Las reglas en Silicon Valley han cambiado en las últimas décadas. Los unicornios, aquellas startups que logran superar la valoración de los 1.000 millones de dólares, son cada vez menos rentables.
Según un estudio realizado por el analista Jay Ritter, en el año 2021 tan solo un 22% de los unicornios resultaron rentables. El resto no dieron beneficios.
Startups como Uber, Lyft y WeWork siguen sin lograr la rentabilidad de manera estable. Conociendo su fuerte presencia de marca a nivel internacional, esto podría resultar sorprendente.
Lo cierto es que los costes operativos de estas compañías, sus agresivas estrategias de expansión y la competencia han provocado que las promesas de rentabilidad a corto plazo no vean un horizonte tangible.
Por su parte, Uber prometió llegar a este objetivo en diferentes ocasiones. La primera vez fue en 2019, pero la pandemia retrasó sus planes. Solo en 2023 logró reportar su primera ganancia neta anual desde que saliera a bolsa en 2019, marcando un hito significativo en su trayectoria financiera.
Las cifras no mejoraron en 2023. El 85% de los unicornios de Estados Unidos no lograron obtener beneficios. Inevitablemente, esto implica que las firmas de capital riesgo estén viendo menos retornos en sus inversiones.
Si bien es cierto que las firmas disponen de mejores herramientas y personal experto que a la hora de elegir startups a las que dotar de capital, en la mayoría de los casos se impone la rápida expansión de las compañías como prioridad frente a otros objetivos. Es el pez que se muerde la cola: la expansión internacional a gran velocidad implica un mayor gasto en operaciones y mano de obra.
El daño colateral en estos casos recae en el cliente final y, en muchos casos, la calidad del producto sufre. Cuando los fundadores deben centrar su atención en la expansión en vez del producto original que les llevó a la cúspide de Silicon Valley, la esencia, en muchos casos se pierde.
Lejos quedaron los tiempos en los que Uber y Lyft, efectivamente, eran más baratos que un taxi convencional. En los últimos años, tanto usuarios como conductores han visto cómo la calidad de estos servicios ha caído en picado.
WeWork, ese unicornio que cayó debido al hype y el humo que su fundador consiguió difundir, sigue sin lograr un rumbo concreto. Las promesas de espacios acogedores y colaborativos se quedaron en oficinas cada vez más diminutas y con un menor número de beneficios para los clientes.
El caso de WeWork, acompañado de otros estrepitosos fracasos como los de Elizabeth Holmes con Theranos y Sam Bankman-Fried con FTX, abrieron los ojos a muchos inversores en Silicon Valley.
En la década de 2010, vimos el ascenso al Olimpo de estas figuras que perseguían la fama y convertirse en los próximos “Steve Jobs”. Estos fundadores contaban con una habilidad única para acaparar la atención de los medios internacionales con promesas difíciles de cumplir. Mientras sus caras aparecían en portadas de revistas como “Time Magazine”, por detrás se ocultaba una montaña de mentiras a los inversores.
Esto sirvió de lección a las firmas de inversión, que se vieron forzadas a mejorar su fuerza de trabajo encargada en realizar análisis profundos de las startups antes de invertir millones en ellas.
Esta tendencia no ha hecho más que aumentar en el último año, cuando los tipos de interés han subido a gran ritmo para combatir la hiperinflación que azotó al país norteamericano y gran parte del mundo. Afortunadamente, no se vivió el ambiente apocalíptico que se esperaba en Silicon Valley: el flujo de capital hacia las startups sí disminuyó su ritmo, pero nunca llegó a hacerlo de manera radical.
Ahora que la inflación está bajo control, se espera que las startups se vean beneficiadas por el nuevo contexto económico. Sin embargo, la amenaza de imposición de aranceles radicales a China, Canadá y México por parte de la nueva administración Trump, que llegará al gobierno el próximo mes de enero, cambiará las cosas, y no para bien.
El precio de los aranceles lo pagará el consumidor y estos aumentos en productos extranjeros causarán una nueva inflación. Silicon Valley tendrá que esperar a 2025 para ver cuál es el desenlace de todo esto.