Oslo apenas tiene 634.293 habitantes y presume de ser, quizás, la "capital más compacta" del mundo. También se enorgullecen sus gentes de que tan sólo hay tres niveles de interacción entre cualquier ciudadano y el mismísimo Rey, Harald V. La urbe que ha crecido comiéndose al fiordo ha vivido durante las últimas décadas un despertar urbanístico y cultural sin parangón en el Viejo Continente. Las rentas del petróleo y el gas es lo que tienen. Pero para el ojo ajeno no parecería, de primeras, el entorno más proclive a convertirse en un coloso de la innovación a escala global.
Lo cierto es, que desde 2016 (cuando cubrí la primera Oslo Innovation Week) hasta hoy, el ecosistema tecnológico y emprendedor ha evolucionado sobremanera. De unas primeras startups tímidas y sin un plan de negocio claro a una hiperespecialización en sectores fuertes del país -como la energía o las ciencias del mar- que ha llevado a esta ciudad de una total desconocida a ser la segunda entre los nórdicos en producción de unicornios -cuando antaño tanto Finlandia como Suecia y Dinamarca eclipsaban a la urbe de Munch- e, incluso, a situarse por encima de Madrid, Barcelona, Frankfurt o Milán en algunas métricas.
Es el caso de los datos de inversión de los fondos de capital riesgo. Según las cifras que recoge Dealroom, las startups de la capital noruega han captado 369,5 millones de dólares en lo que va de año, por encima de los 358,9 millones de Madrid o los 357 de Barcelona.
En lo que respecta a los números totales de país, la cosa empeora un poco para los vikingos: son el 15º país en inversión captada (696,6 millones), por debajo ahora sí de España (1.100 millones), Dinamarca (772 millones), Bélgica (752) o Irlanda (747). En otra liga juegan los grandes como Reino Unido (11.400 millones), Alemania (5.600) o Francia (5.500).
Números que comienzan a poner en el mapa europeo y global a Oslo y que no son fruto de la casualidad. Todos los estamentos públicos -desde el gobierno nacional hasta el local- llevan años afanados en reemplazar su lucrativa industria petrolera por nuevos negocios situados en la confluencia de la sostenibilidad y la digitalización.
"Oslo está en el el camino para convertirse en una de las ciudades más innovadoras y sostenibles del mundo. Queremos reducir nuestras emisiones de gases de efecto invernadero en un 95% para 2030 en comparación con 2009. Tenemos un potente tejido en sectores como la energía o el mar, pero también en la investigación sobre cáncer o incluso la electrónica de consumo", destaca Anita Leirvik North, vicealcaldesa de Cultura y Desarrollo Empresarial del Ayuntamiento de Oslo.
Razón no le falta en esta afirmación: la capital noruega ya vivió un momento de gloria con el auge de Kahoot!, una startup de educación digital que hoy está presente en millones de hogares y colegios de todo el planeta. Gelato, conectora entre productores y distribuidores locales- repitiría fórmula al volverse unicornio en 2021. El software industrial Cognite, la startup de supermercados online Oda, Autostore (el primer unicornio, fundada en 1996, dedicada al diseño de robots de almacén)... los casos de éxito se acumulan y acumulan a orillas del fiordo.
Buena parte de culpa la tienen los importantes apoyos -públicos y privados- que existen en la pequeña pero cosmopolita urbe. Aceleradoras, un creciente tejido de fondos de inversión locales, grandes empresas con ganas de apostar. Los ingredientes se van alineando sobre la mesa en este gran banquete de la innovación.
"La I+D+I no se puede producir de forma aislada, necesita colaboración entre todos los agentes -Academia, sector público, empresas, emprendedores y capital, requiere de apoyos y entornos reales donde ponerse a prueba", añade Anita Leirvik North.
Quizás este último sea uno de los grandes secretos que han fraguado este despertar noruego en la arena de la innovación. Por lo pronto, toda la ciudad se está sometiendo a un proceso de digitalización a toda vela, SmartOslo, que sirve de sandbox para cualquier emprendedor que quiera probar sus desarrollos y, de paso, contribuir al cambio de su ciudad. Y, ello, a gran escala: todo un laboratorio viviente de proyectos de desarrollo urbano sostenible.
A ello hemos de sumar la creación de distritos enteros específicamente pensados para promover la innovación en determinados verticales, al estilo de lo que serían algunos parques tecnológicos españoles.
Un poco alejado del centro de Oslo está la Science City: un enorme campus donde investigadores y emprendedores se afanan en resolver desafíos relacionados con las ciencias de la vida y la salud. Y de vuelta a Punkt Oslo, el epicentro de la creatividad y la tecnología, donde "crear oportunidades del desarrollo cultural", en palabras de su vicealcaldesa.
Una semana para engrandecer a los pioneros.
Esta semana se celebra la Oslo Innovation Week, la semana grande de la innovación de la capital noruega bajo el lema 'Pioneers'. Un evento que muestra al mundo todos los avances que esta ciudad está logrando en estas lides pero que, especialmente, busca conectar a los distintos actores del sector entre sí y con sus colegas internacionales. Un total de 80 eventos a cargo de 200 organizadores en 50 localizaciones distintas componen el grueso de este colosal evento, al que asistirán 15.000 personas de más de 50 países.