Si uno despertara de repente, después de un lustro en coma, se encontraría de lleno con un término -el de transformación digital- que todo lo inunda y todo lo absorbe. En cuanto recupere la lucidez, quizás lo que el revigorizado muchacho se pregunte es si acaso la tecnología no lo estaba invadiendo todo ya. Entonces, ¿a cuento de qué surge este concepto y cuál es su implicación? ¿Cómo pueden los expertos estar tan seguros de unas implicaciones mayúsculas que transformarán nuestro mundo desde los cimientos, si siempre se han sobrestimado las consecuencias sociales de las revoluciones industriales y se ha plasmado un futuro que nunca ha acabado por llegar?
Y es que, en nuestro mundo hay gurús para dar y tomar, por eso resulta tan refrescante encontrarse con un experto en estas lides que reconozca abiertamente que no se puede saber lo que nos depara una futura era digital. Es el caso de Carsten Sørensen, profesor de la London School of Economics y experto contrastado para hablar de un salto tecnológico que define así: "La transformación digital se trata de redefinir las relaciones con los clientes, al igual que en la Primera Revolución Industrial se convirtieron las granjas en fábricas. Era posible, pero no trivial. La clave no es tanto tecnológica sino de modelo de negocio: antes vendíamos productos entre unos ciudadanos y otros, pero los fabricantes tenían la sartén por el mango y el consumidor se limitaba a disfrutar de un calzado que no era demasiado incómodo. Pero ahora el usuario final va a participar en el diseño mismo del producto, con lo que ello supone a nivel de ideación y fabricación".
Incluso va más allá en su apreciación. "Las tecnologías digitales son una suerte de conocimientos desconocidos, parafraseando a Donald Rumsfeld. Todavía estamos tratando de valorar los casos de uso del 5G o el internet de las cosas. Pero está claro que la mayoría de las tecnologías por venir no serán sino la consumerización de innovaciones de generaciones pasadas. Las tiendas de apps móviles tardaron una década en estar en forma y lo mismo ocurrirá con el cloud o la inteligencia artificial", añade Sørensen.
Durante la entrevista, en la Fundación Ramón Areces, el profesor también tiene ocasión de reflexionar sobre la particular confluencia del sector servicios con la ¿recién nacida? economía colaborativa. "En Inglaterra hemos pasado de vivir del campo a vivir de los servicios financieros, pero existe una premisa básica de que los servicios no generan divisas. Es como si nos cortáramos el pelo entre nosotros: no habría ningún valor de esa operación. Cada vez hay menos personas involucradas con la creación de riqueza y eso lleva a un nuevo estadio, en el que aficionados toman el trabajo que antaño hacían profesionales", explica Sørensen.
"Durante 15 años no hemos tenido un aumento salarial en términos reales por culpa de ello: la gente no está dispuesta a pagar por servicios que ahora salen gratis o a un coste irrisorio, como la limpieza doméstica o el transporte. Y la economía colaborativa no hará sino ahondar en este fenómeno".
Hacia la relación "simbiótica" de robots y humanos en las fábricas
Una de las primeras aproximaciones a la robótica y la inteligencia artificial es la que nos podemos encontrar en los entornos industriales. En ese sentido, Carsten Sørensen cree que "las fábricas en la industria automotriz ya están fuertemente robotizadas, pero hay una nueva categoría de robots más amigables con los humanos -cobots-, que permitirán relaciones de trabajo mucho más simbióticas en las que los humanos y los robots colaboran estrechamente. Esto tendrá consecuencias que aún no podemos prever".
Para el experto, la otra gran innovación que acabará por aterrizar en las plantas de fabricación es la impresión 3D. "La capacidad cada vez mayor de descentralizar la fabricación y de construir nuevos productos con un desperdicio mínimo puede generar cambios importantes que, a partir de ahora, no podemos prever por completo", añade Sørensen.
"Adidas está construyendo una fábrica en los Estados Unidos para la impresión 3D de zapatillas de deporte, y de esta manera, participa en ciclos de moda aún más rápidos que los que puede conseguir Zara. El factor desconocido aquí, por ejemplo, son las presiones para reciclar y minimizar la contaminación". Pocas certidumbres pero una conclusión clara, cristalina: la transformación digital va a cambiar por completo el panorama actual.
Sørensen rechaza que los robots nos quiten el trabajo, pero admite el reto de redistribuir la riqueza del capital ante su llegada al tejido laboral.
Confiar en los jóvenes
Acerca del acceso de los más jóvenes a las redes sociales, Carsten Sørensen arroja algo de realismo sobre una tendencia tan controvertida: "Estamos comparando manzanas y peras cuando hablamos de la privacidad y el acceso de los menores a las RRSS. Cuando eres adolescente, haces cosas que los mayores no hacen. Pero si les preguntas a los jóvenes, verás que son muy cuidadosos en la forma en que interactúan en Internet, simplemente no lo hacen siguiendo las mismas reglas que nosotros".