Durante los últimos años es común que, prácticamente cada día, se publiquen noticias sobre la huella digital, el derecho al honor o a la intimidad, ciberseguridad o seguridad informática. Por todos los ‘incidentes digitales’ que les sucede tanto a pymes o grandes empresas como a los propios ciudadanos, nos damos cuenta de lo poco concienciados que estamos aún con el tema de la privacidad y seguridad de nuestros datos.
Hace tan solo unas semanas que el debate sobre la intimidad e internet volvió a saltar a la palestra por la filtración de un vídeo sexual de un conocido actor español. Un contenido totalmente privado que, en pocas horas y por culpa de la incontrolable viralidad de las redes sociales, se convirtió en trending topic y abrió las cabeceras de todos los informativos.
Porque, efectivamente, como hemos podido comprobar una vez más, no hace falta practicar sexting para que perdamos totalmente el control de un archivo que tengamos en nuestro smartphone. Y si hackean a un presidente del gobierno, a ministros, presidentes de clubs de fútbol o personajes públicos, ¿cómo no van a poder hacerlo a cualquiera de nosotros?
Los ciudadanos pensamos que no somos susceptibles de sufrir un ataque de ciberdelincuencia o hackeo de nuestros terminales ya que consideramos que no tenemos información tan sensible para que seamos ‘interesantes’ para estos delincuentes.
Pero lo que debemos preguntarnos es qué finalidad puede tener una persona para robarnos un contenido y posteriormente difundirlo en internet: ¿lucrativa? ¿venganza? ¿extorsión o chantaje? Así, a lo mejor, puede que encontremos más fácilmente no solo material que sí podría tener riesgo de ser robado, sino también personas que podrían en algún momento cometer ese delito…
Y aunque cada vez están más especializados los equipos de la policía judicial, expertos en delitos telemáticos y ciberdelincuencia de Guardia Civil, todavía es muy difícil rastrear ciertos ataques, especialmente cuando vienen de fuera de España.
Sobre los delitos que quedan implícitos en un acto como este están los de revelar datos sensibles y privados de la persona, lo que afecta a su derecho al honor y a su intimidad y, por tanto, entrarían en juego la Ley de Protección de Datos y el Código Penal y, si lo hubiera posteriormente, el de la difusión de los contenidos.
Porque igual de grave y culpable es quien roba y filtra un contenido personal e íntimo de una persona –máxime si es menor de edad,–, como todos aquellos ‘cómplices sociales’ que, ávidos de morbo, comparten y viralizan el contenido por los canales de mensajería y redes sociales. Y dentro de esta humillación que menoscaba gravemente la intimidad, también debemos incluir todos los pantallazos, ‘memes’ y comentarios que los usuarios vierten en la red, aunque legalmente no tenga ni mucho menos la pena que se merece.
Sobre quién es la víctima, por supuesto, no puede quedar jamás duda alguna: la persona a quien se le han vulnerado sus derechos. El protagonista, adulto y libre, crea este contenido de forma voluntaria y sin coacción, por tanto, nadie puede enjuiciarlo, culparlo ni criminalizarlo. No es pornografía. No hay nada de profesionalidad ni de finalidad lucrativa.
En cuanto a los contenidos con mayor probabilidad de ser vulnerados, sin duda alguna, los eróticos o sexuales son los que más pueden atraer a ciberdelincuentes para llevar a cabo una sextorsión o exparejas pornrevenge, aunque cualquier PDF o archivo corporativo que tengamos en aplicaciones o plataformas en la nube, direcciones de las criptodivisas de nuestra wallet, etc., son activos muy atractivos para los cibercriminales.
Entonces, ¿qué podemos y debemos hacer? Si ya hemos sido víctimas de un caso de robo y filtración de datos personales, lo primero es denunciar ante las autoridades competentes. Sin olvidarnos de guardar todas las evidencias (pantallazos, mensajes, etc.) por si se necesitaran para un peritaje judicial y, tras esto, contactar con alguna empresa especializada en el borrado de datos y eliminación de contenido de índole sexual en internet para retirarlo lo antes posible de la red (a veces, recomiendan realizar la denuncia posteriormente al borrado, pero con toda la información del proceso documentada).
.Y como forma preventiva más que reactiva, por un lado, tomar las medidas de protección en los dispositivos para garantizar la seguridad de nuestros datos e información personal, y, por otro, prudencia. Aunque tenemos todo el derecho de hacer o expresar lo que queramos en nuestra intimidad, sabemos que desde que utilizamos cualquier herramienta con conexión a internet estamos expuestos a perder el control de la información y los contenidos.