Inteligencia de datos y la transición a la nube, próximos retos de las entidades financieras
Todos hemos sido testigos de cómo, en los últimos años y de forma progresiva, los clientes han dejado de acudir a las sucursales bancarias para realizar sus transacciones, así como del gran peso que las herramientas digitales han adquirido en todo tipo de operaciones.
Esta tendencia, que ya se mostraba imparable, se ha extendido de forma significativa a raíz de la pandemia de la covid. Así lo vimos en nuestro informe Experiencia interrumpida: ¿continua el Covid-19 cambiando el comportamiento del cliente?, según el cual hasta un 23,5% de los clientes españoles tenía previsto seguir utilizando de forma exclusiva el canal online para relacionarse con sus proveedores del sector financiero tras la crisis sanitaria.
El potencial de la inteligencia de datos
Una de las principales consecuencias del traslado de las interacciones al entorno digital es, sin lugar a dudas, la gran cantidad de datos que los clientes van generando a través de los distintos canales y que las entidades pueden y deben aprovechar para conocerlos mejor y satisfacer mejor sus necesidades. El objetivo último debería ser ofrecer una experiencia lo más personalizada posible teniendo en cuenta sus transacciones y su perfil socioeconómico.
Sin embargo, las entidades financieras deben buscar el equilibrio entre esta tendencia hacia la personalización de sus ofertas y servicios y la necesidad de generar confianza a sus clientes. No podemos obviar que existe una parte cada vez mayor de los consumidores que exige transparencia sobre el uso que se realiza de sus datos, y esto hace fundamental que los bancos sean capaces de explicar por qué un cliente recibe un tipo de interés o condiciones diferentes a los de otro. De lo contrario, esto puede repercutir negativamente en la relación con el cliente e incluso en la reputación de la compañía.
Para alcanzar una verdadera inteligencia de datos no será suficiente con que las entidades financieras extraigan todo el potencial de sus datos propios, sino que deberán aprovechar también aquellos datos externos que permitan aportar valor a sus clientes. Así, según datos de IDC, como consecuencia de la crisis de la covid, el 44% de las instituciones financieras europeas considera de alta prioridad el lanzamiento de programas de datos para obtener información para sus operaciones comerciales, productos y ecosistemas, que garanticen además la homogeneización y el gobierno de los datos y eviten los silos.
Infraestructuras adaptadas al futuro
Hemos hablado del potencial de los datos para mejorar la experiencia de cliente. Pero, teniendo en cuenta el volumen de información que ya generan todo tipo de organizaciones, uno de los retos al que se enfrentan es el de disponer de infraestructuras de almacenamiento lo suficientemente potentes. Tanto es así que los datos de IDC apuntan a un crecimiento del 23% del mercado cloud en nuestro país.
En el caso de las entidades financieras, éstas se encuentran de forma mayoritaria inmersas en su proceso de transición a la nube. Este cambio les permitirá escalar de forma ágil y eficaz, trasladar la estructura a un entorno virtual y reducir su inversión en hardware. Además, el cloud reduce significativamente el time-to-market, un aspecto esencial en un mercado que se mueve rápidamente, especialmente tras la pandemia, y en el que innovar en productos o servicios se vuelve fundamental.
La inteligencia de datos y la transición al cloud se plantean como dos de los principales retos en el horizonte de las entidades financieras, pero no son los únicos, tal y como hemos analizado recientemente en un whitepaper en colaboración con IDC. La próxima instauración del llamado paquete regulatorio Basilea 4, los efectos de la digitalización, la aparición de nuevos actores en el sector, el auge de infraestructuras descentralizadas como el blockchain y las demandas de sostenibilidad también ocuparán un lugar importante en su agenda en los próximos meses.
*** Juan Rodríguez es responsable de Negocio de Sector Financiero de SAS