Qué se necesita para lograr una aceleración de los sistemas energéticos en cada país? ¿Cómo pueden establecer las condiciones adecuadas para que estos sistemas puedan aprovechar las oportunidades de la transición energética? Empresas, gobiernos y sociedad deben unirse para conseguirlo, pero se requiere una “comprensión previa de los desafíos”.
Estas son algunas de las conclusiones del informe Fomentando una transición energética efectiva 2018 del World Economic Forum, con datos de la consultora McKinsey.
Según estos datos, España se sitúa en el puesto 21 mundial, con un índice de transición energética del 63%. España no se encuentra en el TOP 10 europeo, aunque el dato es el mismo que tienen potencias como EEUU o Japón.
El índice valora el funcionamiento del sistema, aspecto en el que España ocupa el puesto 14 al contar con una aceptable puntuación de 70 sobre 100 en su rendimiento. Lo más valorado en este análisis es el acceso a la energía y la seguridad (89 puntos), así como la sostenibilidad ambiental (65), mientras que el eslabón más débil es el crecimiento y desarrollo económico (58)
Además, también se valora la preparación a la transición de cada país. En este punto estamos peor posicionados y bajamos al puesto 27 al contar con una preocupante puntuación de 55. Lo peor valorado en este sentido es la estructura del sistema (39 puntos), el capital humano y la participación del consumidor (46), y la regulación y el compromiso político (57).
El WEF publicará este índice de transición energética de forma regular, con el objetivo de lograr “una transparencia continua sobre el rendimiento del sistema energético de cada país”, para que estos puedan informar sobre los resultados de estas evaluaciones.