Llevar ChatGPT al siguiente nivel ya tiene precio: siete billones de dólares (o siete trillones americanos). Con tal suma de dinero se podría acabar on algunos de los mayores pesares de la humanidad, como la hambruna, pero los deseos de OpenAI son otros.
El peso de la industria de los semiconductores se deja ver de manera tangible en la guerra fría que mantienen China y Estados Unidos por el territorio taiwanés, centro neurálgico y de producción de la mayor parte de los chips que se producen en el mundo.
Ante la evidente dependencia de Taiwán para la producción de semiconductores, la administración del presidente Biden en Estados Unidos tomó medidas significativas al promulgar la Ley Chips y Ciencia. Esta legislación, respaldada por una inversión de 53.000 millones de dólares, tiene como objetivo impulsar el desarrollo y la fabricación de semiconductores dentro del territorio estadounidense.
A la administración demócrata le ha salido un rival en el sector privado: Sam Altman, el CEO de OpenAI. Según el Wall Street Journal, el dirigente de la startup de inteligencia artificial ha iniciado conversaciones con inversores para conseguir recaudar entre cinco y siete billones de dólares para producir el chip del futuro.
A primera vista, puede parecer una estrategia inusual, sin embargo, el éxito financiero de Nvidia, líder en la producción de semiconductores especializados para inteligencia artificial, avala la decisión de Altman.
En los primeros dos meses de 2024, las acciones de Nvidia han experimentado un impresionante aumento del 40%, impulsando su capitalización de mercado hasta alcanzar 1.7 billones de dólares la semana pasada. Este notable crecimiento puso a la compañía en una posición cercana a superar a Amazon en términos de valor de mercado.
Entre los clientes de Nvidia figuran Meta, Alphabet e incluso OpenAl, que ha invertido varios millones de dólares en los codiciados procesadores gráficos de la compañía.
La magnitud de la inversión que persigue Altman lo ha llevado a buscar apoyo en uno de los pocos lugares capaces de satisfacer una solicitud tan ambiciosa: los Emiratos Árabes Unidos. La federación de emiratos ha demostrado su poderío económico en la última década, evidenciando cómo el despliegue de recursos financieros significativos puede materializar proyectos de gran envergadura, como es el caso de la construcción de The Line, una ciudad futurista erigida en el corazón del desierto.
Altman estaría buscando una alianza importante de OpenAI con los inversores, los fabricantes de chips y proveedores de energía. El plan sería juntar los fondos necesarios para construir las fábricas, que posteriormente serían operadas por los fabricantes de chips.
Los planes de Altman responden a la necesidad de la compañía de solucionar una de sus principales amenazas: entrenar la inteligencia artificial requiere de una elevada cantidad de procesadores que vayan evolucionando a medida que lo hace el aprendizaje automatizado.
No es la primera vez que el CEO de OpenAI se traslada a los Emiratos Árabes buscando una ambiciosa inversión. En noviembre del año pasado salía a la luz un posible viaje del emprendedor a Oriente Medio en el que buscaba financiación para un procesador bautizado con el seudónimo “Tigris”.
Este hilo de informaciones deja claro algo: Altman tiene como objetivo entrar en competencia directa con Nvidia, una compañía que en estos momentos concentra el 80% del mercado.
Estamos acostumbrados a ver cómo los grandes magnates de Silicon Valley se salen con la suya y, al parecer, las respuestas a todas las plegarias de capital se encuentran en los Emiratos Árabes.
La compra de Twitter por parte de Elon Musk no hubiera sido posible sin el apoyo del príncipe saudí Al Waleed bin Talal Al Saud. A pesar de los altibajos que está sufriendo con la renombrada X y la falta de anunciantes, Musk parece no estar encontrando trabas a la hora de obtener fondos para su propia startup de inteligencia artificial.
Teniendo en cuenta que los ingresos anuales de la OpenAI alcanzaron los 1.600 millones de dólares en diciembre gracias al crecimiento de ChatGPT, frente a los 1.300 millones de dólares de mediados de octubre, Altman cuenta con altas posibilidades de conseguir una de las inversiones más importantes de la historia de Silicon Valley.
La pregunta que surge es si el continuo flujo de inversiones árabes en compañías estadounidenses despertará suspicacias por parte del gobierno de Estados Unidos.