Imagínense que le ponen una hoja en blanco delante y le piden que ponga límites al mundo del futuro. Así, a lo inmenso. Vértigo es poco, para definir la sensación que le abordaría. Algo así como lo que deben haber tenido en la Comisión Europea para pintar el reglamento de la inteligencia artificial.
Porque si lo pensamos con un mínimo de detenimiento, a todo lo que viene le podemos llamar de muchas formas. Inventarnos términos de lo más sonoro. Acrónimos simpáticos de los que gustan a los anglosajones... Pero todo esto de la digitalización tiene un ingrediente básico: la inteligencia artificial. Y después un puñado de condimentos añadidos a gusto del consumidor o de las necesidades del medio para adaptarse.
Esta semana, en D+I, Esther Paniagua, Alfonso Muñoz y Alberto Iglesias se comandaban para buscar expertos que opinasen sobre ese reglamento europeo de la inteligencia artificial. El resultado es variopinto. Desde quien considera que es ambicioso y ayuda a distinguir entre los diferentes niveles de riesgo, a quienes creen que sólo es punitivo y no incentiva a la innovación.
Que la regulación limita la creación ya lo sabemos, porque cualquier límite cierra puertas a la senda de la inteligencia. Pero aquí estamos ante el viejo debate de la Europa de las humanidades, frente a la Norteamérica ultraliberal y los asiáticos controladores. La moral, el mercado y las dictaduras.
Europa parte de que hay dos límites claros y prohibidos: el uso de la IA para manipular comportamientos y para controlar socialmente a los ciudadanos. Establece como vías de alto riesgo todo aquello que afecte a justicia, inmigración, servicios sociales y empleo.
Las de riesgo limitado son aquellas que no atañen a los derechos fundamentales, pero sí exigen transparencia, como que nos dejen claro que estamos interactuando con un robot.
Y por último las de riesgo mínimo son aquellas que abordan temas como la logística u otros en los que los datos anonimizados aportan valor.
Mientras en Asia la biometría social en masa va a permitir que los gobiernos tengan monitorizados a sus ciudadanos, en la vieja Europa cuna de las civilizaciones es el ciudadano quien le pone, a través de esta norma, límites a los gobernantes.
Podemos criticar a la burocracia europea en muchas cosas, pero en asuntos como éste debemos estar satisfechos de vivir en una unión de países donde la soberanía sigue residiendo en el pueblo. Después vendrá el debate de si la Comisión pone el acento sólo en lo punitivo o si esto desincentiva a la innovación, pero al menos las máquinas y quienes las programan van a atenerse a un marco de convivencia parecido al que hemos tenido hasta el momento.
A priori la norma afecta al resto del mundo porque las empresas que operen aquí, procedan de donde procedan, deberán someterse a las mismas normas. Cuestión diferente es saber si esas puertas serán tan fáciles de poner al campo global de los datos.
Si bajamos al detalle y siendo conscientes de que la IA es la tecnología que hibrida con todo, nos encontraremos particularidades y choques de competencias en cada esquina. ¿Va a regular la UE competencias en la educación, en la justicia o en el trato con los pacientes de un ambulatorio que están transferidas de administración en administración? Pues en la medida en que se regula la IA y ésta va a estar en todo, parece que lo quiere o puede regular todo.
Debemos ser flexibles y asumir el reglamento con el espíritu que lanza el legislador: que la IA siga reglas similares a las que nos han permitido la convivencia con la inteligencia natural y las normas que nos hemos delimitado.
Democratizar la tecnología
Porque una de las lecciones más interesantes que nos está enseñando este progreso es que aunque de programación y algoritmos saben cuatro, los beneficios van a democratizar muchos aspectos hasta ahora reservados para pocos. Pasen y vean, si no, algunos de los temas de D+I de esta semana que lo demuestran.
Dos aldeas de Asturias, Asiagu y Peón, en el valle al que da nombre el segundo de estos dos núcleos. No llegan a 700 habitantes entre las dos, pero se han convertido en un sandbox. Sus habitantes no sabrán qué es, pero son un banco de pruebas para la telemedicina. Consultas médicas a distancia, monitorización por wearables, recetas, documentación e historial médico... Quiénes le iban a decir a estos resistentes de la vida rural que los avances un día llegarían para darles las condiciones de tener más motivos para quedarse a vivir allí.
Y como en el caso del reglamento europeo, después ya podemos entrar en debates de detalles, como si es acertado o no acuñar el concepto de hospital líquido para definir la extensión de los servicios del Hospital de Covadonga a través de la red a estas aldeas. Quizás donde haya que poner límites es en los palabros que nos imponemos. Pero lo importante es tener más motivos para vivir donde uno quiere.
Algo así están pensando un grupo de, en este caso, buenos conocedores de los avances que vienen. ¿Si vivimos en lugares de los más deseados del mundo para retirarse, por qué no unirnos para dar motivos para trabajar desde aquí? Y así surge 1.070 KM HUB, el proyecto que aglutina a empresas tecnológicas e instituciones de 7 provincias (Ceuta, Málaga, Murcia, Alicante, Valencia, Castellón y Mallorca). La mayor alianza española de ecosistemas de innovación que aspira a proyectos Next Generation y a actuar unidos complementándose en la atracción de talento, multinacionales y startups escalables.
Y siguiendo con esa serie de ejemplos que demuestran que la distancia no va a ser el olvido en la era digital, Murcia posiciona el blockchain en el centro de sus estrategias. Aspira la región a que en nueve años esta tecnología aporte el 2% de su PIB regional. Desde intermediación en la venta de excedentes de electricidad a transacciones bancarias, pasando por la trazabilidad de los productos alimenticios o la venta de obras digitalizadas.
Con todo, si hay alguna norma que hemos demostrado cumplir en este último año y medio ya de pandemia insoportable es que los humanos nos crecemos ante la adversidad. La avalancha de avances en la medicina es una constante todas las semanas. La necesidad ha hecho que el talento se vuelque en esta disciplina. Esta semana, entre otras destacamos dos más entre lo que ha relatado D+I.
La primera es otro ejemplo de que las singularidades tienen un aliado en lo digital. La Fundación San Juan de Dios, el hospital de León que lleva su nombre y Sopra Steria han creado un algoritmo para las mejorar la detección de las enfermedades raras. Lo que le ha ocurrido a estas enfermedades por un lado era que no les prestaban atención porque no tenían la suficiente masa crítica como para hacer rentables muchos medicamentos.
Pero también que la dispersidad de pacientes (entre un 3,5% y un 5,9% en el mundo) de muchas enfermedades diferentes y con muchos síntomas diversos ha dificultado los diagnósticos. Ahora un algoritmo está interpretando síntomas y comportamientos de 16.000 pacientes raros. Al menos los 3 millones de personas afectas por estas patologías en España tienen un motivo de esperanza.
El segundo de los ejemplos de avances en medicina que destacamos lo publicaba D+I el jueves. La española Lola Priego prefiere dejar sus andanzas por grandes tecnológicas como Facebook, Amazon o Instagram para crear Base, una startup centrada en un complemento de salud para personas con problemas digestivos, mentales o de estrés. Funciona a modo de suscripción y te aconseja qué debes hacer en tu vida diaria para reforzar aquello que el médico te ha pautado.
Además del avance tecnológico, lo que aporta Lola Priego es un camino que están iniciando muchos. El emprendimiento no es sólo cuestión de jóvenes recién salidos de las aulas. Cada vez son más quienes convergen bien desde el ámbito de los sectores clásicos, bien desde este de las grandes tecnológicas, hacia la creación de startups a edades medias o maduras. Otra de las lecciones de la tecnología es que no hay edad límite para emprender.
En estos meses miles de profesionales de la banca debaten su futuro a tenor de los despidos por fusiones o ajustes que se avecinan. A muchos les dará vértigo dejar la comodidad de las nóminas recurrentes durante años. Una de sus alternativas más interesantes puede ser jugarse una parte o el todo de sus despidos a apostar por el emprendimiento. Quizás no sean conscientes de la necesidad que tienen muchas startups de contar con sus conocimientos del mercado. ¿Han pensado en ponerse en contacto con ellas?... ¿Y por qué no?
** Rafa Navarro es editor de D+I y CEO de Inndux Digital Group.