La inteligencia artificial (IA) es probablemente la herramienta más poderosa que ha creado el ser humano en los últimos tiempos y con ella la capacidad intelectual del hombre alcanzará cotas inimaginables.
Curiosamente la ambición de que las máquinas pudiesen ser inteligentes, se gestó en los años 50, en la que se conoce como la Conferencia de Darmouth. Sin embargo, no es hasta finales de los años 90, cuando la convergencia de varias tecnologías relacionadas con la generación masiva de datos digitales, el abaratamiento de las técnicas para su explotación y almacenamiento, y el avance de la analítica avanzada (Aprendizaje Automático) permitieron que la IA se hiciese realidad.
A partir de ese momento, la necesidad de combinar inteligencias múltiples para la gestión del entorno tan tremendamente complejo al que nos enfrentamos provoca un desarrollo sin precedentes de la IA. La implantación de aplicaciones de IA se generaliza y empieza a afectar a todas las facetas de nuestra vida diaria. Tanto a nivel particular, donde la vemos por ejemplo en nuestros smartphones (desbloqueo con biometría, configuración automática de fotografía de alta calidad, autocorrección de texto), en las búsquedas en Google, asistentes de voz, plataformas de streaming, tecnología GPS, etc. Como a nivel industrial, donde el aprendizaje automático en técnicas de Big Data, IOT o robotics facilita no sólo una mayor productividad y eficiencia en nuestras empresas, sino también interesantes oportunidades de negocio.
A pesar de este gran impacto global, la IA pasa prácticamente desapercibida. Y es precisamente este hecho el que se convierte en un indicador del éxito de su rápida adopción por nuestra sociedad. Para toda tecnología emergente cuando el foco se pone en el valor o servicio que aporta a la sociedad, y no tanto en la tecnología en sí misma, se produce un hecho muy relevante en su evolución, el de su normalización.
Otro ejemplo de la rápida adopción de la IA, es que se trata de uno de los pilares básicos para el desarrollo de otras disrupciones tecnológicas más recientes como son el Metaverso o la Computación Cuántica. La IA habilitará las interacciones “personales” naturales en el nuevo mundo virtual, así como la recreación de entornos y gemelos digitales industriales. Además, la combinación de la IA con la computación cuántica multiplicará la capacidad computacional de las máquinas para resolver problemas complejos.
Pero, ¿cuál es entonces el futuro de la Inteligencia Artificial?
Este ha sido recientemente, un tema muy controvertido a raíz de los últimos desarrollos en la IA y por ello merece especial atención. Tengamos en cuenta que a pesar de la madurez que ha ido adquiriendo esta tecnología, su potencial es aún muy grande y está lejos de estar consolidada. No estamos más que en el inicio de la época dorada de la IA.
El año 2021 supuso en este sentido, un gran avance en su evolución debido a la aparición del GPT3, innovación que se convierte en uno de los mayores hitos de la IA al nivel del Deepblue de IBM o el AlphaGo de DeepMind.
El GPT3 se trata de una herramienta de deep learning (aprendizaje profundo) que permite a las máquinas entender y procesar el lenguaje humano sin necesidad de un código de programación. Con este tipo de IA se abre la posibilidad de que, a medio plazo, las máquinas puedan aprender sin código, simplemente de nuestra comunicación natural (verbal, escrita), o incluso puedan desarrollar a futuro, la capacidad de auto programación de nuevas funcionalidades.
En lenguaje más técnico, la disrupción del GPT3 podría suponer el paso de una IA que actualmente es “estrecha”- las máquinas desarrollan únicamente las tareas para las que han sido entrenadas por el ser humano - a una IA “general” o “amplia”, con la que las máquinas podrían tomar consciencia de sí mismas y aprender de forma autónoma, adquiriendo así un nivel cognitivo similar - o incluso superior- al del ser humano.
Es esta posibilidad, la que ha reabierto el debate recogido en no pocas películas de ciencia ficción, sobre si la IA pudiera dejar de ser un aliado del ser humano, para convertirse en una amenaza para nuestra sociedad.
En mi opinión y aun cuando el potencial de transformación de la IA es tan grande que no está exento de riesgos, está visión un tanto tremendista no dejar de ser el resultado de valorar la innovación tecnológica desde el miedo, y no desde su oportunidad.
Debemos tener en cuenta que aun cuando las máquinas pudiesen llegar a reproducir capacidades intelectuales características del ser humano, sería difícil – por no decir imposible- que adquiriesen atributos que son únicos de nuestra especie como la creatividad, el entendimiento del comportamiento humano o la capacidad de adaptación al medio a través del sentido común. Y son éstas, cualidades imprescindibles para el crecimiento intelectual. Podríamos concluir, por tanto, que las máquinas siempre necesitarán del ser humano para “pensar” de forma exponencial.
Por otro lado, y dado que actualmente se están gestando las futuras competencias de IA, está en nuestras manos y es el momento de gestionar de forma proactiva su desarrollo y evitar un posible uso incorrecto que el hombre - no las máquinas - podría hacer de la IA. Al igual que con otras tecnologías transformadoras de la sociedad, hemos de dotarnos de medidas que generen confianza. Ese es el motivo por el que la gran mayoría de los países, incluido España, están trabajando activamente en la creación de una regulación y código de conducta que nos permita garantizar su uso ético y responsable.
Con estas garantías, hemos de abordar la IA con ambición y valentía, como una gran oportunidad para nuestra sociedad y nuestro país. No debemos perder la perspectiva de los grandes beneficios que aportará al ser humano en múltiples campos como el diagnóstico precoz de enfermedades, desarrollo de fármacos personalizados y por tanto más eficaces, gestión eficiente de los recursos energéticos para una lucha más eficaz contra el cambio climático, la ciberseguridad, el desarrollo del coche autónomo, la gestión de los recursos agrícolas, mejora de la competitividad de nuestras empresas, automatización de plantas industriales, etc
Su impacto económico global será también de gran magnitud. Se estima que la IA contribuirá con aproximadamente un 14% del PIB mundial para el 2030, creando millones de puestos de trabajo de una gran calidad y alta empleabilidad.
En Europa aún estamos a tiempo de ganar en la carrera tecnológica. Nuevas disrupciones como la web 3.0, Blockchain, Metaverso, IoT, así como un nivel récord de inversión, están rediseñando el mapa competitivo de las BigTech. Surgen nuevas oportunidades a nivel global, sobre todo para compañías que quieran destacar en el campo de la IA regulada y que dé confianza.
España con más de 12 unicornios cuenta con una buena posición en el desarrollo tecnológico europeo. Tenemos el espíritu emprendedor y el talento suficiente para destacar en este sector y convertirnos en un referente internacional en IA. Se trata de una oportunidad que no podemos dejar pasar.
*** Rita Estévez Luaña es consejera independiente y ejecutiva.