El pasado 27 de junio, 51 millones de espectadores esperaban con expectación el primer debate presidencial de Estados Unidos. En el ambiente político del país se respira, desde hace tiempo, un malestar bastante evidente.
Por un lado, el partido republicano, representado por Donald Trump, el primer expresidente de EE. UU. condenado por delitos graves; y por otro, el partido demócrata, que busca renovar la presidencia de Joe Biden por otros cuatro años. A sus 81 años, Biden muestra signos de cansancio y lapsus mentales.
Tras el debate entre los dos candidatos hubo un consenso general. Tanto los medios republicanos como los progresistas coincidieron, por primera vez en más de una década, en que la actuación de Joe Biden no fue la mejor. El presidente se mostró dubitativo, lento y hablaba con un hilo de voz debido a un supuesto resfriado.
El partido demócrata hizo sonar las alarmas, consciente de que su candidato para noviembre tiene pocas posibilidades de ganar la carrera a la Casa Blanca en esta ocasión. El regreso de Trump supondría el golpe definitivo al Tribunal Supremo, ya que dos de sus jueces podrían retirarse, lo que abriría el camino a una nueva y larga etapa de conservadurismo radical en el país.
Al finalizar el debate, las cámaras desviaron su atención de los rivales políticos para enfocarse en otra figura: Gavin Newsom, el gobernador demócrata de California. En un abrir y cerrar de ojos, los rumores se dispararon y Newsom comenzó a ser mencionado como el posible sucesor de Biden.
No obstante, los planetas tendrían que alinearse para que Newsom pudiera convertirse en el próximo presidente de EE.UU. En primer lugar, Biden debería ceder su puesto, algo que no parece dispuesto a hacer a pesar de la presión que está recibiendo por parte del partido demócrata y de los medios de comunicación tras el debate. En segundo lugar, Newsom debería reunir el apoyo suficiente para recibir la nominación del partido. En este caso, la vicepresidente Kamala Harris no asumiría el cargo de presidenta de manera automática, en el caso de que Biden dimitiera.
Gavin Newsom es, en parte, responsable de que California haya ascendido hasta convertirse en la quinta potencia económica del mundo. Durante la pandemia, Silicon Valley jugó un papel central en el boom económico del estado.
California ha recuperado su hegemonía. Recientemente, el estado se convirtió en la sede del mayor número de empresas Fortune 500 en los Estados Unidos. El pasado 22 de junio, el gobernador presumía en su cuenta de X que California se había convertido en la región con mayor generación de empleo al haber creado 43.700 trabajos en el mes de mayo, lo que representa uno de cada seis empleos en la nación. La mayoría de estos puestos de trabajo fueron generados por uno de los principales motores económicos del país: Silicon Valley.
Un gobierno demócrata de Gavin Newsom parece algo improbable, por el momento, pero lo cierto es que el político ha demostrado gran porte a la hora de enfrentarse a otros rivales de la extrema derecha, como el gobernador republicano de Florida, Ron de Santis. El pasado mes de noviembre, ambos líderes políticos orquestaron un cara a cara en un debate televisado. Esta acción provocó cierta incomodidad en la Casa Blanca, ya que posicionó a Newsom como orador nato e hizo sombra a la figura de Biden.
Una quinta parte del PIB californiano proviene del sector tecnológico, mientras que la mitad de los ingresos por impuestos de la renta proviene del 1% de las grandes fortunas. California lidera en EE.UU. con políticas progresistas, y Newsom no ha dudado en usar fondos de sus campañas para colocar anuncios llamativos de acceso al aborto en vallas publicitarias de siete estados republicanos, entre ellos, Texas.
Una presidencia de Newsom traería nuevos aires al sistema democrático del país. El destino queda en manos de Biden y del partido demócrata.