Stripe nació como una pasarela de pago sencilla, directa y, en teoría, nada sexy. Tras la última ronda de financiación de 600 millones, eleva su valoración de 36.000 millones de dólares a 95.000 (algo más de 79,5 millones de euros). Supera en valoración a SpaceX o Instacart, y se convierte así en la startup más valiosa de Estados Unidos.
Solo TikTok, bajo el paraguas del gigante chino Bytedance, lo supera, con 140.000 millones de dólares (unos 117.000 millones de euros). Stripe dilata su potencial salida a bolsa. Los hermanos Collison prefieren el capital privado para hacer realidad un ecosistema financiero sin límites.
La pandemia, además, ha dado un impulso indudable a su negocio. La demanda de compras online, desde escritorio y móvil, ha tirado del negocio hacia arriba. Compite de tú a tú con Square y PayPal –ambas cotizan en Wall Street– y ninguna llega a tener un abanico de servicios tan amplio.
Europa en el corazón
Pero ¿qué hace a Stripe tan especial? Para empezar, sus fundadores, los hermanos John y Patrick Collison, dos irlandeses autodidactas y fanáticos de la programación. Llevan tan a gala sus orígenes que cuentan con dos cuarteles generales: uno en San Francisco y otro en Dublín.
La oficina de San Francisco ha sido itinerante: de Mission a SOMA, donde ya llevan tres mudanzas de China Basin a Townsend. La de Irlanda, los hace expandirse por Europa con naturalidad. De los 42 países en los que operan, 31 están en este continente. Con esta nueva inyección de capital esperan expandir su huella geográfica. El primer anuncio ha sido la apertura de mil puestos de trabajo en la sede de Dublín.
En Europa, cuentan con clientes destacados como Axel Springer, Jaguar Land Rover o Deliveroo. Su interés por el Viejo Continente no es casual, a los Axa, Fidelity, Sequoia Capital y Baille Gifford se les ha unido como inversor el fondo soberano de Irlanda. ¿Se imaginan que en España se hiciera algo similar con Cabify o Jeff, por poner dos ejemplos? ¿O qué Colombia lo hiciese en Rappi o Platzi?
Mientras que Square se deja seducir por el poder del bitcoin y su especulación, Stripe solo permitió transacciones con la moneda virtual entre 2014 y 2018. Consideran que no es precisamente la mejor moneda para pagos inmediatos.
Y Combinator y cultura de empresa
Los hermanos Collison llegaron a San Francisco muy jóvenes. Antes de presentarse a las pruebas de Y Combinator, habían entablado relación con su fundador, Paul Graham –toda una leyenda de Silicon Valley– gracias al amor compartido por Lisp, uno de los lenguajes de programación más antiguos.
Dentro de la aceleradora se hicieron famosos por su capacidad para captar clientes entre sus propios compañeros y por construir comunidad. No dudaron en asistir a una Platziconf en México para entender mejor la región. O en llamar a su cofundador, Christian Van Der Henst, y que fuese a la oficina a explicar qué sucedía con la cuenta de su empresa porque veían movimientos raros. Escuchada la explicación, no eran tan raros, sino la manera de conseguir que funcionase en otras latitudes de manera correcta.
Esta experiencia sirvió de inspiración para lanzar uno de sus servicios estrella: Atlas. Gracias a este producto cualquiera puede crear una cuenta bancaria en Estados Unidos, conseguir una línea de crédito inicial y dar de alta su empresa en cuestión de horas.
En la última oficina de Stripe, antes de que llegase la pandemia y se pasase al trabajo en remoto, se creó una sede a medida de su visión social: con muchos espacios de encuentro, cocina abierta y comedor de mesas corridas. Y, muy importante, con un auditorio con gradas donde es habitual que se celebren presentaciones, actos culturales y debates.
Es tal su interés por la cultura que han lanzado su propio sello editorial con los libros que a los fundadores les gustaría que tuvieran más difusión. El catálogo abarca temas que van desde la economía a la sociología, pasando por la ingeniería. Toda una declaración de intenciones mientras deshoja la margarita de cotizar o no en bolsa.