Jan Wörner (ESA) anticipa un negocio espacial de 14.500 millones de euros en tres años
El director general de la ESA explica en el foro EBAN Space las actividades de la agencia europea que ofrecen posibilidades de negocio.
11 diciembre, 2020 02:49Noticias relacionadas
“¿Por qué dedicarse al espacio, cuando tenemos problemas suficientes en la Tierra, me preguntan a veces periodistas y políticos? Pues exactamente esa es la razón por la que tenemos que hacerlo, porque tenemos tantos problemas en la Tierra y el espacio es un auténtico puente sobre aguas turbulentas de conflictos por nacionalismos, juegos de poder, sanciones e imperialismo. No es sólo cuestión de economía y emprendimiento, sino también una actividad geopolítica”.
Johann-Dietrich ‘Jan’ Wörner (66), director general de la Agencia Espacial Europea (ESA) desde 2015, explica con nitidez en el foro para inversores de EBAN Space cómo ve el papel de la aventura espacial, su financiación pública y privada y sus implicaciones comerciales.
“Mi profesión es ingeniero civil, puedo construir puentes y por eso elijo esa imagen. Y para describir lo que supone el espacio, me refiero a tres pilares. El primero, es lo social: hacemos algo por la sociedad ofreciendo fascinación, inspiración y motivación, todo lo cual es positivo para la sociedad y la curiosidad. Y son importantes esos tres aspectos para crear el mundo de mañana”, añade.
El segundo pilar del que habla Wörner es la economía, “porque el valor de la industria espacial crece varias veces, mientras otras áreas económicas decrecen”. El tercer pilar es el medioambiente. Las actividades de observación de la Tierra, clima, aguas, meteorología, cosechas, incendios…
En su disección para el foro de inversores, menciona cuatro ámbitos de actividad económica en la ESA, con un horizonte de negocio de 14.500 millones de euros en tres años: ciencia y exploración; aplicaciones (observación, navegación, comunicaciones); disponibilidad y soporte de la actividad (cohetes, centros de control y seguimiento); y seguridad y protección (en el espacio y respecto a amenazas desde el espacio) que ahora mismo implica sólo el 5% del dinero y ahí es donde hay más margen para crecer.
“Si hablamos de dinero y si resulta caro, hemos preguntado a los ciudadanos europeos cuánto estarían dispuestos a gastar. Es interesante: la media de las respuestas da 287 euros por ciudadano al año. Lo que realmente obtiene ESA de cada ciudadano son unos 8 euros al año. Así que no es caro”, remacha.
Los Estados miembros de ESA, aportarán entre 4.500 y 5.000 millones anuales en este periodo. Luego hay que contabilizar las aportaciones de terceros, considerando como tales a la Comisión Europea, Eumesat, que contratan servicios de ESA y, por último, inversiones privadas, que en la actualidad suponen unos 400 millones anuales.
“No es mucho”, confiesa, “y hay quienes dicen que no tenemos derecho, que somos un organismo público. Para mí es importante decirles a los inversores, y también a los emprendedores, que la competencia es un acicate y nunca debes temerla porque te hace más rápido, más flexible y eficiente, o sea, mejor. Pero la cooperación es un facilitador y con ella podemos hacer cosas que no podemos hacer solos”.
El director general de ESA ve posibles intereses para la inversión privada “desde la investigación básica hasta las aplicaciones públicas y de mercado, en el propio espacio 4.0, en aviación, agricultura o cualquier otro campo”.
Cita como ejemplo de una inversión en investigación básica que acaba en un producto la misión Rosetta al cometa 67-P, al que la nave principal envió la sonda Philae, que debía aterrizar en su superficie (pero se estrelló). “Debía tomar fotos, pero el cometa es carbón. Rosetta tenía que distinguir entre muchos diferentes tonos de gris” [más que 50 sombras de Grey, concreta bromeando].
La compañía encargada de construir esa cámara dijo “vamos a buscar un inversor y hagamos un proyecto para pequeñas cámaras. Y tuvieron gran éxito. Construyeron una cámara para detección precoz de incendios forestales que mira por encima de los árboles y puede discernir si ve humo o es sólo vapor de agua”.
Wörner llama la atención sobre actividades colaterales de ESA, sus laboratorios, dispuestos a realizar investigaciones básicas o de aplicación concreta, y su incubadora de empresas, con más de 300 startups, abiertas a la inversión privada y a colaborar con universidades y entidades investigadoras. “Mi opinión es que los sectores público y privado pueden trabajar juntos”, añade. “Y necesitamos a las grandes compañías y a las pequeñas startups. Se trata de algo más que dinero, es también voluntad política de asumir riesgos”.
Sugiere que la próxima generación de cohetes podría estar desarrollándola una startup en un cuarto de estar, pero el gran caso del que le apetece más hablarles a los inversores es de Clear Space, una empresa y una misión que ya había desgranado dos días antes en un foro de ESA, como ejemplo del ‘nuevo espacio’. Una tendencia que supone “reducción de costes, comercialización, innovación disruptiva, agilidad y flexibilidad”.
“¿Conocen la película Gravity, con Sandra Bullock y ese tío que vende café espresso? Pues ya no es ficción. Nuestro satélite Sentinel 1A, dos años después de su lanzamiento fue golpeado por una basura espacial, resultando destruido parte del panel solar”, explica. “La colisión de un Iridium y un Cosmos (10 de febrero de 2009) produjo 10.000 pedazos…”.
ESA ha creado un área que denomina Clean Space y planea desarrollar su primera misión en 2025 con la startup suiza ClearSpace, creada en 2018. Intentará sacar de órbita un objeto de 112 kilos, llamado Vespa, que es parte del adaptador de carga de un cohete Vega. Vuela sobre la Tierra a una distancia entre 664 y 801 kilómetros, un poco más alto que la Estación Espacial Internacional. Aunque, paradójicamente, Wörner se enteró luego de que ClearSpace-1 “utilizará otro cohete Vega para el lanzamiento”.
El vehículo basurero se aproximará al desecho espacial que quiere eliminar y lo capturará con unos ‘tentáculos’ robóticos y lo remolcará hasta forzar su reentrada en la atmósfera. El proyecto contará con financiación privada y espera crear un atractivo nuevo mercado, para la limpieza de las órbitas más concurridas, ahora que se plantea la construcción de megaconstelaciones con decenas de miles de satélites para tareas fundamentales como las telecomunicaciones.