El verdadero drama de este final de año no es latino, pero tiene todos los componentes. OpenAI se ha convertido en un novelón sin igual, con el que Silicon Valley recupera el pulso con esta nueva ola tecnológica. La inteligencia artificial es la nueva fiebre del oro que tanto marcó la ciudad de San Francisco a mediados del siglo XIX.
El equipo de fútbol americano, los 49ers, se llaman así precisamente por eso, porque 1849 fue el año que marcó el pico en esta loca búsqueda de pepitas de oro. De aquella época quedan algunos comercios, muy pocos. Boudin, una panadería de origen francés; Ghirardelli, una marca de chocolate conocida en todo el país, icono local. Y, Levi’s, la mundialmente conocida marca de vaqueros, de textil teóricamente para trabajar, aunque ya sea parte de la cultura occidental.
¿Qué mensaje queda de esto último? Que mientras muchos mineros quedaron con sueños rotos y sin encontrar su trocito del preciado metal, sí se hicieron ricos los que les daban servicios a los esforzados cazafortunas.
Desde entonces se dice que hay dos tipos de negocios en San Francisco: los que cavan y los que venden palas. Y se mantiene hasta hoy, con las startups. Un ejemplo podría ser Slack: comenzó como un servicio interno en una empresa de videojuegos y se ha convertido en el uno de los canales de comunicación interna más habituales. No solo en las startups, sino en el mundo corporativo tras la adquisición por parte de Salesforce.
Del culebrón de Sam Altman, OpenAI y su consejo, nos quedan algunos ganadores: el propio Altman, por su test de popularidad, ida y vuelta. Microsoft, por su celeridad para atraer talento, crear la estructura y ser flexibles para seguir el curso de los acontecimientos. Y, dos que son, precisamente, los que venden palas, pero no están cavando directamente: Nvidia y AMD, dos fabricantes de chips que han apostado fuerte por esta nueva ola de innovación.
No lo hacen directamente, cierto, pero sí están dando el impulso y liderando esa carrera para que los mineros, como Altman, como la mayoría de las startups, como los fondos de inversión y todo el ecosistema que crece alrededor.