Don Eugenio Malcafé terminó de colocar ocho baldosas de 60x60 en el acceso al garaje de doña Clara. Sonrió de medio lado. Se llevaría un buen susto cuando abriera la persiana para sacar el coche, así aprendería lo que es molestar a los vecinos. Cada loseta pesaba más de 7 kilos. Je, Je.
Doña Clara tenía la mala costumbre de ganarse la vida como primer clarinete de la Orquesta Nacional de España. Tras la durísima pandemia – “tras, he dicho tras, se ve la luz, pensó” - volvía a escena. Tantos meses en casa le habían hecho perder agilidad en sus dedos y fuerza en los pulmones; aunque pareciere lo contrario, no había tenido casi tiempo de ensayar – imposible con David y Jorge montando jaleo al inicio todos los días y luego en días alternos. Qué descanso.
Así que estaba ensayando vivamente, y si bien trataba de hacerlo siempre en horas centrales del día para molestar lo mínimo, a veces se le hacía un poco tarde, - “y además las casas hoy tienen las paredes de papel, yo qué le voy a hacer, si empezamos la semana que viene” …
El Señor Malcafé estaba que se subía por las paredes. De Bach hasta el moño (y eso que era de frente larga), de Mozart hasta más arriba. Seguía teletrabajando. Al principio doña Clara le había prometido que ensayaría sólo dos horas al día. Pero nada. Había llamado a la policía un par de veces, pero siempre se iban sin sancionarla. Les contaría alguna milonga. Estaba a punto de denunciarla, se verían en los tribunales, eso es, - “pero eso cuesta dinero, y tiempo, y buscar un abogado” ….
Esto mismo le estaba contando a Don Pocospleitos mientras rebañaba la espuma del cappuccino dejándose un ligero bigotillo blanco sobre el labio superior. “La voy a denunciar, Antonio, la llevo a plaza Castilla. Por éstas.”
Antonio Pocospleitos era mediador profesional registrado. Sus áreas de especialización eran el área civil, mercantil y familiar.
“No, hombre, no, Eugenio…. Hay otras soluciones. ¿Has pensado en la mediación? Se trata de resolver conflictos extrajudicialmente, sin llegar a los juzgados, y dejar que los jueces se ocupen de temas más relevantes. La mediación tiene plena validez legal, acorta muchísimo los plazos de resolución y tiene éxito en uno de cada dos casos… y si es con un mediador como yo, más aún” – sonrió guiñando un ojo a Don Malcafé.
“Pues no sé, Antonio, no me fío, no tengo nada claro que con Clara pueda llegar a un acuerdo” – dijo Malcafé refunfuñando.
“Déjame que te cuente, Eugenio” – El Sr. Pocospleitos sabía perfectamente el tipo de recelo que sentía Malcafé - “Ahora existen plataformas virtuales en la que se encuentran los litigantes. Son plataformas accesibles por internet, muy usables, y como las sesiones se realizan en salas de comunicación online, se ahorra uno malos momentos. Funcionan especialmente bien para conflictos vecinales, te lo aseguro. Yo tengo el registro de todos mis expedientes y citas plenamente actualizado. Y mis clientes conocen en todo momento el estado de su conflicto y los pasos a seguir. Ah, y si te arrepientes, puedes abandonar en cualquier momento sin firmar el acta final. ¡Merece la pena probar!”
Eugenio Malcafé se debatía internamente. La tecnología podía ser un reto, pero qué demonios, también hacía la declaración de la renta por internet y ya hacía varios años que no iba a una sucursal bancaria. Y si funcionase…. Con que le respetara sus siestas ya habría ganado algo. Y después de las 8 de la tarde, su serie…. Y estando Antonio… lo mismo…
La mediación electrónica online ofrece todas las garantías de identidad, seguridad, privacidad y confidencialidad durante el proceso de mediación, propiciando que los litigantes encuentren una solución a sus conflictos, normalmente derivados de desavenencias conyugales o vecinales, en un entorno extrajudicial sencillo y con toda la información disponible. El tiempo de resolución se reduce y se ahorran traslados innecesarios.
Inteligencia Artificial aplicada para una Justicia más ágil, socialmente inclusiva y por ende, más Justa.
*** Patricia Urbez es directora general de Sector Público de Fujitsu y consejera independiente de Enagás.