Hace ya tiempo que las menciones al plan España 2050, que dibujaba una estrategia para afrontar nuestros retos y aprovechar oportunidades a nivel nacional, no ocupan lugar en la conversación mediática. Sin embargo, hay recientes proyecciones internacionales, como las difundidas por Goldman Sachs, que nos llevan a pensar de nuevo en esta fecha. Este grupo inversor global ha elaborado un ranking en el que menciona cuáles serán las superpotencias económicas a nivel mundial en el año 2050, basándose en el Producto Interior Bruto (PIB) de cada uno de los países en los años 1992, 2010 y 2028. En estas proyecciones, España cae del top 15 hasta la posición 26 para 2050.

Son múltiples los informes y organismos que apuntan al reto de crecimiento que tiene la economía española, nada nuevo bajo el sol. Y la forma más eficaz de afrontarlo no es otra que mirar al presente, a 2024, para adoptar medidas correctoras. España reúne una serie de ingredientes únicos en nuestro entorno que permiten que el crecimiento de las compañías españolas pueda despegar y ampliar su impacto dentro y fuera de nuestras fronteras. Sin ir más lejos, contamos con unas condiciones más que óptimas para la atracción de talento e inversiones. Somos puente con Iberoamérica, un mercado de cientos de millones de consumidores con un potencial de crecimiento superior al de muchos países europeos.

Sin embargo, las múltiples bondades que reúne una administración descentralizada como la española, generan en el ámbito del crecimiento y la inversión una serie de externalidades negativas que condicionan la expansión de los negocios de manera uniforme en todo el territorio nacional. Pensemos, por ejemplo, en nuestro Ibex 35, y las empresas que van incorporándose a este mercado público para actualizarlo. Si comparamos su evolución con la de índices bursátiles en otros países, vemos que no hay apenas renovación. Esto quiere decir que las nuevas empresas españolas, muchas de ellas de base tecnológica, no están creciendo con la misma escala que lo hacen en otros países.

Sin duda, una de las externalidades que mayor impacto tiene en este problema de escala es la dispersión normativa. La disparidad de normas obstaculiza el establecimiento, la competencia y la posibilidad de ofertar un mismo bien o servicio en igualdad de condiciones. Esto nos hace menos competitivos, por ejemplo, a la hora de captar inversiones. Acogimos con esperanza la aprobación de una Ley de Unidad de Mercado que ambiciona garantizar el libre acceso, el ejercicio y la expansión de las actividades económicas en todo el territorio nacional, si bien esto no siempre se cumple en su sentido estricto.

Asistimos, pues, a una situación desigual entre territorios y es aquí donde se ha abierto, si cabe de una forma más agresiva, la dispersión que limita el crecimiento del conjunto del país. Contamos con casos de éxito en territorios que están destacando por la eliminación de trabas y atrayendo un alto nivel de inversiones, como Madrid. Según los últimos datos disponibles en el Registro de Inversiones Extranjeras DataInvex de la Secretaría de Estado de Comercio, esta comunidad lidera la atracción de inversiones extranjeras, acaparando más del 60%. Pero su fortaleza no es suficiente, necesitamos de una mayor contribución del resto de regiones para convertir nuestro potencial en mayor Producto Interior Bruto.

De hecho, esta diferencia entre regiones también pone en riesgo otras piezas muy relevantes vertebradoras de la marca España Tech, como es el atractivo de Barcelona, que sigue siendo la tercera ciudad europea favorita para fundar una startup, pero a su vez ha visto reducida a la mitad la entrada de capital internacional en el primer semestre del 2023.

En este contexto, están llamando a las puertas de España las scale-ups, empresas de alto crecimiento que, a partir del potencial de la digitalización y de la tecnología, están transformando sectores como el retail, el financiero, el energético o el transporte. Estas empresas han demostrado tener la capacidad de convertir potencial en crecimiento, a corto, medio y largo plazo. Están llamadas a competir en mercados internacionales y a atraer inversión, tanto nacional como extranjera.



No cabe duda de que en una España que apueste de manera decidida por acompañar a estas compañías en su desarrollo, encontraremos una vía de crecimiento que marcará la diferencia y puede cambiar muchos análisis futuristas. Debemos aspirar a que este valor añadido recorra las diferentes regiones de nuestro país. Solo así, sumando las capacidades de todas, lograremos mantenernos competitivos en la escena internacional.

Si mirar a la España de 2050 nos inspira, bienvenido sea. Pero las soluciones a retos tan urgentes como es el del crecimiento de las empresas españolas, no deben esperar. Especialmente en aquellos sectores tractores de un mayor potencial de crecimiento y de transformación sostenible. Si queremos acelerar, hay industrias y modelos empresariales como las scale-ups que son perfectas aliadas, pues ya han demostrado su capacidad de alto crecimiento e impacto.

*** Carolina Pérez es vicepresidenta de Comunicaciones y Asuntos Públicos de Cabify.