Los intereses contrapuestos de la industria tecnológica nos suelen dejar historias que poco tienen que envidiar a la más adictiva de las telenovelas. En ocasiones, con invitados de excepción que alargan la trama más de lo debido... o quizás hasta el límite justo donde la razón y el sinsentido juntan sus brazos.
En esta ocasión, los protagonistas de la trama son un coloso (Broadcom) deseoso de unirse en alma a otra compañía (VMware), despechada de sus antiguos amores con Dell Technologies y en claro declive desde que la era de la virtualización (en que era reina y señora) dejó paso a la de la nube y los contenedores (ambas tendencias a las que llegó tarde y con un papel residual).
Hace año y medio, Broadcom se prometió con VMware con un anillo que se ha ido encareciendo hasta los 68.000 millones de dólares. Desde entonces, todo han sido problemas.
Primero fueron los clientes actuales de VMware, quienes en público y en privado se mostraron recelosos de este matrimonio. En sus pensamientos, los recortes de inversión y el abandono a los clientes menos rentables que Broadcom ha realizado con otras compañías a las que adquirió en el pasado. Su historial arroja un modo de trabajo muy definido y nada positivo: despidos masivos, sinergias casi obligatorias entre sus distintas filiales y un retroceso claro en sus estrategias de I+D+I.
No es algo nuevo ni que surja de la inspiración divina. Tal y como contamos en D+I, muchos CIO españoles se han mostrado preocupados por el futuro de sus sistemas construidos sobre tecnología de VMware.
Desde la firma que dirige María José Talavera no se han proporcionado, indican estos directivos, garantías de futuro más allá de lo que rezan los comunicados oficiales internacionales. Incluso en foros de internet de programadores se reproducen los mensajes de incertidumbre y las preguntas sobre cómo migrar a otros proveedores antes de que la compra se cerrase.
A mayores: las autoridades de competencia de Reino Unido aprobaron la operación, no sin antes expresar sus propias preocupaciones sobre un posible aumento de precios, la restricción a posibles competidores -hasta ahora socios- de VMware o el acceso a datos confidenciales de terceras empresas.
Pero las buenas telenovelas tienen que extenderse en el tiempo, y esta no es una excepción. El 26 de noviembre finaliza el plazo para que la operación pueda llevarse a cabo, recordemos, año y medio después de su anuncio. Y, en estos momentos, vivimos en un eterno "día de la marmota", como tituló el director de Byte TI Manuel Navarro.
El gobierno chino, en esta vorágine de tiranteces geopolíticas con Estados Unidos, está frenando la aprobación de la compra en lo que para algunos medios de primer nivel, como Reuters, podría ser la mejor noticia para Broadcom: si se pasa el plazo máximo, se librará de llevar a cabo una compra que no ha suscitado más que noticias negativas, controversias y miedo en el sector. Y a un precio de oro, difícil de asimilar en el contexto económico actual.
Los dos prometidos, Broadcom y VMware, han emitido un comunicado para defender su unión, aunque admitiendo que los tiempos se les están yendo de las manos. su propósito sigue siendo celebrar la boda, aunque los días aprietan y las dudas que surgieron hace año y medio siguen lejos de disiparse.