El panorama geopolítico, cada vez más tenso por los conflictos regionales, sigue intensificándose, mientras las grandes potencias despliegan sus peones en territorios más pequeños.

Aunque varias regiones del mundo ya se encuentran en guerra, uno de los frentes más delicados entre China y Estados Unidos sigue, por el momento, sin llegar a un conflicto bélico: Taiwán. La isla es considerada por China como una provincia rebelde y la gran potencia insiste en su reunificación. Sin embargo, Taiwán mantiene un sistema económico y político independiente de China, con un gobierno democrático propio.

Taiwán se ha convertido en un aliado estratégico para Estados Unidos, no solo por su estratégica ubicación geográfica, sino también por ser el mayor productor de chips del mundo. Una invasión china a la isla tendría un impacto devastador en la industria tecnológica global. La disrupción sería monumental, y China lograría asestar un golpe crítico a Estados Unidos sin entrar en conflicto con su rival de manera directa.

La disputa entre China y EE.UU. por Taiwán ha sido tensa y constante, marcada por acusaciones mutuas de violaciones a su espacio aéreo y marítimo. 

Consciente de este riesgo inminente, la administración del presidente Joe Biden impulsó la mayor inversión en la historia del país para desarrollar la industria de semiconductores “Made in America”, siguiendo la estrategia impuesta por el gobierno anterior de Trump. Estados Unidos se encuentra inmerso en una carrera contrarreloj para equiparar su capacidad de manufactura de procesadores con la de Taiwán, aunque todavía se encuentra lejos de lograrlo.

En paralelo, para mitigar los riesgos, importantes empresas taiwanesas han comenzado a trasladar parte de su producción a otras regiones. México ha sido uno de los mayores beneficiados de esta estrategia, consolidándose como el principal socio comercial de EE.UU., desplazando a China.

El fenómeno del nearshoring está favoreciendo enormemente a ambos países de norteamérica, mientras que la economía china sigue sufriendo el impacto de los aranceles impuestos por su rival norteamericano. México podría seguir el ejemplo de Estados Unidos con el nuevo gobierno de Morena. 

Un ejemplo clave de esta estrategia es Foxconn, la empresa taiwanesa encargada de fabricar productos para gigantes tecnológicos estadounidenses como Apple (Foxconn fabrica el iPhone), Nvidia, Sony, Microsoft y Dell. Este mes, Foxconn anunció una expansión histórica de sus operaciones en México

La ciudad de Guadalajara se convertirá en la sede de la planta de procesadores más grande del mundo, la cual se utilizará para satisfacer la creciente demanda de los procesadores GB200 de Nvidia, esenciales para el avance de la inteligencia artificial. 

Chihuahua también se ha beneficiado de esta expansión, con una inversión de más de 500 millones de dólares por parte de Foxconn.

Con este movimiento estratégico, Foxconn logra mantener bajos los costos de producción, minimizar los riesgos de una posible invasión china, y, gracias a su cercanía geográfica a Estados Unidos, uno de sus mayores socios comerciales, optimizar su cadena logística. 

Este movimiento beneficia a Taiwán, Estados Unidos, México y, cómo no, a las principales empresas de Silicon Valley que hacen negocios con Foxconn.