El sector espacial vive una época dorada. En Estados Unidos en particular, la industria ya ha generado más dos millones de puestos de trabajo, lo cual representa un 1,4% de todo el empleo en el país, según datos de la Asociación de Industrias Aeroespaciales (AIA en sus siglas originales).
Los estados de California, Washington, Texas, Connecticut, Arizona y Florida figuran entre los más agraciados con fuerte presencia de nuevas startups centradas en este sector.
La NASA ha jugado un papel imprescindible en los últimos años gracias a la privatización de contratos que acaban en manos de startups, principalmente. El Programa de Tripulación Comercial es una de las muestras más claras de la delegación de proyectos en startups como SpaceX, responsable actualmente de enviar astronautas a la Estación Espacial Internacional.
El ecosistema de startups en Estados Unidos no solo brilla gracias al apoyo de subsidios públicos conectados con contratos pactados con la NASA: la tecnología de impresión 3D es una de las responsables en el éxito de startups como Astra Space (Alameda, California). La empresa hizo historia al convertirse en la primera de la historia en realizar un lanzamiento cinco años después de ser fundada.
La impresión en 3D ha ayudado a acelerar el crecimiento de la industria gracias a que reduce los costes de producción y permite incrementar la producción, por lo cual el camino se allana para las startups, que operan con mayor eficiencia.
No solo las startups se han visto beneficiadas por el desarrollo de la impresión en 3D: la NASA, Boeing y Airbus también hacen uso de la tecnología para sus programas espaciales.
Cada año la NASA envía más de 3.5 toneladas de material a la Estación Internacional Espacial y para reducir la carga y los costes del envío de estas piezas, la agencia recurre a la impresión en 3D. Boeing emplea el 3D para la producción de las antenas de satélites y Airbus va más allá, al dedicar componentes impresos en 3D a la creación de los futuros coches voladores, de los cuales ya existen varios prototipos.
El auge de la impresión 3D en el ecosistema
El sector que más se ha visto beneficiado por la tecnología 3D ha sido el de las pequeñas empresas. Cada vez surgen más startups con fuertes modelos de negocios propulsados por la integración de las impresoras 3D en sus plantas de producción.
ABL Space Systems, startup de El Segundo (California) fundada por antiguos empleados de SpaceX, produce los motores E2, que pesan unas 6.5 toneladas. Sus componentes, como las válvulas de propulsión y las turbobombas, son diseñados e impresos en 3D en su propia planta.
“Existen diversas formas de fabricar componentes para los motores, pero estas alternativas alargan el tiempo de producción y lo cierto es que, normalmente, son más caros que la tecnología 3D”, comenta Dan Piermont, CEO de ABL Space Systems, a D+I.
Blue Origin, la compañía fundada por uno de los hombres más ricos del mundo, Jeff Bezos, no solo emplea la impresión en 3D para la producción de sus motores. En diciembre de 2020, Bezos anunciaba a través de su cuenta personal en Instagram que el motor BE-7, producido en parte con esta tecnología, sería integrado en su módulo de aterrizaje lunar para el programa Artemis de la NASA, que pretende llevar a la luna a la primera mujer en el año 2024. Más tarde, en abril de 2021, la NASA anunció que el contrato del módulo sería asignado a SpaceX, desatando la ira de Bezos y una demanda.
La startup Phantom Space (Tucson, Arizona) no ha escatimado gastos a la hora de invertir en la compra de motores producidos a través de la impresión en 3D. A principios de mayo de este año anunciaba la compra de 200 motores de la empresa Ursa Major.
“Esta adquisición nos ayudará a construir un vehículo de lanzamiento con el menor coste en todo el país y acudiendo solo a proveedores locales”, comentaba Jim Cantrell, CEO de Phantom Space en un comunicado.
La tecnología 3D, un mercado multimillonario
Según un estudio realizado por la firma Market Research Future, se estima que para 2026 el mercado de la impresión 3D con fines aeroespaciales alcance un valor de más de 5.000 millones de dólares. El estudio predice que Norteamérica se convertirá en el actor principal del sector.
El estudio señala los beneficios de la producción en 3D, que emplea un proceso “aditivo”: el objeto es fabricado a través de la aplicación de materiales en varias capas sucesivas. El método tradicional de fabricación es exactamente lo contrario, ya que consiste en “substraer”: cortar, perforar y triturar capas, y darles forma. Con el 3D se reduce el empleo de herramientas y el tiempo de elaboración.
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