Aparentemente, la mayoría de los euros, dólares, yenes, libras, etc., ya son digitales. De hecho, cuando pagamos ahora con nuestra tarjeta de crédito o de débito incluso solo una pieza de fruta en la frutería de la esquina, el pan o un ejemplar de un ahora exótico diario de papel del quiosco de nuestro barrio; ni el frutero, ni el panadero, ni el quiosquero ni nosotros usamos ya en la mayoría de las pequeñas compras los billetes de banco o monedas de dinero en metálico, ya que 'pagamos con tarjeta' en nuestro microintercambio comercial diario. Eso se ha vuelto 'el pan de cada día'.
Entonces, ¿por qué tantas dificultades para implantar las monedas digitales? Pues resulta que la digitalización de movimientos del dinero no es el problema. En realidad, pasa lo mismo que ocurrió y ocurre en la industria, y en el enorme mercado mundial de grandes videojuegos, como pudimos ver en el caso del conflicto entre Tim Sweeney, creador de ‘Fortnite’ y CEO de le empresa Epic Games, en el que desafió a Apple -como ya expliqué en estas páginas–.
En dicho conflicto, que aún se mantiene, el verdadero quid de la cuestión son los monopolios globales de los sistemas de pago digitales, y el poder que da su control dentro de una economía. Prueba de la importancia de ese control es que la Unión Europea acaba de acusar a Apple de bloquear la competencia con su sistema cerrado de pagos digitales Apple Pay e impedir la innovación en monederos digitales a desarrolladores que no usen dispositivos de la compañía.
Parece que hoy el dinero ‘en metálico’ sigue siendo necesario, aunque no lo sean ya en muchos casos los billetes emitidos por los bancos centrales ni sus monedas. Es un sistema que viene de los tiempos analógicos, aunque su funcionamiento sea hoy totalmente de gestión digital. Ahora mismo es una gran paradoja que la informática digital gestione y mueva en el mundo un dinero que, al parecer, sigue siendo analógico.
No soy economista, pero todos los expertos en economía y en sistemas monetarios consultados me aseguran que implantar un sistema de dinero digital es extremadamente complejo y 'delicado' por los efectos sobre los equilibrios políticos, regulatorios y de poder que puede tener a gran escala en las economías interconectadas de los diferentes países y, obviamente, para las sociedades y las vidas de sus ciudadanos.
Pero el nuevo dinero digital, sea del tipo que sea, debería funcionar en un mundo relacional como el que vivimos en cualquier geografía. Cualquier dinero digital que se implante que solo funcione parcialmente en un lugar concreto, y que no tenga equivalencia, estará condenado al fracaso.
Desde que se abandonó el patrón oro, el dinero se ha convertido en dinero fiduciario. El dinero fiduciario, o dinero inorgánico, es aquel que está respaldado por la confianza de una sociedad. Dicho de otro modo, no basa su valor en el de metales preciosos, como antaño, sino en la creencia general de que ese dinero tiene un valor relacionado con una promesa de pago por parte de la entidad emisora. Conforme intentamos profundizar en entenderlo, la cosa se complica más y más. Dentro del dinero fiduciario está el denominado 'dinero fíat' (comúnmente llamado dinero por decreto (del latín fiat, 'hágase'), cuya 'cualidad' proviene de su declaración por parte del banco central de un Estado concreto, como tal.
A pesar de no ser términos equivalentes, con frecuencia las expresiones 'dinero fíat' y 'dinero fiduciario' se usan erróneamente como sinónimos. Son 'monedas fíat' las que usamos, y sobre todo usábamos todos los días, como el euro, dólar estadounidense, el yen, etc. y las principales monedas de reserva de todo el mundo desde el fin de Bretton Woods en 1971.
El sistema mundial de dinero ha estado funcionando con esa base desde entonces, con periodos tranquilos y también con sucesivas, cíclicas y constantes crisis. Hay quien dice que provocadas por algunos conocidos y/o desconocidos poderes; pero también hay quien dice que son cíclicamente causadas, perversamente, por el propio funcionamiento del sistema inherente a la actual estructura económica mundial del dinero, de los bancos centrales y/o comerciales y del capitalismo especulativo.
Hay múltiples interpretaciones. Pero el sistema mundial del dinero, con sus grandes altibajos, seguía su curso inercialmente. No hay espacio aquí para una descripción pormenorizada y de economía especializada –que además no es mi campo–, pero esa inercia se está alterando profundamente y acelerando en su convergencia hacia el dinero digital, ya que las formas de pago y su control están en el centro de todo tipo de disputas, cambios e incertidumbres. Veamos algunos.
El abrupto advenimiento del dinero digital
Todo lo relacionado con el dinero digital está sufriendo un seísmo por el avance de la digitalización de su esencia. Hay quien dice que, a raíz de la aparición de las criptomonedas y luego por el ascenso y multiplicación de ellas, iniciada por el Bitcoin BTC, se se rompe el esquema que he descrito en párrafos anteriores. Por resumir, esencialmente el bitcoin es una criptomoneda (un tipo de moneda digital) con un sistema de pago sin banco central o administrador único. Permite a sus usuarios transferir dinero digital entre sí a través de una red 'entre iguales' (peer to peer. P2P) usando software libre y código abierto.
Las transacciones son verificadas y custodiadas criptográficamente por una red descentralizada de nodos voluntarios, que registran el historial de las cuentas en una base de datos pública inalterable conocida como 'cadena de bloques' o blockchain, interconectados, y con firma electrónica, e impide el doble gasto o la falsificación de este dinero digital.
Los nodos de esa red descentralizada no tienen por qué confiar entre ellos y su operación se coordina mediante un protocolo de consenso y complejos cálculos matemáticos. A cambio de dicho trabajo, computacionalmente cada vez más costoso, el protocolo de red de bitcoin recompensa a los ordenadores verificadores creando nuevos bitcoins que ellos obtienen. Este trabajo se conoce como minería de bitcoin que, por cierto, hoy supone un ingente gasto de energía.
Una cosa importante. Por definición, la producción total de Bitcoin BTC no es ilimitada. Tiene un límite máximo, que es de 21 millones de unidades. Así se crea una escasez monetaria artificial. Hasta el 7 de enero de 2021 habían sido 'acuñados' alrededor de 18.593.000 BTC, de los 21 millones totales posibles (limitados desde el principio, por diseño y concepto). Ya hay un país que los ha adoptado. El 9 de junio de 2021 El Salvador fue el primer país del mundo en legalizar el bitcoin como moneda oficial.
Hay muchos más detalles, pero, en síntesis, es esto. Y estoy dejando fuera la enorme cantidad de noticias sobre intentos de fraude que se intentan, aprovechando el éxito de la falsa idea de que mediante las criptomonedas se puede evadir el pagar impuestos y eliminar el resto del dinero de forma anónima sin dejar rastro. No es exactamente así.
De tanto en tanto aparecen noticias sobre 'Esquemas de Ponzi' (una forma de estafa piramidal que atrae a inversores y paga utilidades a los inversores anteriores con fondos de inversores más recientes), y otros fraudes que aprovechan la ignorancia generalizada sobre el funcionamiento de las criptomonedas, que están en creciente proceso de regulación. De hecho, en el formulario del Ministerio de Hacienda español del Impuesto sobre la Renta de este año ya hay una casilla específica que obliga a declarar los activos en criptomonedas.
Hay algo reseñable no muy conocido sobre la criptomoneda digital bitcoin: fue concebida en 2008 por una 'entidad' (no se sabe si individual o colectiva) conocida por el seudónimo de Satoshi Nakamoto. Lo que sí que se sabe es que creó el protocolo bitcoin y su software de referencia fue desarrollado por voluntarios hasta diciembre de 2010. El 31 de Octubre de 2008 fue publicado en abierto –y sigue accesible–, el emblemático white paper de Bitcoin BTC, titulado 'A Peer-to-Peer Electronic Cash System', en el que describía un sistema P2P de dinero digital Bitcoin BTC.
El 3 de enero de 2009, se lanzó para su uso el software Bitcoin, creando la red del mismo nombre y las primeras unidades de moneda, llamadas bitcoins. Aquel día, cada bitcoin tenía un precio de 0.0008 dólares. A día 1 de mayo de 2022 el precio asciende a 35.942,75 dólares. Eso significa un increíble crecimiento con sus altibajos- del 4.492.843.750 % hasta ahora, tan solo en los últimos 13 años y 4 meses.
También hay opiniones que afirman que la publicación del white paper de Bitcoin, justo 46 días después de la caída o bancarrota del gigante bancario Lehman Brothers, –ocurrida la mañana del 15 de septiembre de 2008 y que generó una enorme crisis económica de alcance mundial– fue una publicación generada como respuesta a este hecho, ofreciendo una alternativa muy ambiciosa para generar un sistema de dinero digital no ligado a los poderes bancarios tradicionales. Pero esta es una suposición muy difícil de comprobar.
Posteriormente al bitcoin, han aparecido múltiples criptomonedas, criptodivisas (del inglés cryptocurrency) o criptoactivos, entendidas como divisas alternativas o monedas digitales, que tienen en común ser medios digitales de intercambio que utilizan una criptografía fuerte para asegurar transacciones, controlar la creación de unidades adicionales y verificar la transferencia de activos usando tecnologías de registro distribuido.
Hoy por hoy, existen múltiples controversias respecto a si las criptomonedas deben ser de control descentralizado, o bien monedas centralizadas por los bancos, o por otras entidades financieras intermediarias. Hay quien piensa que la solución del dinero digital pasa por una solución ajena al sistema bancario-financiero. Y que las criptomonedas, en el extremo, podría hacer innecesaria la intermediación bancaria que lleva siglos funcionando, dejando a estas entidades, e incluso a los bancos centrales sin función alguna con lo cual, se volverían irrelevantes.
Existe esa posibilidad, si se diera el caso de que las criptomonedas se adoptaran masivamente y se convirtieran en 'moneda fiduciaria' para todo el planeta. Lo que es seguro, es que eso causaría una conmoción enorme en el sistema mundial de bancos comerciales que conocemos. Y es una de las máximas preocupaciones de las autoridades monetarias, como veremos. (Sigue en la próxima entrega…).