
Legaltech
Hay un famoso episodio de Los Simpsons en el que imaginan cómo sería el mundo sin abogados. Aparecen los habitantes de Springfield corriendo salerosos por las lomas, entre arcoiris. Idílico, sí, y también simbólico. En Estados Unidos es habitual que un abogado cobre más de 500 dólares por hora de consulta. Dependiendo de la especialidad y prestigio, esa cantidad se puede multiplicar.
Este coste convierte el nicho legal en uno de los más interesantes parar explorar el uso de inteligencia artificial (IA). Así lo plantea Aracor AI, una startup con sede en Miami que acaba de levantar 4,5 millones de dólares de inversión pre-semilla (es decir, fase embrión, casi, cuando apenas es solo una idea o una intención). Al frente de la misma está Katya Fisher, que ha convencido a Fuel Venture Capital para firmar el cheque y acelerar la adopción de estas herramientas.
No se trata de quitar a los abogados de en medio, pero sí de automatizar algunas tareas repetitivas con patrones comprensibles para acelerar procesos. Por ejemplo: revisión de contratos y due diligence.
Según asegura la CEO a Refresh Miami, la tecnología propietaria que están creando cuenta con un modelo de análisis de lenguaje a la vez que promete proteger los datos de manera correcta. En resumen: quieren reducir tiempos y costes sin sacrificar la seguridad. Uno de los retos que afrontan en la diversidad de datos y formatos; y tener la capacidad para procesar no solo Word o GoogleDocs, sino también muestras con calidad diferente, PDFs, imágenes…
Cada vez que se habla de legal tech viene una historia a la mente, la aventura de Atrium, liderada desde Silicon Valley. Nació en 2017y murió en 2020, en plena pandemia, dejando tras de sí cientos de despidos y VCs de primer nivel lamentando la apuesta.
Fue un claro ejemplo de 'tecno-optimismo', de pensar que con dinero e ingeniería todo se puede, pero no se pudo. Tras cinco rondas de capital y más de 100 millones de dólares levantados, la tecnología no multiplicaba, pero sí el número de abogados contratados a golpe de talonario. Expertos de diferentes bufetes se sumaron con ilusión a la aventura de esta startup, con la intención de hacer la revolución desde dentro.
No sucedió. Además de pagar sueldos de seis cifras, que ya los tenían, y sumarles incentivos, tenían que adoptar nuevos procesos para ir creando la versión IA, farragoso y complejo. Poco útil, lento. No servía ni a los clientes, que terminaban por pagar igual que con un despacho normal, ni a la propia compañía.
La maraña se siguió formando y terminó por tener abogados intentando volver a su mundo analógico, con miedo a haber perdido prestigio y decididos a no creerse nunca más las promesas de Silicon Valley.
¿Qué es diferente esta vez? Tanto el enfoque, por tener definida una parte muy clara, y no tratar de afrontar todo de una vez, como si fuese conquistar un planeta a golpe de bayoneta y pólvora; como la tecnología. Los avances de los últimos años y la competencia feroz entre los gigantes tech por conquistar este espacio auguran mejores resultados, pero falta contar con la confianza de la industria.