El oportunismo responde siempre al interés. Es un hecho palpable que se ha podido ratificar cuando el bitcoin, que emprendió hace más de un año una tendencia alcista sobresaliente, se corrigió y estabilizó apenas hace poco más de un mes provocando, con ello, la devaluación de otras criptomonedas aparte de la citada. Fue así cuando las voces contrarias a las criptodivisas pusieron el grito en el cielo al son de “¡burbuja!”.
No deja de ser irónico que estas mismas voces sean baluartes defensores del sistema fiduciario que, si algo ha demostrado a lo largo de décadas, es su enorme capacidad para fluctuar, desembocando en crisis económicas de impacto mundial. En España, apenas nos estábamos recuperando de la crisis del 2008 cuando, 12 años después, la covid-19 colapsó de nuevo el mercado.
Igual de cierto es que la evolución del bitcoin y de algunas criptodivisas presentan ciertos claroscuros. En sus inicios, el bitcoin fue un movimiento idealista cuyo eje se vertebraba sobre la autosoberanía y cuyo propósito era revertir el sistema caminando a la equidad. Lástima que tras su enorme éxito llamó la atención de un pequeño número de personas quienes, sirviéndose de ciertas características de este activo digital, buscaron enriquecerse a través de la especulación, pervirtiendo el fin de este criptoactivo y regalando argumentos a quienes no interesaba este proceso transformador.
Sin embargo, la realidad es que las criptomonedas ya han iniciado su tránsito para convertirse en una forma imparcial y general de dinero. Prueba de ello es el incremento del uso o adopción de criptomonedas. Basándonos en un informe de Statista, casi cuatro millones de personas ya emplea o posee este tipo de activos en España. Esto es aproximadamente el 10% de la población, situando a nuestro país a la cabeza de otros países europeos en cuanto a porcentaje, como Suiza o Grecia (11%), y por delante de China (7%) o Estados unidos (6%).
Otra prueba de ello es la accesibilidad a estos activos y la normalización de su uso. Cientos de miles de establecimientos repartidos por todo el mundo ya permiten el pago de sus productos o servicios mediante criptodivisas; se han lanzado servicios de pago que las admiten con una conversión automatizada a euros o dólares; y cada vez son más las compañías de compra-venta de criptodivisas que han lanzado al mercado tarjetas para poder operar con ellas.
Además, para que el cambio sea efectivo ha de lograr ciertos apoyos estratégicos. Aparte de compañías de impacto global que ya han normalizado el sistema criptomonetario, la realidad es que cada vez más instituciones económicas (como el Banco Central Europeo, que recientemente confirmó que seguía adelante con el euro digital) y gobiernos (El Salvador, China, Emiratos Árabes, incluso el Gobierno de España) han apostado, o están en vías de, por las monedas digitales.
Se trata de un proceso natural, dado que el dinero ha sufrido una pérdida de capacidad para generar intereses. Además, su valor se reduce cada vez que los bancos centrales deciden la impresión de más billetes generando, así, daños estructurales y agigantando la brecha económica entre clases.
Si bien es cierto que queda un largo camino por recorrer, se han asentado los cimientos hacia un cambio necesario e irrefrenable. Un proceso de transformación hacia un marco de equidad que busca dejar atrás el gravamen ocasionado en multitud de ocasiones por un sistema financiero que necesitaba de una revisión urgente.
*** Luis Vaello es director regional de Binance.