Estos meses que llevo escribiendo mi columna están confirmando que su nombre, además de autodefinitorio, fue un acierto ya que es una realidad que se está acelerando. La convergencia entre lo digital y los ESG se está convirtiendo en parte integral de la estrategia de las empresas, y no sólo esto, también de las operaciones, de las decisiones financieras y de la cultura de las mismas.
La pandemia ha cambiado la forma en que las empresas piensan en los ESG; bueno la pandemia y el hecho de que cada vez haya más inversores (y clientes) que exigen que se hagan las cosas de manera mucho más sostenible. La respuesta del mercado ha impulsado un aumento en la inversión ESG, creando un progreso acelerado hacia un planeta habitable y hacia comunidades equitativas.
Es el momento de integrar los ESG en la estrategia de negocio, de embeberla en la innovación, de apalancarse en ella para estimular el tan ansiado crecimiento. Tomando la iniciativa podremos diferenciar nuestra organización de la competencia y crear valor para la sociedad. Lógicamente, esto también nos exige medir y comprender los resultados y los impactos de nuestras acciones.
Importante recordar que lo que no se puede medir, no existe. Además de asumir el riesgo de entrar en el terreno del greenwashing . El concepto de lavado verde que se acuñó hace un tiempo para referirse a las organizaciones que dedican más tiempo y dinero a promocionarse como respetuosos con el medio ambiente que a minimizar su impacto medioambiental real.
Últimamente estoy viendo que cada vez hay más empresas y organismos públicos con un genuino interés por la sostenibilidad y por el medioambiente. Lo veo en retail, en banca, en utilities… Está claro que esto se está acelerando y que cada vez hay más datos y estudios que sugieren que la digitalización podría ayudar a lograr casi la mitad de los objetivos climáticos vinculados a la movilidad, la construcción, la energía, la salud, el turismo...
Los grandes actores tecnológicos no son ajenos a esta realidad y por eso llevan años invirtiendo en IA, IoT, conectividad, virtualización… El impacto ambiental generado por la implantación de fórmulas de trabajo flexibles es positivo, debemos entender que hay muchas vías para tener impacto y aceptar que en muchos casos uno de sus facilitadores principales son las tecnologías de la información y de las comunicaciones.
Las empresas que integren la sostenibilidad con su estrategia van a ser las que generen un impacto mayor antes, la cultura de las empresas y de los distintos grupos de interés está evolucionando aceleradamente y este hecho va a tener un efecto multiplicador en el impacto. Al fin y al cabo, integrar con los objetivos de negocio implica que los ESG permean en toda la organización, que se eliminan los silos y que todas las áreas colaboran, se comprometen y se hacen responsables de su consecución.
Dada esta explosión en la digitalización, tiene todo el sentido que las personas que lideran el área de sostenibilidad hablen más a menudo con los líderes de tecnología dentro de su empresa.
Del mismo modo que los comités de dirección no pueden permitirse ignorar lo que las distintas tecnologías pueden aportar a sus organizaciones; tampoco pueden permitirse pasar por alto que ya no basta con que su área de influencia haga su parte, es imperativo que compartan la visión estratégica desde arriba y que trabajen como auténticos equipos. Sostenibilidad, tecnología, digital, comunicaciones, recursos humanos, ventas, marketing, finanzas… todos deben remar en la misma dirección: la de la integración de la estrategia con los ESG para alcanzar los objetivos de negocio y seguir mejorando el mundo.