El 29 de julio es el Día de la Sobrecapacidad de la Tierra. Eso significa que, tras casi siete meses desde que empezó 2021, la humanidad ya ha agotado todos los recursos naturales que nuestro planeta regenera durante el año. En otras palabras: vivimos mucho más allá de nuestras posibilidades, gastamos mucho más de lo que podemos y una gran parte de este gasto se traduce en emisiones de carbono.
Es en este contexto, dentro de unos 100 días, varios representantes de gobiernos se reunirán en Glasgow (Escocia), en la 26ª Conferencia Climática anual de la ONU (COP26), para intentar acordar acciones efectivas contra el cambio climático. Si este encuentro, junto a otros destinados a proteger el medioambiente, tienen éxito, la humanidad estará mejor preparada para el futuro. Pero el tiempo es un lujo que no tenemos.
El incremento de la volatilidad de la temperatura, los fenómenos meteorológicos extremos y la evidente –y dramática– pérdida de biodiversidad, nos recuerdan cada día que estamos entrando en una tormenta perfecta de cambio climático y de recursos limitados. Está en juego la supervivencia a largo plazo de nuestra sociedad y de nuestra economía.
Para capear esta tormenta ya no es suficiente con decir a los demás que preparen sus barcos: debe cambiar toda la ingeniería de toda nuestra flota. Para empezar, debemos reconocer que el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la escasez de recursos y energía no son fenómenos separados, sino que están interrelacionados. Esta visión permite abordarlos conjuntamente, en lugar de tratar de resolverlos de forma aislada, o incluso a expensas unos de los otros.
Una acción climática bien determinada, que incluya la eliminación de los combustibles fósiles, la conservación y restauración de los ecosistemas naturales y una mejor gestión de los recursos, beneficia a las entidades que la cumple de verdad. Es el requisito previo para construir un futuro sostenible para todos. Todos, desde los líderes de los gobiernos hasta los de las empresas, debemos avanzar no solo más rápido, sino también de manera más profunda y colectiva.
Lo de “más rápido” es evidente. Tal como lo demuestra el constante avance del Día de la Sobrecapacidad de la Tierra, el ritmo de la acción climática debe acelerarse. En 1990, el Día de la Sobrecapacidad de la Tierra fue el 10 de octubre. Para el año 2000, había pasado al 22 de septiembre. En 2019, la fecha era el 26 de julio. El año pasado, las restricciones inducidas por la pandemia la trasladaron hasta el 22 de agosto. Pero este año hemos retrocedido de nuevo, y bruscamente. Ahora, no podemos permitirnos retrasar nuestra respuesta ni un mes más.
En cuanto a la profundidad, se trata de adoptar más soluciones que nos ayuden a reducir nuestro impacto ambiental y aumentar la seguridad de nuestros recursos. Afortunadamente, ya existen muchas soluciones efectivas, escalables y asequibles en todos los sectores, y cada día hay nuevas. Las más obvias integran las energías renovables y el transporte eléctrico.
Pero las tecnologías que permiten conservar la energía también tienen un enorme potencial para reducir nuestras emisiones de carbono. Estas soluciones de hardware y software no solo son buenas para el medioambiente, sino que también redundan positivamente en la economía de cada país, ciudad, comunidad, empresa y persona. Al fin y al cabo, reducir nuestra dependencia de los recursos es esencial para la competitividad.
Por último, pero no menos importante, la acción climática debe ser “colectiva”. No basta con que una empresa, por ejemplo, mejore sus propias credenciales medioambientales. También tenemos que ayudar a nuestros proveedores, partners y clientes a alcanzar sus objetivos de sostenibilidad. Las alianzas público-privadas y las colaboraciones con ONGs, grupos de expertos y entidades académicas, como las Universidades, pueden ser fundamentales para avanzar en nuevas iniciativas y tecnologías respetuosas con el Planeta.
Podemos capear la tormenta que se avecina. Tenemos las herramientas y el conocimiento necesario. Pero el Día de la Sobrecapacidad de la Tierra deja muy claro que reemplazar las velas o limpiar las cubiertas no es suficiente. Necesitamos una revisión a fondo del casco, de la quilla y de los motores. Necesitamos tomar decisiones valientes. Eso se aplica a los responsables que se reunirán en Glasgow, y a todos nosotros, aquí y ahora.
*** Olivier Blum es Chief Strategy and Sustainability Officer en Schneider Electric.