Estamos inmersos en un cambio de era y eso, como cualquier gran cambio, tiene un coste implícito que debemos asumir. En este caso, la transformación a marchas forzadas que hemos experimentado en los últimos dos años ha acentuado aún más las diferencias ya existentes entre las empresas y las capacidades de cada una, haciendo que la tan deseada –e indispensable– digitalización sea todavía una realidad lejana para las pymes españolas, que representan nada menos que el 97% de nuestro tejido empresarial.
En este sentido, las empresas españolas reflejan claras dificultades para conseguir subirse al carro de la digitalización y, es que, disponer del capital necesario para invertir en esta transformación no lo es todo. Tal y como refleja un informe realizado por IDG Research, el 68% de las compañías en España que han logrado invertir en herramientas digitales reconocen que los resultados no son los esperados.
Ante esta situación, es indudable la necesidad de un mayor apoyo para poder reducir la brecha y poder enfrentar la escasez de talento tecnológico actual. Es cierto que la llegada de los fondos europeos supone un impulso para el tejido productivo nacional, pero no es suficiente; la realidad es que seguimos a la cola de Europa en cuanto a innovación, superando tan solo en inversión de I+D a Turquía.
Para solventar esta realidad, además de apostar por la formación inhouse del talento que ya disponemos, nos ayudaría mucho contar con expertos que puedan ayudarnos a realizar esa transformación desde dentro, propiciando un crecimiento orgánico de la compañía y sus trabajadores.
De esta forma, los entornos colaborativos son cruciales para poder desenvolverse en el panorama actual. Esta función poco instaurada en España cuenta con múltiples beneficios. Un claro ejemplo es el caso de Plug & Play, una plataforma que aglutina más de 30.000 startups y 500 empresas en todo el mundo para, precisamente, impulsar la creación de un ecosistema digital capaz de propulsar el cambio que las empresas necesitan para poder adaptarse a las necesidades del mercado.
Este tipo de alianzas fomenta una relación win-win entre partners: mientras que la empresa interesada en desarrollar la tecnología obtiene por fin una variedad de expertos en la materia, que ofrecen herramientas y consultoría; las startups que están en el portfolio tienen la oportunidad de desarrollar todo su potencial poniéndose al servicio de estas compañías. En el caso de estas últimas, dependiendo de su estado de madurez, puede suponer desde la validación y evolución de un producto a la adaptación de sus procesos para ser capaz de dar servicio a empresas de diferentes tamaños y tipologías.
De esta coalición surge la innovación abierta, una solución perfecta para cualquier empresa que no tenga capacidad de tener un modelo propio de innovación, cuya principal ventaja es la de poder acceder a soluciones innovadoras que pueden ayudarte dentro de tu negocio y a las que difícilmente tendrían acceso sin un modelo así.
Pero esta realidad no es ajena a ningún sector que opere en el mercado actual. La tecnología lo impregna todo, da igual la naturaleza o el tipo de servicio que prestes. Algo tan básico en nuestro día a día, como es el consumo de agua, puede verse inmensamente beneficiado de las aplicaciones tecnológicas en cualquiera de sus procesos: desde el equipo de supply chain –encargado de la tarea de carga y descarga–, hasta la relación con el consumidor final.
La tecnología es el principal aliado para automatizar las tareas más tediosas, agilizar los procesos, reducir el margen de error y, sobre todo, liberar a los trabajadores para que se puedan dedicar a funciones de mayor valor añadido, algo que redunda sin duda en el servicio que prestan las empresas al consumidor y en el crecimiento transversal de la compañía.
En referencia a esto, no se puede dejar al margen la sostenibilidad. Estos dos aspectos conforman la fórmula secreta para poder subsistir, marcando la hoja de ruta de todas las instituciones públicas y privadas. De esta forma, la digitalización y la innovación tienen una repercusión indiscutible en el cuidado del medioambiente. Tanto es así, que la automatización o la coordinación de diferentes actividades, como puede ser gestionar de forma más eficiente la entrada o salida de los camiones de los centros logísticos, tiene un impacto directo en la reducción de las emisiones de CO2.
En este proceso es fundamental hacer partícipe al consumidor final: tiene que ser consciente tanto de las implicaciones que tiene que la empresa esté utilizando determinadas tecnologías, como del impacto que supone que él, como usuario, las elija y las utilice. Se trata de promover un crecimiento integral y eso pasa por todos los actores implicados en la actividad.
En definitiva, está claro que estamos en el camino correcto, pero es necesario ejercer una mayor presión para que la digitalización deje de ser un espejismo para la mayoría de las empresas en nuestro país. Por ello, es imprescindible fomentar una transformación centralizada, con una plataforma integrada que promueva la gestión de todos los procesos para que el esfuerzo y la inversión de las compañías no sea en vano.
Para instaurar este modelo, necesitamos que se facilite y se favorezca la creación de entornos colaborativos que pongan a disposición empresas de alta especialización punteras –nacionales e internacionales– con las que poder trabajar de forma conjunta para encontrar una solución adaptada a cada caso.
Así, es inconcebible plantear un crecimiento que no sea ni sostenible ni digital, por lo que debemos apostar por una transformación desde las bases; la solución no pasa por poner parches o 'inyectar aire', si no por aprovechar sinergias y promover soluciones que fomenten una evolución realista y ajustada a las necesidades de nuestro tejido empresarial.
*** Nacho Bauset es Head of Digital de Aquaservice.