Estados Unidos sigue atravesando tiempos revolucionarios. La población sigue extremadamente dividida por la situación política actual. De hecho, es imposible separar la política de Silicon Valley en estos momentos.
Acabamos de vivir un hecho histórico: Silicon Valley ha comprado la presidencia del país. Es innegable que el apoyo de Elon Musk a Trump ha sido clave en la reelección de uno de los presidentes más polémicos en la historia del país. El primero en ser condenado por un crimen. Nada lo ha detenido para volver a la Casa Blanca.
La semana pasada, medios estadounidenses revelaron la cifra aproximada que Musk donó a la campaña republicana: 277 millones de dólares; calderilla para un multimillonario. Acceder a un puesto de poder en el gobierno federal de EE.UU. ya tiene precio de manera oficial.
Musk ha formado parte de una campaña agresiva, en la cual no ha dudado ni un solo segundo en acudir al juego sucio para defender la agenda radical conservadora. Él se convertirá en uno de los responsables del Departamento de Eficiencia del gobierno.
Amenaza con aniquilar miles de puestos de trabajo de empleados públicos y ya ha anunciado su interés en contratar personas afines a Trump que quieran “trabajar más de 80 horas a la semana y que estén dispuestos a no cobrar”.
Sí, no es una exageración: son sus propias palabras. Declaraciones tan polémicas como ésta aumentan, aún más, la brecha entre “corporate America” y las clases sociales medias y bajas. El clima está caldeado y más tras el asesinato del CEO de UnitedHealthcare, Brian Thompson, que no ha hecho más que aumentar la tensión en el país.
Lejos de condenar los hechos, los ciudadanos estadounidenses han mostrado su indiferencia en TikTok, que esta semana se ha llenado de cientos de historias que retratan cómo sus aseguradoras les niegan tratamientos de cáncer, anestesia para operaciones necesarias y medicinas para el dolor a clientes que agonizan y que, en muchos casos, acaban falleciendo abandonados por un sistema que favorece los beneficios de una corporación frente a la clase trabajadora.
Resulta curioso que otras redes sociales como Facebook, Threads y X, oculten más esta información, pero esa es otra larga historia. TikTok tiene sus días contados en Estados Unidos, ya que su prohibición se hará vigente en enero de 2025.
Mientras que Elon Musk ha realizado una campaña a favor de Trump intentando, en todo momento, convertirse en el centro de atención, otros grandes multimillonarios de Silicon Valley operan en las sombras.
Peter Thiel es un nombre que suena mucho en estos momentos. Íntimo amigo del futuro vicepresidente del país, JD Vance, y uno de los grandes inversores de California, ha invertido millones en la campaña republicana y ha movido fichas de ajedrez para situar a sus más allegados en el próximo gobierno federal.
El malestar de la ciudadanía es que cada vez exista menor separación entre el gobierno y el mundo corporativo de EE.UU. ¿Cómo es posible que ambas figuras hayan logrado obtener tanta influencia en el partido republicano a base de cheques millonarios?
Por su parte, Musk, que está desempeñando un papel prominente en la transición de gobiernos, usa a su hijo de cuatro años como escudo para evitar responder a una de las preguntas más pronunciadas por los periodistas: ¿cómo separará sus intereses privados de los públicos?Toda esta información es relevante, porque conocimiento es poder. Se prevé que en los próximos cuatro años de gobierno, las grandes corporaciones del país se beneficien de una desregulación histórica. Tendrán rienda suelta para hacer lo que quieran, algo que no sentará bien a la ciudadanía.
El resto de millonarios de Silicon Valley como Zuckerberg y Jeff Bezos se frotan las manos e intentan acercarse a Trump para obtener sus propios beneficios. Será un momento de oportunidades para las startups y compañías para avanzar más rápido ante la falta de leyes. De momento, los más beneficiados serán aquellos que se encuentren desarrollando proyectos de crypto, ya que Trump se ha posicionado como “EL” presidente que apoye el sector para darle impulso histórico.
Un dato curioso es que el Trump de 2016 no creía en ‘crypto’ y parece que su cambio de opinión ha sido porque, efectivamente, Silicon Valley ha logrado comprar la presidencia.