No es ningún secreto que los cantos de sirena del metaverso nunca encontraron buen aliado en mí. En esta misma columna ya he tildado de "nueva excusa que todo lo vale" y de "gran cortina de humo" a esta tecnología. Pasa y pasa el tiempo, lo que obliga al que suscribe estas líneas a retractarse o reafirmarse en esos diagnósticos. Y, desgraciadamente para aquellos que siguen dentro de esa burbuja, los hechos no dejan de dar la razón a los escépticos.
Ya no es sólo el mal comportamiento de Meta, la matriz de Facebook y responsable última de la espiral masiva de interés por este campo. A pesar de que la enseña ha confirmado sus inversiones en el metaverso de cara a los próximos años, los inversores dudan de su rentabilidad a corto o medio plazo y han penalizado con dureza a la multinacional.
Ya no es sólo el sinfín de compañías y startups que se han apuntado a la moda, con productos cuanto menos discutibles. Por no hablar de aquellos que han aprovechado el tirón del metaverso para aunarlo con la también burbuja de los NFT o de las criptomonedas.
Ya no es sólo que siga sin existir, como ya se ha comentado de forma manida, ni un sólo caso de uso concreto y tangible que mejore la experiencia de uso que tenemos actualmente con los smartphones, wearables y otras interfaces.
Es que, incluso si nos atenemos a los datos, incontestables y tan duros como objetivos, el metaverso no sólo no está creciendo, sino que está en caída libre. La prueba la encontramos en las ventas de dispositivos de realidad virtual, la puerta de entrada a ese nuevo mundo virtual que se nos ha prometido, y que este mismo 2022 han visto como sus ventas cayeron un 12,8% a escala mundial. Tan sólo se han vendido 9,7 millones de gafas de realidad virtual o aumentada: un auténtico fiasco se mire como se mire.
Son datos de IDC que, como ya ocurrió en anteriores burbujas asociadas a la RV en las décadas de los 90 y 2000's, desplaza su optimismo para el futuro, anticipando crecimientos futuros del 30% y que en 2026 veremos 35 millones de dispositivos vendidos. De nuevo, ya no es sólo que hasta ahora todas y cada una de esas previsiones han acabado corrigiéndose a la baja, como ha ocurrido este 2022 sin ir más lejos. Es que, incluso dando por buenos esos incrementos exponenciales, estaríamos hablando de apenas una décima parte del mercado de PC y tablets, contando ya con su progresiva caída hasta ese curso, como recogía The Register.
La desazón entre el Respetable por esta tecnología ya se venía notando en el desplome de las búsquedas de este término en Google o el escaso tirón de muchas iniciativas públicas en este mismo terreno. Ni la intensa campaña publicitaria de Meta en ciudades como Madrid han conseguido despertar de nuevo el interés por esta tecnología. Y los datos de ventas de dispositivos, máxime cuando apenas hay base instalada y cualquier venta supone un buen pellizco en la tarta, son un reflejo preocupante sobre el devenir del metaverso.
Era complicado creer en el metaverso cuando se popularizó el término. Lo fue más cuando se constató que era una repetición literal de las burbujas vividas en décadas anteriores (y que acabaron en sendos fracasos). Lo siguió siendo cuando los especuladores de los NFT y las cripto entraron en juego. Fue más patente todavía cuando la propia Meta rebajó sus expectativas inmediatas a sus inversores que ya se veían venir el problema. Pero es que, con las cifras delante, ¿quién va a seguir prometiendo el paraíso cuando lo que trae bajo el brazo son números rojos galopantes?