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Tres horas de diferencia y dos formas de entender la vida. La Costa Este y la Costa Oeste son dos caras del mismo país, con mucho en común. Además, no es lo mismo la élite ilustrada de Boston, con tintes europeos, que los tiburones de Wall Street o los latinos de Florida.

Antes de comenzar a escribir este artículo, comentábamos los autores con el editor cómo Miami y Los Ángeles tienen algo en común que dice mucho de la idiosincrasia de ambas ciudades. Tanto en la capital latina de California como en la de Florida se hace mucho ejercicio, en general.

Hay cierto culto al gym, el deporte y a las actividades al aire libre. Sin embargo, los resultados esperados y la motivación son muy diferentes. En LA es porque es sano y esperan que eso les haga verse bien. En Miami es para verse bonitos. Y, bueno, si además es sano, mejor. 

Florida, sureños de corazón  

Ron de Santis, el actual gobernador, fue uno de los colaboradores más cercanos de Trump durante su primer mandato. Su forma de gestionar la pandemia fue polémica, pero efectiva. Atrajo talento y capital. Su visión religiosa y del orden social es bastante radical, sobre todo en el aspecto educativo. Pero pone al partido por delante antes de sus intereses. Esto puede ser clave en el recuento posterior a la elección. 

No se olviden que aquí también hubo un Bush. Jeb Bush fue gobernador entre 1999 y 2007. Coincidió, no sin polémica, con su hermano presidente. Sigue viviendo aquí y es uno de los dinamizadores del partido. Se trata de, quizá, uno de los republicanos menos tradicionales y abiertos al diálogo con los progresistas.

Francis Suárez, el primer alcalde de Miami nacido en la ciudad, es hijo de cubanos, se siente como tal y tiene una legítima ambición política. Tuvo un tímido intento de candidatura presidencial. No fue más allá, pero le sirve para colocarse en el tablero nacional e internacional. Es uno de los republicanos más cercanos a los inversores y emprendedores de tecnología. La muestra ha sido la forma en que ha transformado la ciudad y en cómo, apoyado en Jeremy Schwarz, hasta hace muy poco su Chief of Staff, ha hecho de Miami la capital de la innovación en América Latina. 

En cualquier conversación de calle se tiene la sensación de que Trump será ganador. Pero Florida no es todo el Este. No es así en Pensilvania, Massachusetts, New Jersey o Nueva York, pero sí, en este lugar donde muchos latinos llegan ‘huyendo’ de gobiernos de izquierdas en sus países de origen. Mucho más marcado en el caso de venezolanos y cubanos, también de algunos colombianos. Esto evidencia cómo la emigración, una vez que se formaliza y puede votar, se integra. El latino de Florida prioriza las posibilidades de hacer negocio, la fe cristiana (casi siempre católica), los valores familiares y el orden migratorio. (Muchas veces olvidando su propio camino a la ciudadanía).

Estos factores hacen que la balanza se ponga del lado repúblicano. Al margen de que Trump guste más o menos, que, además, a cierto tipo de votante le seduce un líder de fuerte personalidad, casi histriónico.

California, el estado azul-demócrata 

Si las elecciones de 2020 fueron históricas en Estados Unidos, las de 2024 marcan un nuevo nivel de tensión política máxima en el país. Los efectos de la administración Trump entre 2017 y 2021 todavía se sienten, con una Corte Suprema que en los últimos meses ha demostrado su inclinación hacia la derecha radical al eliminar la protección del aborto a nivel federal. 

Los derechos sociales penden de un hilo, y los votantes lo saben. Si la candidata demócrata Harris se alza con la victoria, necesitará ganar también el Senado y la Cámara de Representantes para poder avanzar una agenda que atienda las necesidades de la clase media, baja y los grupos minoritarios.

Si Trump vuelve a la Casa Blanca, se espera que adopte el Proyecto 2025, un manual elaborado por sus aliados más allegados, en el que se detalla cómo transformar la estructura del gobierno para hacerla más parecida a la de un régimen autoritario, con espacio solo para los partidarios del movimiento MAGA (Make America Great Again). Si Trump no vence, es probable que su movimiento pierda fuerza y acabe desapareciendo.

En California se respira tensión. El voto se moviliza como nunca. Hablar de política entre amigos ya no es tabú, y se hace todo lo posible para que los votantes acudan a las urnas. Las encuestas que circulan en el estado predicen una victoria arrolladora para Harris, pero en la red social X se percibe un panorama totalmente distinto. 

Elon Musk, quien aspira a un puesto importante en la administración Trump para encargarse de “reducir el déficit público,” ha convertido su red social en una plataforma repleta de teorías conspirativas, información falsa, deepfakes y encuestas que dan una victoria abrumadora a Trump. 

Los votantes muestran escepticismo. Las encuestas de 2016, que daban una clara victoria a Hillary Clinton, fallaron contra todo pronóstico. Resultaría sencillo quedarse en casa, relajarse y esperar los resultados definitivos la noche del 5 de noviembre, pero los votantes son conscientes de que enfrentan una noche en la que la historia del país podría dar un giro radical.

Podríamos ser testigos del ascenso al poder de la primera mujer presidenta de EE.UU. (un logro que no se ha publicitado mucho en esta campaña para evitar cometer los mismos errores de la campaña de Hillary Clinton en 2016) o del regreso del movimiento MAGA. También está la incógnita de si se aceptarán los resultados. De no ser así, la tensión actual podría dispararse. 

Silicon Valley también se juega mucho en estas elecciones. El candidato republicano a vicepresidente, JD Vance, cuenta con importantes amistades en el mundo del capital de riesgo de San Francisco. El inversor Peter Thiel es uno de sus principales apoyos. 

Una victoria de Trump supondría todo un terremoto para la nueva revolución industrial, aquella que engloba a todas las startups que han surgido durante la última década para paliar los efectos del cambio climático. Irónicamente, el ascenso de Trump también sería un golpe para Tesla, ya que los republicanos no creen en la electrificación de la industria del automóvil.