacer estas apuestas que busquen realmente el caso del éxito digital que necesitamos?...¿Y por qué no?
** Rafa Navarro es editor de D+I y CEO de Inndux Digital Group.