Cuenta la leyenda que en el Palacio de Linares, actual sede de la Casa de América en Madrid, en la semana central del mes de abril de 2021 y durante cuatro días, se colocó la primera piedra de un consenso.
Cuenta la leyenda que 170 ponentes de primerísimo nivel de los mundos de la política, la empresa y la digitalización encajaron sus complicadas agendas para demostrar que la unión es posible en torno a una causa común: la revolución digital.
Y concluye la leyenda, a modo de acta notarial del encuentro, que a juzgar por cómo se desarrolló todo antes, durante y después, existe un deseo común e irrefrenable de que esta vez España no pierda el tren del futuro. Que la fantasma que, dicen, vaga atormentada por el Palacio, tan atormentada como la convivencia en este país, quizás pueda por fin descansar en paz porque en lugar de mirar al pasado, ahora otea el futuro en el horizonte.
Primer acto
El Wake Up, Spain! es la metáfora del emprendimiento en sí mismo. Es la plasmación de dos mantras que se les repite a las startups el primer día que te sientas con ellas.
La primera es que, ideas hay muchas, pero lo importante es un líder y un equipo emprendedor que sean capaces de superar todos los obstáculos previstos e imprevistos para transformar la idea en realidad. Sin equipo, no hay nada.
Y la segunda responde a la cita de Victor Hugo: "No hay nada más poderoso que una idea a la que le ha llegado su momento". Es decir, que si te anticipas demasiado puede ser tan inútil como llegar con retraso.
La idea de hacer un "Davos español" y el registro de la marca datan oficialmente de 2017, pero los dos primeros intentos no encontraron al líder ni al equipo que se merecía tal gesta. Y a la tercera, fue la vencida.
A finales del pasado año se puso sobre la mesa desempolvar el proyecto y Pedro J. lo cogió al vuelo. Durante semanas enarboló la bandera por los despachos más importantes del país. A finales de enero se habían concitado las suficientes complicidades como para que la idea empezase a tomar forma de realidad. Sobre todo porque las fechas, la aprobación de los fondos Next Generation, aportaban el momento.
El reto era unir a los tres mundos que representan EL ESPAÑOL -el político e institucional-, Invertia -el económico- y D+I (Disruptores e Innovadores) -el digital- en torno a una causa común: despertar a España del letargo y salir con fuerza para abrazar el futuro que nos adentra en una nueva era.
Cuando empezamos a explicar que la intención no era organizar un debate sino un brainstorming de ideas, que no pretendíamos buscar el titular fácil, sino aunar un gran consenso; la música empezó a sonar con armonía. De unos pocos apasionados por la causa, pasamos en cuestión de semanas a un panel de ponentes inmenso. Cargos de primerísimo nivel que hacían hueco en sus agendas para estar presentes físicamente en el encuentro.
La advertencia de que no buscábamos grandes disertaciones, sino reflexiones cortas y concisas durante unos minutos, no sólo no les desanimó, sino que les convenció más si cabe. Era una causa por la que bien merecía la pena hacerse, en algunos casos, cientos de kilómetros por lograr el objetivo final.
No les voy a ocultar que fue complejo encajar algunas mesas, complicada la gestión de algunos asientos e ingrato comunicar la alteración constante de los horarios. Pero todas las piezas del puzle encajaron porque existía una voluntad suprema.
El resultado fue una agenda de ponentes "insuperable", como han comentado compañeros de varios medios de comunicación. Lo dije al inicio de la moderación de la primera mesa y lo plasmo ahora en negro sobre blanco (versión salmón).
Hoy sólo hay una persona en este país capaz de reunir un plantel tan diverso, equilibrado y transversal: Pedro J. Ramírez. Es el reconocimiento a su liderazgo, a su amplia trayectoria profesional y a su coherencia.
Durante años, cuando me preguntaban por él, solía explicar que sólo había en España cuatro personas que se habían mantenido en la primera línea de este país, ininterrumpidamente, desde el inicio de Transición: un Rey, un gran banquero, un empresario dueño de unos grandes almacenes y un periodista. El Rey abdicó, el banquero y el empresario por desgracia fallecieron. Sólo queda uno en activo de aquel cuarteto en primera línea.
Segundo acto
A las 8.30 de la mañana del lunes 12 de abril de 2021, con los relojes sincronizados, empezó a descender por las escaleras de la Casa de América lo más granado de la política y la economía para escuchar al presidente del Gobierno.
Y a partir de ahí, se sucedió todo un torrente de reflexiones, ideas, retos, apuestas y llamadas al consenso. "Hay que pasar a la acción"; "es una oportunidad para repensar España"; "debemos concitar el máximo consenso"; "nos perdimos la revolución industrial, por primera vez podemos liderar una revolución"; "no tendremos otra oportunidad como ésta"; "nos jugamos las dos décadas futuras" o el "aquí estamos poniéndole cabeza a los fondos"... Un diluvio incesante de ideas.
No falló ni un solo ponente. Todos entraron a su hora. Todos respetaron sus limitados tiempos. Todos cumplieron con el objetivo de esa causa común.
Los políticos hicieron el esfuerzo más costoso, mostrarse proclives al entendimiento. Estuvieron presentes casi la mitad de los presidentes autonómicos del país y 8 grandes alcaldes. Todos dispuestos a arrimar el hombro.
Los empresarios y los sindicatos dejaron claro que el momento es muy complicado, pero que mantienen la esperanza por la ilusión de reconstruir la economía. De salir del túnel para entrar en una nueva era en la que tenemos buenas cartas con las que jugar, si hacemos de esta transformación una causa común.
Los representantes del mundo digital, para quienes el momento no es tan duro, estaban encantados de haber podido formar parte de la agenda del foro. Llevan años intentando evangelizar sobre el salto digital y, por fin, les ha llegado el momento.
El Wake Up, Spain! sonó armónico. No desafinó nadie. Ni quienes están inmersos en campaña electoral.
Tercer acto
No fue un evento. Ni siquiera fue un Foro, como lo bautizamos. Fue un acontecimiento. Tras las palabras de clausura del secretario general de la OCDE, se bajó el telón. Quienes habíamos estado entre bambalinas sentimos que los músculos se nos relajaban. Los nervios que llevaban meses tensionando el cuerpo, dejaron de trabajar.
Acudimos al escenario para hacernos la foto final de familia, mientras Pedro J. nos decía en voz alta: "Habéis organizado el mayor evento que se ha hecho nunca en España, éste es sólo el primero, lo recordaréis con especial cariño".
¿Y ahora qué? Ahora hay que pasar a la acción. Debemos asumir que entramos en una era de grandes reformas, de grandes desafíos, que todo cambio implica compromiso. Pero tenemos los resortes para hacerlo.
Debemos pensar en la España que queremos ser en las próximas décadas. Plasmar bien los proyectos. Y ejecutarlos mejor, para que no tengamos que devolver fondos a la UE como ha venido ocurriendo.
Transformar y transformarnos. Adentrarnos en una educación permanente, ser capaces de co-crear entre las administraciones, la economía clásica y la digital una nueva realidad. Ser flexibles a los cambios, ambiciosos en los retos....
...Cuenta la leyenda que en el Palacio de Linares, la actual Casa de América de Madrid, vaga la fantasma de Raimunda, la hija de los Marqueses de Linares. La niña que quizás emparedaron bajo la escalera o quizás enterraron en el jardín, fruto de la tormentosa existencia de una familia y del final de sus días.
La riqueza de aquella familia no provenía de la revolución industrial que nunca tuvimos, sino de los réditos de hacer las Américas y construir el ferrocarril que cohesionó territorialmente al país.
Siglo y medio después, los mismos pasillos y jardines por los que correteó Raimunda, sirvieron para unir a tres mundos. De Raimunda no vimos su sombra. Únicamente alcanzamos a ver las chapas con su nombre, las que lucían los camareros del restaurante del complejo que la convirtieron en marca comercial.
Quizás no vimos su sombra porque el Wake Up, Spain! ha llevado al Palacio la paz que le permite descansar. Una prueba de que en este país podemos vivir dejando atrás los debates atormentados, para mirar al futuro esperanzados... ¿Y por qué no?