Si nos ponemos a enumerar ejemplos de solidaridad cotidianos, podríamos ir desde las acciones más pequeñas, que en ocasiones pueden pasar desapercibidas, hasta algunas más grandes que, también sin imaginarlo, tienen un impacto directo e instantáneo en aquellos a los que ofrecemos la ayuda.
Hoy en día, desde el punto de vista europeo, podemos donar sangre, la ropa que ya no nos ponemos, colaborar con una ONG que represente nuestros ideales o embarcarnos en un proyecto de voluntariado con el que queremos dejar nuestra huella. Por otro lado, y la población migrante bien sabe esto, una muestra de solidaridad habitual es enviar parte de sus ingresos a su familia en su país de origen.
Sin embargo, este último hecho que, en la gran mayoría de los casos, supone su principal ingreso y la manera de mejorar su calidad de vida, no ha sido siempre tan fácil poder llevarlo a cabo. El factor diferencial que ha permitido avanzar y facilitar la vida a nuestros seres queridos ha sido la tecnología. Gracias a ella, operaciones que ahora nos resultan sencillísimas, no lo eran tanto hace unas décadas.
Si nos remontamos siglos atrás, las transferencias de dinero eran prácticamente imposibles. No obstante, sí que existía –y se mantiene en el mercado negro– el sistema ‘hawala’. Un modelo de envío de bienes o servicios que se realiza a través de agentes intermediarios. Es decir, personas físicas a las que se les hace entrega de esos bienes o se les solicita esos servicios. Gracias a la expansión de esta amplia red de agentes, es posible llevar a cabo esta acción, pero que puede dilatarse en el tiempo.
El envío de transferencias internacionales, como lo conocemos actualmente, no lleva funcionando tanto tiempo como nos imaginamos. A principios del siglo XX, Western Union arrancó el envío de transferencias financieras por medio del telégrafo y, en 1974, se estableció como la primera empresa de telecomunicaciones de América que disponía de su propia flota de satélites de comunicación geosincrónica. Este sistema por telégrafo se mantuvo funcionando al completo hasta 2006, por muy antiguo que nos pueda sonar.
Pero gracias a la digitalización y con la creación del sistema SWIFT –una red global de mensajería financiera– cada vez más entidades bancarias comenzaron a permitir a sus usuarios realizar transferencias de dinero internacionales.
En paralelo, surgieron operadores independientes de estos envíos de dinero que llegaban a acuerdos con los bancos para poder ofrecer sus servicios. Por ello, hoy en día, existen muchas ofertas, pero son muy pocas aquellas 100% digitales que ofrezcan una manera de enviar y recibir remesas que hagan de la operación algo sencillo, rápido y accesible para todo el mundo. Un aspecto que forma parte de los problemas diarios de millones de personas y que no siempre se pone el foco sobre ello.
Sin duda, la digitalización posee un aspecto democratizador al permitir que cualquier persona que disponga de un teléfono móvil o de un ordenador pueda acceder a su red sin prácticamente ningún límite gracias a su carácter descentralizado.
Con un solo clic, podemos hacer una transferencia que le llegue inmediatamente a nuestro familiar y así pueda emplearlo para pagar el alquiler, la educación de sus hijos o hacer la compra. Una serie de aspectos básicos que en muchas regiones del mundo no están al alcance de todos por igual.
A pesar de que, según el Digital Report 2023, el 64,4% de la población mundial tiene acceso a internet, sigue quedando un importante segmento incomunicado, el 35,6%. Esto reafirma la urgencia de seguir trabajando por su integración completa, ya que la calidad de vida y el acceso de millones de personas a sus derechos está en juego.
Estamos trabajando en la dirección adecuada porque, tal y como detalla el estudio, en tan solo un año, los usuarios de internet en el mundo aumentaron en un 1,9%, alcanzando los 5.100 millones de personas. Las dos regiones con mayor penetración son Estados Unidos (97,4%) y Europa Occidental (93,5%). Mientras, si nos fijamos en América Latina o el Caribe, esos porcentajes se establecen en el 80,6% y el 68,4%, respectivamente.
Unos datos de digitalización que, aun siendo elevados, tienen que seguir aumentado. Para hacernos una idea de la importancia de estas transferencias de dinero, en muchos países de Latinoamérica, por ejemplo, estos flujos de remesas llegan a representar hasta más del 28% de su Producto Interior Bruto (PIB).
Solo en Latinoamérica y el Caribe, las remesas recibidas durante el 2022 mostraron un crecimiento del 11,3%, hasta alcanzar los 145.000 millones de dólares en 2022. Unos fondos que, sobre todo en las zonas más empobrecidas, suponen un aliciente para salir de la pobreza, la exclusión social y mejorar los aspectos más básicos de su vida como el acceso a una alimentación, vivienda o educación de calidad.
Afortunadamente, ya existen operadores que han sabido ver este problema y que han nacido ofreciendo una respuesta totalmente digital buscando que un cambio tecnológico sea capaz de generar una auténtica transformación social. No es una tarea fácil ni es posible alcanzarla a corto plazo, pero apostando por las correctas herramientas, es posible conseguir un impacto de alto alcance.
El próximo 31 de agosto se celebra el Día Mundial de la Solidaridad Internacional y ese día –junto a los 364 restantes del año-, apostar por una digitalización justa, asequible y segura es la mejor hoja de ruta para realmente hacer de ella una realidad y hacer de este mundo un lugar mejor.
*** Jesús Javier Guevara Monjes, CEO y fundador de Aura Pay.