La era de la computación espacial: un futuro aún distante
La reticencia emprendedora es el talón de Aquiles de las gafas de Apple.
El pasado viernes Apple lanzó su primer producto en casi una década: las Apple Vision Pro. Estas gafas que entremezclan, a la perfección, la realidad aumentada y la realidad virtual, presentan una tecnología revolucionaria.
Apple ha insistido, hasta la saciedad, que las gafas suponen el primer paso hacia el mundo de la computación espacial, término que fue introducido por primera vez en los años 80. Es imposible no sorprenderse con la interfaz, la facilidad de la navegación y la inmersión de este producto.
Sin embargo, el dispositivo afronta un obstáculo significativo: una notable falta de innovación en una industria que todavía se encuentra en pañales.
Tras un uso extendido de las gafas durante el fin de semana, solo queda una gran pregunta: ¿qué utilidad productiva se les puede sacar en su día a día? La justificación de una inversión de casi 4.000 dólares (unos 3.700 euros) en un dispositivo tan avanzado resulta complicada, dada la escasez de aplicaciones especializadas.
Disney es una de las pocas compañías de streaming que ha decidido apostar por una aplicación destinada exclusivamente a las Vision Pro. Visualizar una película en 3D con las gafas es una experiencia espectacular, pero no llega a justificar su elevado coste.
Hay grandes ausencias como las de Netflix y YouTube. Greg Peters, CEO de Netflix, metió el dedo en la llaga y llegó a asegurar en un podcast que “las Vision Pro no son relevantes para la mayoría de sus suscriptores”.
De hecho, la idea de invertir en el desarrollo de una aplicación especializada para un mercado potencial inicial de solo 200.000 usuarios no resulta especialmente atractiva. Esto haría que el mundo emprendedor ignore la existencia de las Vision Pro por el momento.
Resulta especialmente llamativo que Apple no haya organizado un evento especial para desvelar los portentos de las Vision Pro. Es algo insólito de una compañía que parece estar esperando a que surja un caso de éxito entre los primeros desarrolladores que se animen a crear un producto único para las gafas.
Hasta ahora, los productos de Apple siempre habían venido acompañados de un gran apoyo por parte de la comunidad de emprendedores. Según cifras oficiales, los desarrolladores de la App Store generaron 1,1 billones (sí, billones) de dólares en facturación en 2022.
Apple ha alcanzado un hito que pocas empresas en Silicon Valley pueden presumir: ha cultivado un ecosistema de innovación único, del cual no solo han emergido startups que alcanzan el codiciado estatus de 'unicornio', sino que también han nacido industrias completamente nuevas.
Con la llegada de Uber a los iPhones, surgió la industria del transporte compartido, marcando un antes y un después en cómo nos desplazamos. Por otro lado, Snapchat, una startup de Los Ángeles, transformó el sector de las redes sociales con su propuesta.
Asimismo, Siri, que inicialmente era una aplicación independiente, se integró en el ecosistema de Apple tras su adquisición, redefiniendo la interacción usuario-dispositivo. En el ámbito de los videojuegos, Chillingo, la empresa creadora del exitoso ‘Angry Birds’, fue adquirida por Electronic Arts por 20 millones de dólares, evidenciando el poder de viralización y monetización dentro de la App Store.
Los productos de Apple han creado unicornios en su entorno, pero también pymes que dependen de su propio éxito y de los algoritmos de la plataforma de aplicaciones para lograr obtener la atención de los inversores.
Las otras grandes firmas tecnológicas de Silicon Valley no tardaron en replicar el éxito de Apple en su momento y Google, Amazon y Microsoft lanzaron sus propias tiendas de aplicaciones.
Así creó Apple una nueva economía. Sin embargo, en este lanzamiento ha faltado el ‘factor sorpresa’.
La capacidad de proyectar la pantalla de un Mac en unas gafas 4K representa una innovación significativa, especialmente para los profesionales que requieren de amplios espacios de trabajo para la edición de video en un entorno más inmersivo.
A pesar de esto, las Vision Pro se presentan como precursores de una era en la que las pantallas tradicionales podrían quedar obsoletas. No obstante, la transición hacia esta nueva realidad aún se encuentra en sus albores. El peso de las gafas, aproximadamente de medio kilogramo, plantea un desafío ergonómico, convirtiendo el uso prolongado en una experiencia un tanto incómoda.
La revolución de las Apple Vision Pro ha llegado, pero el futuro de la computación espacial tendrá que esperar a que los emprendedores inventen el próximo “Uber”.